Con un cierre de listas signado por la especulación, el muestrario de candidatos exhibe un común denominador: el FMI y la Embajada yanqui tienen reservado su sillón en la Rosada. La burguesía local se enfrenta al dilema de cómo administrar la crisis. Si el ajuste previsto, que es un punto ineludible en su temario, aspirará a una velocidad vertiginosa y un escenario de represión abierta, o si buscará cuotas de consenso. En cualquier caso, la agenda del FMI y el empresariado plantea elementos no negociables desde su perspectiva: el pago de una deuda usuraria, las reformas laboral y previsional, el extractivismo y el agronegocio como palancas. La clase trabajadora también se enfrenta a un dilema. Si avanza por el camino de la rebelión, o apuesta a salidas institucionales.

 

Crisis económica en ascenso y disgregación política en marcha

El actual escenario electoral en la Argentina muestra una crisis política que se profundiza como eco de una crisis económica global, enmarcada en el estancamiento que la pandemia y la guerra acentuaron. En nuestro país, donde esa crisis económica se agrava por el vertiginoso endeudamiento y la inflación, se evidencia una disgregación del sistema político. Los frentes armados para competir contienen candidatxs de todos los colores, entreverados sin otra lógica que el carrerismo y las especulaciones “tácticas” sin apego a una plataforma explícita. La real discusión se da en torno a la disputa por los cargos y en la repartija de puestos de poder, y no en el proyecto de país. Con matices en cuanto a la manera de aplicar el ajuste, la agenda compartida por los partidos del sistema incluye seguir subordinados a la tutela del FMI y sus recetas de hambre. La Unión por la Patria, nuevo sello que impulsa el Frente de Todos para desprenderse del lastre que asocia a su dirigencia con la actual gestión, hace uso del márketing. Así, modifican el nombre pero no logran enumerar propuestas concretas por las cuales reclamar el voto de su base electoral, sumamente golpeada y defraudada por sus medidas de gobierno. La fugaz fórmula De Pedro-Manzur había sido presentada como un “antídoto” contra la derecha. Se trataba de una dupla que no contaba con un caudal suficiente para una disputa entre el electorado del propio peronismo, como tampoco lo es la que, en menos de 24 hs., la reemplazó. De ambos lados del mostrador de las principales coaliciones, peronista o radical-macrista, se encuentran la Embajada yanqui y el FMI. El escenario, donde en los principales frentes las identidades y propuestas se desdibujan y reducen al mínimo, parece ordenarse en torno a una centroderecha o derecha explícita.

 

Gambito de dama

El corrimiento del escenario electoral de la vicepresidenta Cristina Fernández y, sobre todo, un repliegue de su fuerza hacia territorio bonaerense, eran previsibles. La cabeza de lista para Sergio Massa y la vicepresidencia para “el Chivo” Rossi dejó un tendal en la base social del kirchnerismo. Allí, sectores que poseen pretensiones progresistas -que no vienen siendo correspondidas ni por la realidad ni por las cúpulas dirigenciales- se vieron sencillamente consternados ante el anuncio del cambio en la fórmula presidencial. La única y exclusiva credencial que Massa-Rossi pueden exhibir para solicitar el voto de esa base se reduce a que Bullrich o Larreta serán peores.

Esa cabeza de lista redobla la apuesta del peor pragmatismo: un candidato de centroderecha para disputar el voto de centroderecha. Un renunciamiento a cualquier atisbo de progresismo, siquiera verbal. El sacudón en la estantería dejó fuera de eje a Unidad Popular (sectores de la CTAA, que encabeza Claudio Lozano) que no definen aún si permanecen o no dentro del frente, y otros como el Frente Patria Grande de Grabois anunciaron su presentación en la PASO, en la que competirán solo en la categoría presidencial: se trata de una simulación para evitar la fuga de votos descontentos con Massa, pero que de ninguna manera implica una disputa de orientación real, ya que Patria Grande ya tiene integrados sus candidatos legislativos en las boletas de la Unión por la Patria. Enfrente, las “palomas” de Juntos por el Cambio muestran los dientes: Larreta, Morales, Espert, hacen campaña garrote en mano, vanagloriándose de la represión salvaje al pueblo jujeño… Ese pueblo que rechaza en las calles una reforma constitucional local a medida del extractivismo, que contó con los votos del PJ. Mirando de reojo, Bullrich y los “halcones” señalan que esa represión es insuficiente. Milei y su camarilla de defensores de genocidas, banqueros e influencers filofascistas marcan agenda. Gane quien gane, las tareas que marca el FMI son ineludibles: extactivismo y entrega de bienes comunes, más ajuste fiscal en materia social, devaluación para equiparar tipos de cambio y reforma laboral, con la consecuente represión y criminalización de la protesta. En este escenario, la salida de CFK y del kirchnerismo de la boleta presidencial marca el fin de un ciclo político para dicha fuerza, que se tratará de pertrechar en territorio bonaerense.

 

La rebelión contra el saqueo: una revocatoria del pueblo mediante la acción directa

El caso de Jujuy es paradigmático. Morales quiere ser pionero al preparar el terreno para lo que viene, siendo candidato a la vicepresidencia con Larreta por JxC. Esta unidad programática desde arriba se da en un contexto de crisis de deuda argentina descomunal, con el BCRA que no tiene fondos para afrontarla, con una expectativa de inflación que ya es del 150% continuando la transferencia de ingresos de la clase trabajadora hacia el capital, con niveles de pobreza que no descienden, con capas medias que ya no tienen expectativa de ascenso social y con niveles de PBI per cápita que están en valores similares a 1999, evidenciando un estancamiento en la productividad argentina. Países dependientes como el nuestro se dirimen entre la lealtad a la embajada yanqui y la necesidad de inversiones que sólo China puede proveer. El escenario electoral muestra la verdadera cara de las propuestas de la burguesía argentina: alianzas signadas por el oportunismo, transfuguismo, falta de horizonte y una descomposición tal, que planteos fascistas como los de Milei logran hacerse eco en algunos sectores de la población que está harta de la precariedad de la vida del pueblo y de la evidente abundancia, a partir del robo, de una capa dirigente parasitaria. El histórico partido del orden, el peronismo, que siempre logró contener y reorganizar las crisis por su influencia en la clase trabajadora, no genera ya grandes expectativas en una mejora en la situación económica de la clase trabajadora o de las capas medias. El poder observa esta situación con miedo a eventuales desbordes y prepara la represión. El ejemplo de Jujuy muestra los niveles de coordinación para la represión desde el sistema; pero también muestra la potencia del pueblo cuando sale a la calle en unidad y con decisión. Ese mismo pueblo que es estafado electoralmente por los partidos patronales, puede hacer tambalear ese orden cuando se determina contra sus verdugos. Las rebeliones populares, como ahora sucede en Jujuy, como ocurrió en Chubut, rompen la lógica del frentismo de centro y centroderecha que pugnan por el control del estado. Son una manera palpable de impugnar el saqueo y también a sus representantes políticos.

 

Un debate acerca de la táctica electoral

El FIT-U, que lidera las opciones electorales de izquierda, no logra tampoco hacer pie en las amplias masas de tabajadorxs. Con listas compuestas por luchadorxs y laburantes, con quienes muchas veces compartimos peleas en común y listas antiburocráticas en sindicatos, este frente exhibe una lógica de campaña que transita por carriles socialdemócratas: en momentos de descomposición de un régimen político, el FIT-U no abona a una crítica sistémica a las instituciones burguesas, sino que pugna denodadamente por ingresar al parlamento. Esto se da incluso desplegando un internismo que si bien posee puntos de debate político genuinos entre los dos bloques que la desarrollan, se ordena principalmente en la lógica de la disputa por cargos. El cuestionamiento de la propiedad de la gran burguesía tampoco tiene peso en su campaña. En definitiva, una política poco audaz en lo programático, cargada de corrección política en términos de una modesta o nula crítica al sistema -que no cuestiona sus instituciones- y que termina por alimentar la expectativa de sectores de trabajadorxs en el parlamentarismo. Nuestro señalamiento hacia esta lógica parte de nuestra profunda autocrítica por haber transitado una experiencia compartida dentro de dicho frente, mediante Poder Popular, de la cual nuestro partido ha realizado un balance negativo; una política electoralista que encontró a sus más fervientes defensores, meses más tarde, fuera de Venceremos y militando las listas del Frente de Todos, sin escalas intermedias. Mientras el pueblo jujeño, como antes fue el pueblo de Chubut, se rebela contra el saqueo y pasa de una pelea reivindicativa a una impugnación política profunda, entendemos que la tarea principal debe ser alentar la rebelión, dotarla de un programa y de definiciones socialistas, y no la de priorizar la disputa en el plano electoral de este sistema, un terreno amañado y pantanoso para lxs de abajo. Los crecientes niveles de abstención (ausentismo, voto blanco y nulo) dan cuenta de que el descontento hacia las instituciones se incrementa. Hay que dar una disputa sobre el signo de ese descontento.

 

Organizar la bronca frente a la crisis del sistema

Estamos frente a una crisis civilizatoria de magnitudes gigantescas. El escenario de guerra global es también un escenario propicio para revoluciones. El imperialismo yanqui en declive daña más por su desesperación en sobrevivir y los imperialismos que surgen, aunque sin el poder militar actual de EEUU, se caracterizan por las mismas lógicas de opresión, explotación y saqueo de bienes comunes y seres humanos que cualquier imperio en la historia del capitalismo. La salida es desde los pueblos y nuestro pueblo tiene una histórica experiencia de lucha. Promover y ayudar a organizar las rebeliones como las de Jujuy, Salta, Misiones, Chubut, Mendoza para crear las condiciones para la construcción de la necesaria fuerza social revolucionaria, y la construcción del poder popular… Esa es la tarea, abiertamente posible.

Creemos que la salida a esta crisis que sufrimos es una salida socialista. La discusión sobre qué opción de gobierno elegimos en estas elecciones, dentro de los límites del sistema, es una trampa. Necesitamos debatir como clase trabajadora cómo construimos la fuerza social revolucionaria que necesitamos para cambiar todo lo que deba ser cambiado, cómo enfrentar junto a millones de trabajadorxs a un sistema que lleva a la ruina del planeta y de la humanidad.

Nuestras tareas inmediatas, que forman parte de un programa con elementos de emergencia y otros de largo aliento, incluyen la urgente propuesta de dejar de pagar la deuda externa, terminar con el extractivismo y el modelo de producción agroindustrial y la gran propiedad, recuperar la propiedad de los puertos y el control del comercio exterior; es necesaria la nacionalización del sistema educativo y de salud, con fuerte inversión real en sus presupuestos; desmantelar las redes mafiosas del poder político y policial. Y, fundamentalmente, es necesario plantearnos la expropiación al gran capital industrial y del campo, estatizar y unificar la banca. Quienes producimos la riqueza social con nuestro trabajo somos quienes mantenemos a una clase parasitaria, la burguesía, que vive del esfuerzo ajeno. Terminar con la explotación fue y sigue siendo una perspectiva irrenunciable para la izquierda revolucionaria. Estas orientaciones son parte de una perspectiva general: la de un gobierno de trabajadorxs con un protagonismo popular revolucionario que lo sostenga. No se trata de un recetario de medidas sueltas, sino de un gobierno de trabajadorxs que las implemente. 

Entendemos que en este escenario electoral, el debate de éstas y otras orientaciones debe ordenar nuestra agenda. Y la prioridad debe estar puesta en la construcción de una fuerza social que pueda efectivamente disputar el poder y hacer realidad estás propuestas programáticas. Promover la rebelión del pueblo ante el sistema y sus instituciones, abrir debates de fondo sobre la necesidad de la superación del capitalismo. Cuestionar unas elecciones amañadas, donde prima el clientelismo, el engaño, los millones para difundir sellos vacíos. Impugnar la lógica de un parlamento que debate sin el pueblo, a espaldas de las masas y en contra de sus intereses. Sembrar las ideas socialistas, más allá de toda disputa nominal por cargos en un parlamento en descomposición.

Entendemos que en este marco, la campaña y las propuestas desplegadas por el FIT-U y la izquierda no logran aportar para la superación de este sistema en crisis; su participación electoral no contribuye a desplegar una perspectiva socialista. Por eso, llamamos a votar en blanco o no votar. Nuestro voto es la lucha, la apuesta a la revolución socialista. Las tareas de lxs revolucionarixs exceden el calendario del parlamentarismo. Seguiremos luchando en las calles de manera unitaria, con el conjunto de fuerzas de izquierda y el pueblo, para resistir los embates de la reacción, y con la plena intención de que las rebeliones que asoman logren abrir una perspectiva revolucionaria.

 

Venceremos – Partido de Trabajadorxs; 27-06-2023

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor, ingresá tu comentario
Por favor, ingresá tu nombre aquí