¿Nueva derecha? El colonialismo y la subordinación al imperialismo yanqui como rasgos centrales de la administración Milei

El debate y la reflexión acerca de qué representa el gobierno de Milei y de “La Libertad Avanza” resultan claves para orientarnos como fuerzas populares en las luchas en curso.

La sumisión al imperialismo yanqui es un rasgo que el gobierno de Milei desarrolla desde su asunción. En las últimas semanas, hemos visto una escalada que explicita, de forma obscena, el colonialismo al que pretenden someter a nuestro país.

A las ya múltiples expresiones de alineamiento directo de nuestra nación con los Estados Unidos, frente a los ataques de Irán al estado genocida de Israel, el presidente argentino no dudó en manifestar su pleno apoyo y cooperación (subordinada) con el sionismo y el imperialismo norteamericano, a diferencia de otros estados que se han manifestado neutrales y preocupados por una escalada del conflicto en Medio Oriente. En “retribución” a una línea abierta e inequívocamente prosionista y proimperialista (visita al estado de Israel, decisión de trasladar la embajada argentina a Jerusalén, etc.), la semana pasada el presidente Milei viajó con su hermana a Nueva York donde recibió la distinción de «Embajador Internacional de la Luz», en el marco de una cena organizada por la comunidad Jabad Lubavitch, congregación ortodoxa ultra reaccionaria con sede en Nueva York. La presencia del embajador de la entidad sionista en la reunión de comité de crisis, como también en el mensaje que da el vocero presidencial, son una muestra de una subordinación abierta y descarada.

El sionismo se sostiene en Medio Oriente sólo por el papel que cumple para el imperialismo occidental. Sin el apoyo financiero, militar y diplomático, el “poderoso” Estado de “Israel” no sobreviviría.

La subordinación y la obsecuencia hacia ambos son las coordenadas que ordenan la política exterior de “La libertad avanza”. La política de privatizaciones y de entrega de nuestros territorios a las grandes corporaciones locales y extranjeras, que se plasmó en el proyecto de eliminación de la ley de tierras y la política de otorgamiento de recursos como el litio y el gas a los grandes capitales, va de la mano de la subordinación absoluta a los intereses estadounidenses en el disputado mapa geoestratégico mundial. La negativa a entrar a los BRICS y las disputas con china, amagando con reconocer a Taiwán, siguen el libreto de la embajada yanqui y son toda una definición.

La recepción otorgada a la generala Richardson es la puesta en acto de esa sumisión sin matices. El acto en Tierra del Fuego, con traje de fajina y entonación del himno imperial, en el que se anunció un acuerdo para la construcción de una base militar yanqui en nuestros territorios, plasmó una política de subordinación a las fuerzas armadas de ese país. Los Estados Unidos aspiran a saquear los bienes de nuestras tierras -como lo expresara públicamente la propia generala- y a controlar la circulación marítima por la región sur, donde ya tiene amplia presencia la IV° Flota norteamericana, la circulación fluvial (allí están en el Paraná) y que pondría a su disposición también los recursos antárticos de nuestro territorio.

Mientras se recortan los presupuestos estatales en todas las áreas y se masifican los despidos, el gobierno, en nombre de la “libertad” concretó la compra de 24 aviones caza F-16 A/B MLU Fighting Falcon, una operación que implicará el pago de 650 millones de dólares, lo que según el propio gobierno anunció “constituye el primer paso de la operación, que se completará en los próximos meses con las negociaciones iniciadas con Estados Unidos para definir el sistema de armas con que se equiparán las unidades”. ¿Con qué objetivo se compraron estos aviones? ¿Cuáles son los peligros militares que tendría nuestro país que justifiquen semejante operación? No se ha explicitado públicamente, pero no puede descartarse la participación de nuestro país en los conflictos que se multiplican y para los que el imperialismo yanqui busca aliados, como ocurriera cuando Argentina envió tropas y armamentos al conflicto en Irak. La búsqueda de integración a la OTAN, las negociaciones para enviar armas a Ucrania, o el avión con ayuda al estado genocida de “Israel” muestran una nueva fase de “relaciones carnales” con un imperio que, ahora, está en acelerada decadencia.

Estas definiciones de política mundial se condicen con la profundización de la política represiva interna hacia el pueblo y la clase trabajadora que se organiza y lucha contra sus políticas. Lejos de ser algo del “pasado”, el fortalecimiento y “reconciliación” con las fuerzas armadas, la propagación de un discurso negacionista (o, mejor dicho, de exaltación del terrorismo de estado) que reivindica la última dictadura cívico militar tanto el 24 de marzo como el 2 de abril son parte de la guerra que le ha declarado al pueblo. En la conmemoración de la guerra de Malvinas, el presidente admirador de Margaret Tatcher, sostuvo que “para que una nación soberana sea respetada” se deben cumplir dos condiciones: “Ser protagonistas del comercio internacional” y “contar con Fuerzas Armadas capaces”. Una política que lejos está de sostener el legítimo reclamo sobre la soberanía de nuestro país sobre las islas. Pero, además, Milei reeditó la vieja consigna de la “reconciliación nacional” fogueada durante el menemismo por los sectores negacionistas de los crímenes de lesa humanidad cometidos durante la última dictadura. La reivindicación al genocida Julio Argentino Roca, que encabezó la matanza de los pueblos originarios en la sanguinaria apropiación de los territorios de la Patagonia en el siglo XIX, como escultor del estado nación va en el mismo sentido.

Debemos reconocer que hay una línea de coherencia en toda esa recuperación histórica. El genocidio contra pueblos originarios para la formación de las grandes fortunas terratenientes que siguen acaparando hasta el día de hoy miles y cientos de miles de hectáreas. La prepotencia de ejército de ocupación contra el propio pueblo. La sumisión abyecta al amo imperial. No es una novedad de nuestras clases dominantes. Todo el marxismo latinoamericano, con el Che y el PRT en Argentina como máximas expresiones, demostró ese rasgo propio de las burguesías locales que comandaban los estados del capitalismo dependiente. Su obsecuencia servil hacia el imperialismo era y es la contracara del desprecio y ataque contra el pueblo. En esta etapa de crisis y guerras, de profunda descomposición del régimen social y político, Milei es la expresión del corazón de esta burguesía fugadora de dólares, saqueadora y explotadora. Más que “nueva derecha” es la versión desnuda y degradada de lo que la burguesía puede ofrecer como clase en este siglo XXI.

Ante esta política colonialista, que pretende una vez más arrodillarnos a los mandatos del imperialismo, desde el pueblo apremia que construyamos un programa de lxs trabajadorxs, que nos permita unificar los esfuerzos de organización y de lucha para echar a este gobierno con la lucha popular y lograr efectivamente torcer este rumbo planteando una perspectiva de verdadera emancipación y soberanía. Un programa anticapitalista y antiimperialista que trace un horizonte de defensa de nuestros territorios contra el saqueo y la explotación a la que pretenden someternos. La liberación nacional y la liberación social serán parte de nuestras tareas. Pero para ello, hace falta no confiar en el conjunto de la burguesía y sus diversas expresiones políticas “ni un tantito así”. Hace falta construir poder del pueblo para que una vez seamos las y los trabajadores los que gobernemos.

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