Declaración política ante las elecciones presidenciales de octubre, 2023.

La crisis capitalista se profundiza a nivel mundial. La guerra interimperialista marca la debacle de un sistema que ya nada tiene para ofrecer a les trabajadores y pueblos del mundo. Ni siquiera la promesa de un futuro mejor. Saqueo de nuestros territorios, pobreza, miseria, ofensiva contra los derechos históricos conquistados por nuestra clase que prometen mayores niveles de explotación. Profundización de todas las formas de opresión, contra los pueblos originarios, mujeres y disidencias.

En este contexto, todas las alternativas electorales del sistema con posibilidades de acceder a la presidencia en nuestro país expresan los intereses en pugna de distintas fracciones de la burguesía que en nada mejorarán las condiciones de vida y trabajo de nuestro pueblo. La crisis de gobernabilidad y la feroz disputa por el control del aparato del estado para garantizar las ganancias y el poder de las clases dominantes se hizo evidente. Al ritmo del ajuste pedido por el FMI, de las corporaciones mineras, de los conglomerados capitalistas industriales y del agronegocio, de los grandes terratenientes locales y extranjeros, la proyección para nuestro país es la de profundizar el modelo extractivista, incrementar la explotación y las formas de precarización laboral, expulsando a las grandes mayorías populares que hoy no acceden a derechos básicos como la alimentación, la salud, la educación, la vivienda. La promesa de que con la democracia “se come, se cura y se educa” se ha revelado como la gran mentira de la democracia burguesa. Un estado presente, pero para garantizar los grandes negocios de unos pocos, mientras la miseria se incrementa en el pueblo pobre y la clase trabajadora.

En ese contexto, la propuesta del partido de gobierno de “defender lo existente”, se evidencia como el estrepitoso fracaso de los “progresismos” que se han vuelto conservadores, que no pueden ni ofrecer la promesa de un futuro mejor. La cruda realidad del 60% de las infancias sumidas en la pobreza, mientras los funcionarios pasean en yates, es incontrastable. Así, tomó fuerza en amplios sectores la perspectiva de un neo fascista, que con un discurso supuestamente antisistema y anticasta, pero respaldado por grandes grupos empresarios, represores de la última dictadura, representantes del imperialismo yanqui entre otros, se apresta también a llevar a adelante la feroz ofensiva contra nuestro pueblo exigida por el FMI y el gran Capital. Pero frente a esta perspectiva, que no escatima en propuestas desquiciadas y retrógradas, negacionistas, misóginas y neoliberales, la consigna del mal menor que encarnan Massa y Unión por la Patria, se convierte una y otra vez en un callejón sin salida que encierra a gran parte del activismo y el pueblo en la lógica de que no hay alternativa posible: la sumisión más o menos drástica al FMI, el ajuste en mayor o menor porcentaje pero ajuste al fin, la reforma laboral y previsional en la que todos acuerdan, el saqueo y el extractivismo a manos de los capitales yanquis o chinos o rusos pero saqueo al fin. La “alternativa Massa” es la expresión más acabada del desarme ideológico y la falta de estrategia propia del pueblo. Los millones y millones invertidos en las campañas electorales, los asesores yanquis, brasileros, y de todos los colores, nos llaman a convalidar un sistema institucional que, sabemos, es la estrategia del capital para democratizar la reestructuración capitalista: no queda otra que elegir a nuestro verdugo y luego hacernos cargo de esa decisión.

 

En este contexto, desde la izquierda del FITU, con quienes compartimos importantes puntos programáticos y espacios de construcción sindical y popular con compañeres a quienes respetamos y nos encontramos en las luchas, no se ha planteado un cuestionamiento serio al propio sistema, a sus instituciones, a la lógica delegativa. Lejos de ello, propaganda y los “debates” se aggiornaron al formato de una campaña devaluada, planteando algunos puntos en relación con la defensa de derechos, pero sin mostrar un norte claro de posibilidad de transformación real a partir de un programa serio de lucha y organización por abajo que tenga una perspectiva siquiera anticapitalista. Su campaña se centró en el eje de “acompañar las luchas” en lugar de explicar lo que haría un gobierno de trabajadores en la construcción del socialismo. Nada se dijo de la imperiosa necesidad de expropiar al gran capital, de la propiedad privada, ni mucho menos del engaño que representa la democracia actual condicionada a la medida de los ricos y los monopolios. Se jerarquiza, en cambio, una línea argumentativa centrada en “un voto útil” para “sumar legisladores de izquierda”. Más allá de algunos planteos reivindicativos correctos, la oportunidad casi única de hablarle a las más amplias masas en los debates y en la televisión nacional se usó sin cuestionar el juego del “debate democrático” asumiendo las reglas impuestas por las instituciones degradadas que el capitalismo exhibe.

En este escenario, entendemos que lejos de convalidar un sistema institucional que en nada expresa ni garantiza los intereses populares, la tarea hoy más que nunca es abonar a la construcción de la rebelión popular. Frente al derrotismo, frente al inmovilismo y los discursos que plantean la desolación, hoy más que nunca, debemos fortalecer la organización por abajo y prepararnos para las luchas venideras, que sabemos serán duras, porque las batallas no comenzaron ni terminarán el 22 de octubre.

Tomando las mejores experiencias de resistencia de nuestro pueblo americano, de nuestra clase trabajadora y la lucha de la generación revolucionaria de los ‘70, recuperando los ejemplos de las puebladas de los últimos años en Chubut, en Jujuy y en toda nuestra América, debemos promover una organización con perspectiva revolucionaria que pueda seriamente disputar el poder en el camino de construcción de una revolución socialista, la única verdadera alternativa de emancipación y de vida para la humanidad. A su vez, necesitamos recuperar un proyecto propio que dispute la institucionalidad estatal burguesa, una estrategia propia para la toma del poder, con un programa de gobierno de trabajadores con poder popular.

 

En estas elecciones, donde el FMI ya tiene garantizada su continuidad en la Casa Rosada, impulsamos no votar o votar en blanco. Independientemente del camino que distintos sectores de trabajadorxs en lucha emprendan ante el fenómeno electoral, llamamos a redoblar la organización para enfrentar al ajuste y la avanzada de la derecha en las calles.

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