Palestina 1987 – 9 de diciembre – 2020
La lucha contra la ocupación y la opresión israelí
Hace treinta y tres años, el 9 de diciembre de 1987, estalló la Primera Intifada en la Palestina ocupada. En árabe intifada significa sacudida o agitación, pero en este caso expresa concretamente “Guerra de las Piedras” o “Piedras contra balas”, siendo estos los elementos utilizados por los y las palestinas (piedras) y el ejército israelí (balas). El levantamiento se extendió por cinco años, desde el 9 de diciembre de 1987 hasta el 13 de septiembre de 1993, con un saldo fatal de miles de muertes palestinas.
Determinar las causas de dicho levantamiento popular no es difícil, porque la agresión del ocupante israelí era (y sigue siendo) sistemática. Pero llegan esos momentos en los cuales, como se suele decir, la gota rebalsó la copa. Ese día fue el 8 de diciembre de ese año cuando cientos de palestinas y palestinos fueran testigo del asesinato de cuatro hombres atropellados por un jeep israelí a las afueras del campo de refugiados de Jabalya en Gaza. Al día siguiente unas 10.000 personas asistieron a los funerales. Los soldados israelíes dispararon contra la multitud y mataron al jóven Hatem Abu Sisi de 17 años e hirieron a otras 16 personas. Así estallaron y se extendieron las protestas a los campos de refugiados en Cisjordania y Jerusalén Oriental.
Los objetivos del levantamiento se relacionaron rápidamente con la tremenda realidad que sufría el pueblo. La juventud palestina que creció bajo la brutal ocupación militar vio la oportunidad y la necesidad de alzarse contra la injusticia del invasor israelí: terminar con las terribles condiciones sociales, la desocupación, las restricciones de movimiento, la represión sistemática, la negativa al reconocimiento al derecho de autodeterminación del pueblo palestino, etc.
La población tomó el control de los barrios y levantó barricadas, se defendió únicamente arrojando piedras a los soldados israelíes y a sus tanques. Se cerraron los negocios mientras que quienes trabajaban en Israel se negaron a acudir a sus lugares de trabajo.
Cerraron las universidades y escuelas de Cisjordania. Los toques de queda se reiteraron permanentemente. Se arrasaron granjas y casas palestinas, se arrancaron árboles, se confiscaron las propiedades. La reacción israelí fue absolutamente desproporcionada, mientras los colonos judíos de las ilegales colonias también atacaron a la población palestina.
Según la Agencia de la ONU de apoyo a las y los refugiados palestinos (UNRWA), solo el primer año fueron asesinadas 300 personas palestinas, 20.000 resultaron heridas y unas 5.500 fueron detenidas por Israel.
La Organización para la Liberación de Palestina (OLP) de Yaser Arafat que desde 1982 estaba instalada en Túnez, trató de controlar la violencia popular y trabajar con la ONU, aunque con poco éxito. En Gaza se creó Hamás (Movimiento de Resistencia Islámica), y se presentó como una alternativa a la OLP controlada por Fatah. Hamás alentaba al pueblo palestino a cumplir los objetivos básicos de su lucha nacional y la liberación de Palestina.
En 1988 el Consejo Nacional Palestino, que oficiaba como gobierno en el exilio, aceptó la solución de dos Estados tal como contemplaba la Resolución de la ONU de 1947.
Se destaca un dato revelador. Desde 1989 hasta el día de hoy, salvo muy raras excepciones, Estados Unidos vetó sistemáticamente los proyectos de resolución del Consejo de Seguridad de la ONU que condenaban a Israel. Cuando no utilizó el veto, se abstuvo. Pero jamás condenó a Israel.
En 1991 tuvieron lugar unas conversaciones secretas entre la OLP y el gobierno israelí alentadas por Noruega y finalmente culminaron en los Acuerdos de Oslo. El 13 de septiembre de 1993, en un lugar emblemático, los jardines de la Casa Blanca, se firmaron los Acuerdos de Oslo por el primer ministro israelí Yitzhak Rabin y el presidente de la OLP, Yasser Arafat, en presencia del presidente de los Estados Unidos, Bill Clinton.
Dicho acontecimiento generó muchas esperanzas en el pueblo y se toma como el momento en que se desactivó la Primer Intifada. También se puede concluir que dicha denominación, Primer Intifada, responde a que hubo luego dos intifadas más. Lo cual demuestra que las soluciones de fondo nunca ocurrieron. Más bien todo lo contrario.
Los Acuerdos de Oslo contemplaban un período de transición de cinco años durante el cual las fuerzas israelíes se iban retirar de los territorios ocupados y se iba a establecer una Autoridad Palestina, lo que, supuestamente, implicaría la formación del Estado independiente de Palestina.
Al acabar la Intifada en 1993 habían muerto casi 1500 personas palestinas y 185 israelíes, y habían sido detenidas más de 120.000 personas palestinas.
A pesar de estos datos, algunos historiadores afirman que la Intifada fue importante por iniciar el proceso de paz. Hoy, treinta y tres años después, dicho proceso no sólo no logró concretarse, sino que la situación del pueblo palestino se ha agravado.
Por lo tanto, se puede llegar a la conclusión que no sólo las supuestas promesas de paz siguen sin cumplirse ya que los Acuerdos de Oslo fueron otra falsa expectativa, sino que la ocupación israelí y la construcción de colonias ilegales se incrementan y deja en claro que la posibilidad de dos Estados ya no es viable.
Hoy el Estado de Israel ha creado en su ámbito y los territorios ocupados un único Estado de apartheid, donde hay ciudadanos de primera (israelíes) y ciudadanos de segunda (palestinos y árabes). La intransigencia del gobierno con el apoyo de un sector mayoritario de israelíes demuestra, en la práctica, la imposibilidad fáctica de llevar a cabo, siquiera, un proceso de reconocimiento total y su derecho como pueblo a los y las palestinas.
Por lo pronto la única salida viable es un Estado laico, soberano, que deje de ser el brazo armado de los EEUU en Medio Oriente, en el que convivan pueblos y religiones en un pie de igualdad. La solución está en manos de los pueblos que hoy se reconocen como sometidos por un Estado totalitario. En este sentido hay que reconocer que un sector cada vez más numeroso de israelíes, no sólo se opone al gobierno del primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, sino que lo enfrenta en movilizaciones que van creciendo.
Pero la situación es tan grave y el poder de dicho gobierno es de tal magnitud, que un movimiento de solidaridad internacional de envergadura y bien organizado es de vital importancia para aportar a su caída y así aumentar la capacidad de palestinos, palestinas e israelíes para que recuperen su derecho a convivir en paz en un solo Estado y a definir su destino.
En definitiva, la Intifada nunca ha terminado realmente y la población palestina sigue resistiendo la ocupación, las colonias y la opresión de Israel. Nuestro deber es solidarizarnos activamente por un Estado único en Palestina.