A más de 75 años de ocupación y genocidio sionista – Parte II

Sol Morell y Lisandro Brusco[1] visitaron los Territorios Palestinos Ocupados (Cisjordania y Jerusalén / Al Quds) durante los meses de enero y febrero del corriente año.

Compartimos material sistematizado durante el viaje. En esta oportunidad hacemos entrega de la segunda de las tres partes componentes de la nota

Si bien la economía palestina ha sido históricamente afectada por el régimen colonial israelí, en los últimos meses se podría decir que “Israel” está intentando estrangular económicamente al pueblo palestino. En Cisjordania esto se manifiesta a través de distintos mecanismos.

En primer lugar, debido a que los ingresos aduaneros (de los cuales depende en buena medida el presupuesto de la Autoridad Palestina) son controlados por el régimen sionista, éste los retiene regularmente como forma de control político. Luego del 7 de octubre este mecanismo se ha intensificado, provocando, entre otras cosas, que el pago de salarios a trabajadores del sector público (principalmente docentes) sea del 50 y 60% en los últimos meses.

En segundo lugar, considerando que la agricultura, en particular el cultivo del olivo, resulta una de las principales fuentes de ingreso para las familias y para la economía palestina, y representa además su fuerte vínculo histórico con la tierra, uno de los mayores objetivos de la ocupación ha sido impedir la cosecha de esta última temporada, que comenzaba justamente en octubre. El ente genocida se valió tanto de su infraestructura de apartheid y el entramado burocrático, así como de sus fuerzas militares, para impedir que los campesinos palestinos pudieran acceder a sus tierras que se encuentran del otro lado del muro, evitar la cosecha de aceitunas dentro de los pueblos, declarando las zonas agrícolas “zona militar” a la cual ningún palestino puede acercarse. También sus fuerzas paramilitares, los colonos, quienes, actuando en bandas o de forma individual y fuertemente armados, han destrozado centenares de olivos, han robado parte de la cosecha y han amenazado, atacado e incluso asesinado a campesinos, con el fin de despojarlos de su tierra, de sus ingresos y de sus raíces culturales.

Cabe recordar que antes del 7 de octubre había casi 200.000 palestinos de Cisjordania trabajando en Israel o en los asentamientos de colonos dentro de la ribera occidental, que oficiaban de mano de obra barata para la ocupación. Trabajadoras y trabajadores que estaban en el último escalón dentro de la explotación laboral, y que ahora se encuentran con sus permisos de trabajo revocados, para ser reemplazados por trabajadores de países africanos. Esto vino a engrosar las cifras de desempleo que se abona con los despedidos del sector turismo y de los negocios que dependen de la exportación e importación.

Y como si todo esto no fuera suficiente para intentar doblegar económicamente a un pueblo, a fines de enero, EEUU y una decena de países principalmente europeos retiran su aporte al financiamiento de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos (UNRWA), dejando en una situación de extrema vulnerabilidad, no solo a la población de Gaza, sino a la enorme cantidad de refugiados palestinos dentro de Cisjordania. Visitando las oficinas de UNRWA en ciudades como Nablus o Tulkarem, se pudo conversar con algunos de sus empleados, quienes expresaban su preocupación por el enorme recorte del presupuesto 2024: “A partir de marzo, recibiremos las cifras del presupuesto anual, que sin duda será mucho menor… En la actualidad no hay recursos para tanta demanda social; y a futuro la situación será peor”; nos decía uno de los empleados de UNRWA en el campo de refugiados de Askar (Nablus).

 

Mekorot, el apartheid del agua

La apropiación del agua es otro punto de suma importancia para analizar los detalles de la deshumanizante ocupación sionista. Durante las primeras dos décadas de la ocupación, “Israel”, también se apropió de los recursos hídricos de los territorios ocupados. El 80% de los acuíferos de montaña, los reservorios más grandes de las regiones, están ubicados en Cisjordania, y el restante 20% en lo que se denomina “Israel”.

En agosto del ‘67 Israel transfirió todo el poder de decisión sobre el agua en Cisjordania a las autoridades militares, y dio un paso similar en la Franja de Gaza en diciembre del 74. El efecto más importante de esta transferencia de poder fue una estricta restricción sobre la perforación de nuevos pozos para cubrir las necesidades de los habitantes palestinos, junto con la apropiación del agua para satisfacer las de la ciudadanía israelí.

El mito del desierto para justificar el saqueo.

Rodeado de asentamientos, en el corazón de la Cisjordania ocupada, se encuentra uno de los acuíferos más importantes de la región. Lugar de imposible acceso para los palestinos e internacionales solidarios con el pueblo nativo. Con mucho cuidado pudimos burlar el celoso control de la ocupación y acceder al no tan pequeño paraíso llamado “Einot Petza´el”. Impuesto por la ocupación, el nombre remite, por un lado, al asentamiento más cercano: Petza’el. Por su parte, “Einot”, traducido del hebreo al español significa “ojos de agua” (expresión que se puede usar para los manantiales de agua).

El pueblo palestino originario de la zona se llamaba Fasayil, que fue destruido parcialmente en 1967. En la actualidad, dado que Fasayil se encuentra en la zona C de la Ribera Occidental, el régimen colonial israelí tiene pleno control sobre la aldea, y la concesión de permisos de construcción está autorizada por ellos.

Petza’el, inicialmente llamado Ma’ale Ephraim, se estableció como un campamento militar. Después del 7 de diciembre de 1970, fue habitado por colonos y convertido en un asentamiento agrícola destinado a garantizar el proceso de limpieza étnica de la población palestina. En 1975 el nombre se cambió oficialmente a “Petza’el”. Los asentamientos israelíes siguen siendo, en la práctica y en términos simbólicos, una característica definitoria de la ocupación genocida israelí de Cisjordania en particular y Palestina en general.

Hoy en día, el asentamiento es conocido por producir dátiles, frutas y verduras de la más alta calidad, los cuales, en su mayoría, se venden a los países de la Unión Europea. “Petza’el” controla el 25% de la producción total de dátiles de los asentamientos en el Valle del Jordán.

La fertilidad de la tierra y la existencia de varios manantiales de agua fue uno de los motivos para la construcción del asentamiento y, también, la instalación de la compañía de agua israelí Mekorot. Entre lo que pudimos observar y registrar, encontramos instalaciones de la empresa con bombas de agua, grandes tanques almacenadores y tuberías maestras usadas para la extracción del recurso. Recordemos que, en la actualidad el régimen colonial israelí desvía anualmente unos 500 millones de metros cúbicos de agua palestina desde la base acuífera del este de Cisjordania. Mientras la población palestina solamente está autorizada a consumir un total de 218 metros cúbicos anuales per cápita, los colonos consumen 2.500.

Dicho consumo es tres veces más caro para los palestinos que para los colonos. Alrededor del 25 % de la población palestina carece de conexión a los sistemas de distribución de agua para consumo doméstico. Un colono israelí tiene hoy acceso en promedio a 300 litros de agua por día, mientras que un palestino/a en Cisjordania tiene a su disposición 73 litros o incluso menos en comunidades rurales. Cabe señalar, que, según la Organización Mundial de la Salud, una persona necesita un mínimo de 100 litros de agua por día para cumplir estándares mínimos de salud y sanidad.

La apropiación del agua palestina a través de la empresa Mekorot no es más que otro ejemplo del régimen colonial israelí por saquear los recursos de los territorios palestinos ocupados y profundizar el plan genocida sobre la población nativa palestina.

Próximamente publicaremos la tercera y última parte de “A más de 75 años de ocupación y genocidio sionista”

 

[1] Activistas argentinos integrantes de Masar Badil – Ruta Revolucionaria Alternativa de Palestina y comunicadores populares de la Radio Popular Che Guevara, Rosario, Argentina. Además Sol Morell, como militante socioambiental, participa de la Campaña Fuera Mekorot Argentina. Lisandro Brusco es integrante de la Casa de la Memoria de Rosario.

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