Foto de Mariana Berger

A los 80 años, en El Masnou, Barcelona, falleció este 13 de noviembre el poeta y periodista Alberto Szpunberg. El escritor había contraído coronavirus en una institución médica en la cual se hallaba internado por un cuadro de gravedad previo. Miembro del EGP de Jorge Ricardo Masetti en los 60 y fundador de La Brigada Masetti, luego, obtuvo en su madurez reconocimiento internacional por su poesía. Fue galardonado con premios como el de Casa de las Américas, Cuba, en 1965 por su poemario El Che amor. Además, recibió el Alcalá de Henares (1983) y el Antonio Machado de poesía (1993-94), entre otros.

Su obra posee una belleza singular, marcada por la pertenencia a su generación en los años sesenta, y cargada además de una indetenible búsqueda estética y una renovación constante.

El hombre nos recibe en su casa del barrio de San Telmo. Hace calor, más adentro que afuera. Hay poca luz en el departamento, aunque es de día. Hay una mesa, una cama, y miles de libros que cubren las paredes, y casi que uno creería que son las propias paredes, yque si se saca alguno de la pila de abajo, puede que el techo se nos venga encima. A la entrevista fuimos con un walkman que grababa en casete y Mariana, la compañera fotógrafa, no sólo asistió con su cámara. “Alberto, ¿te molesta si la compañera fotógrafa viene a la entrevista con su hija?”. “¡Para nada!”, contestó. El mate, cebado con su pava de lata, irremediablemente frío después de la tercera cebada, circuló incansablemente. Hablamos de poesía, tango y política; de anécdotas suyas con los burócratas del PC argentino, de Cuba, de la URSS y del exilio. Alberto terminó jugando en el piso con Rita, la hija de Mariana. La entrevista fue inmejorable.

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Szpunberg publicó su primer libro de poemas a los 22 años:Poemas de la mano mayor. Entonces, escribía cosas como ésta: “vuelvo a decirte simplemente que te quiero igual que nunca/como el que aguarda la noche pegando el oído a los tejados/como quien se para calle en medio a darle cuerda al reloj”. Su libro, como ocurrió con muchos exponentes de su generación poética, dialogó estética y temáticamente con el tango, poetizó sobre la vida cotidiana, empleó el coloquialismo con el cual de manera vanguardista se desacartonaba la poesía. Un año más tarde, Szpunberg publicaba su libro Juego limpio. Allí escribía un poema titulado “Los viejos estalinistas”, una semblanza de aquellos veteranos “camaradas” que ya ni hablaban de sus viejas luchas, y eran casi un objeto decorativo, arrumbados en un rincón. Como era previsible, el poema le valió su expulsión del PC. Pero la salida no fue solo por su irreverencia, sino que él y varixs jóvenes estaban conformando un ala guevarista dentro del partido, y se vincularían poco después, ya salidos, al Ejército Guerrillero del Pueblo de Jorge Ricardo Masetti (EGP), aquel intento de lucha armada que el propio Che Guevara impulsó en el norte de nuestro país.Szpunberg escribió versosen las páginas de la mítica revista La Rosa Blindada, a mediados de los años 60. Su libro de poemas El Che amor, que le valió una mención en Casa de las Américas en 1965, recoge esa experiencia que da cuenta de la caída en combate de compañerxs a manos de la represión.

Como él solía decir de sí mismo y de muchos poetas guerrilleros, su llegada a la política fue posterior a su llegada a la poesía. En ese origen él se ubicaba. En ese surco se movió, conciliando a sus versos con la lucha pero sin renunciar nunca a la búsqueda de la belleza.

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Cuando terminamos de pulir algunos detalles de la entrevista, se la mostré por si quería adecuar algo, cosa que afortunadamente hizo (“no soy taquígrafo”, le había dicho; “por suerte”, me había respondido; “eso dejémoslo para los burócratas de tribunales o para la cana”, había agregado riéndose). Entonces tuvimos otra cita. “Veámonos en la London”, me planteó. Y fue uno de varios encuentros donde hablamos de poesía y de política, en ese bar cajetilla pero con historia literaria. Sobre lo segundo, la política, en las sucesivas charlas me permití discrepar con él en varios puntos, ante su mirada atenta y alguna risa sin soberbia, porque aceptaba el contrapunto amistosamente. De poesía, solo tengo agradecimientos por lo enseñado. Y por los libros que me regaló. Era una persona a la que bastaba decirle “Che, Alberto… me gustaría leer Juego limpio. Si te quedó alguno, lo fotocopio”, para que a la próxima cita trajera uno y lo regalara; a juzgar por el estado del ejemplar, tal vez el último que le quedaba… nunca lo sabré.Había llegado a él por contacto de una profesora de Teoría Literaria, Isabel Vassallo. Por entonces me proponía escribir una monografía que nunca hice sobre él y su libro El Che amor. El contacto derivó hacia otras aguas. Y tal vez es mejor que así haya sido.

“Bueno, ¿cerramos lo de la entrevista, entonces?”, le pregunté en un correo, después de algunos intercambios. Iba a publicarse en Sudestada, unos meses más tarde. Aún guardo su respuesta, junto a muchos otros correos, siempre cargados de generosidad y palabras de aliento ante escritos que uno garabatea. “Tengo que hacerte una crítica”, me había adelantado después de leer lo que sería la versión final. “Uh, la cagué con algo”, pensé mientras me preguntaba qué sería ese algo. Entonces me escribió: “Sí siento que algo fundamental falta en la entrevista: Rita jugando con el cochecito… Al fin y al cabo, es una parte fundamental del todos”.

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Szpunberg participó lateralmente en la polémica sobre el EGP, suscitada por testimonios de exguerrilleros como Héctor Jouvé (del propio EGP) o pensadores como Oscar del Barco (de la revista marxista Pasado y Presente, grupo cercano al EGP por entonces). Esa polémica, a su vez, fue traducida al lenguaje del negocio editorial por Jorge Lanata con “Muertos de amor”, una novela supuestamente “histórica” que hizo gala de la tergiversación fáctica en contra del EGP, de Masetti y de la lucha armada en general; una aventura del mercenario con teclado que fue y sigue siendo su autor. Contra Lanata, que tomó un verso de su poema “egepé” para titular su libro y asignarle un sentido opuesto al del texto original, dijo Szpunberg en entrevista a Página 12, allá por 2007: “Para mí es algo doloroso, lo siento como una grosería, como alguien que en medio de una música hermosa se tira un pedo. Pero es un signo de los tiempos, como dice El Che en el Diario de Bolivia, cuando se le acaba la tinta. El libro de Lanata es insostenible: no es novela ni ensayo ni crónica ni investigación ni nada. No creo que quede en la literatura”. Si bien Szpunberg se mostró siempre autocrítico respecto de la izquierda, sobre la polémica acerca de la lucha armada mantuvo una posición de reivindicar su desarrollo en aquel contexto, en pos de “tomar el cielo por asalto”.

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Los últimos años fueron de un intercambio muy esporádico. Nos vimos por última vez en la Biblioteca Nacional, en la presentación de un concierto de poesía suyo sugestivamente llamado “De ida sin vuelta”. Allí hubo músicos que interpretaron canciones basadas en su poesía, como César Stroscio y Luis Sampaoli; y desde luego, estuvo él leyendo. Supe entonces que estaba enfermo. En los últimos años eligió su tierra del exilio, El Masnou, en las afueras de Barcelona, junto a sus hijas y nietas, para asentarse de manera final y definitiva.Desde dos años a esta parte, le perdí el rastro y mis correos fueron botellas perdidas en la marea. Supe de él por conocidos en común. Y por la corriente, que lleva y trae. Sus versos, hoy, resuenan y golpean como el oleaje:

“Por eso, no insistas: el mar no cabe en tu valija,/es el momento de guardar tu valija en el mar.”

Szpunberg fue un poeta de dimensiones extraordinarias. Y, además, como tantos de su generación, eligió un camino donde la belleza de la palabra necesitaba un mundo en consecuencia… y luchó por ambos. “Yo pienso que aquello que decía Lautrèamont, que la poesía se hace entre todos, es cierto. Yo creo firmemente en eso, tanto como que empiezo el día tomando mate. Habrá alguien, en otro poemario o en otro libro, que seguirá haciendo notas y más notas al pie. Hasta que, si aguanta el planeta, la poesía sea la forma diaria de vivir y saludar a los vecinos”. Así había cerrado la entrevista aquella, donde nos conocimos, de alguna manera. Con esas palabras sencillas pero de una profundidad y contundencia difíciles de empardar. Así de bello y de simple. Como quien es capaz de tirarse al piso a jugar con una nena de tres años.

Mariano Garrido

 

Poemas de Alberto Szpunberg

 

La María

Los colores que cubrían la valija de madera eran papeles

y en pequeñas violencias los papeles se fueron gastando,

quedando en los andenes del tren;

ahora ya se ve que esa valija en realidad es de madera

y la madera –por qué no– tuvo raíces de árbol en la tierra,

soñó en las tardes tibias con el cielo,

Los árboles que había hace tiempo en el pueblo

ahora siguen soñando en la distancia tan altos como ayer,

bajo esos árboles un día hizo el amor sin esperar la noche

bajo esos árboles la noche soñaba –por qué no– con la ciudad:

la ropa que ahora guarda en la valija de madera le va chica

y la madera de la valija ya no es árbol ni puede florecer.

(De Juego limpio; 1963)

 

el guerrillero Diego

Pasará el mal tiempo el buen tiempo lloverá

se secará la lluvia sobre la tierra

y alguien le pondrá diego a su hijo sin saber nada de nada

quizá por los ojos por la manera del primer llanto deberá llamarse diego

de su sangre ya nada queda sobre la tierra

sólo el musgo tan suave la humedad

el río las piedras entre jujuy y salta

sigue trayendo fabulando siempre cosas

diego morirá una vez otra vez

las condiciones del tiempo son variables

haciéndose que matan por la calle

nuestros hijos jugarán a que son diego

y vamos a que aun todos callaban pero él

ya iba quedando así de íntimo con la tierra.

(De El Che amor; 1965)

 

Lo fusilaron contra el paredón del Bajo Flores

Para que se borre de esta pared la sombra del pájaro

que esta madrugada surcaba el cielo en el preciso instante,

hará falta que la lluvia descascare la cal, trabaje las grietas

y la tierra enrojecida vuelva a ser barro bajo la lluvia,

hará falta que los hombres caminen ese barro, huella tras huella,

cansados como si toda la lluvia pesara sobre ellos.

Para que se borre de esta pared la sombra del pájaro

harán falta otras manos de cal, otras manos.

(De Su fuego en la tibieza; 1981)

 

I

La desmesura inconcebible, ese barco frente a tu ventana,

que hundió su ancla, de pronto, con el chasquido de un rumbo muy oscuro.

Te despertará algún día el chirrido de la cadena recogida,

pero ya se habrá marchado, tal como vino, entre gestos de niebla,

y vos mudo de asombro ante cualquier certeza, incluso la de irte.

Lo sabrás para siempre o, mejor dicho, desde siempre.

Por eso, no insistas: el mar no cabe en tu valija,

es el momento de guardar tu valija en el mar.

(De Como solo la muerte es pasajera; 2009)

 

 

 

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