A 46 años del secuestro y desaparición de Raymundo Gleyzer, cineasta y militante del PRT-ERP, en las puertas del Sindicato Cinematográfico Argentino (SICA), se vuelve una necesidad infranqueable seguir repensando el rol de lxs trabajadorxs de la cultura en el proceso por la transformación radical de la sociedad. Como ser humano, Raymundo fue consecuente entre el decir y el hacer. Como cineasta, dedicó toda su obra a exponer y tensionar las contradicciones del sistema de una forma rigurosa y pedagógica, apelando a una experimentación formal que iba desde el registro directo y la entrevista, pasando por el collage y la animación. Re -publicamos nota sobre este imprescindible militante revolucionario.
Muchas veces se le ha adosado a Raymundo el mote de ser un mero cineasta de trinchera. Hay quienes incluso intentan bajarle el precio a su legado reduciendo su obra a un cine panfletario. ¡Qué sorpresa se llevarían al enterarse que es de los pocos cineastas argentinos que ha sido galardonado por un festival «clase A» como sucedió en 1971 en Locarno, donde su documental “México, la revolución congelada” ganó la estatuilla dorada a mejor película del certamen!
Y es que Gleyzer incomoda, incomodó y seguirá incomodando. Incomoda cuando en las salas de cine se ve al sujeto de la revolución como un colectivo con dignidad, ansias y capacidad de poder. Incomoda cuando en sus películas el único lugar que tienen las clases dominantes representadas es para ser ridiculizadas. Incomoda cuando la censura se vuelve obsoleta porque la obra alcanza un público masivo por fuera de los espacios de circulación del sistema. Y es que este último punto es de las mayores virtudes que supo construir Gleyzer y todo el Cine de la Base, disputar la hegemonía de los espacios de exhibición que imponía el capital. Cine en el barrio, en la fábrica y en los sindicatos. Proyector en mano, latas bajo el brazo, y se armó el cine. Y si se arma el cine, se armó el encuentro y se armó el debate. ¡Y qué debate! Si la revolución estaba a la vuelta de la esquina. Y encima cuando mirabas una de sus pelis, te sentías que eras parte de ella, porque mechaba entre ficción y documental para mostrar que el pueblo organizado le arrancaba victoria tras victorias a la Dictadura. Y si aparecía la bandera del Ejército de los Andes con la estrella roja, había que pedirle al público que aflojara con los aplausos para recordarles que estaban en medio de una actividad clandestina. Cine de masas, con conciencia de clase y con sentido del momento histórico, ese era el cine de Gleyzer. Por eso el respeto y el cariño que despierta su imagen en el campo popular. Por eso su nombre es bandera que recorre centros culturales, agrupaciones estudiantiles, colectivos audiovisuales. Un punto de partida y un norte. Un obra de vida dedicada a construir una identidad. Proletaria y latinoamericana. Una vida dedicada a la construcción y difusión del Partido. Una vida dedicada a la revolución socialista.
Desde Venceremos – Partido de lTrabajadorxs sentimos como fundamental la obra de Raymundo Gleyzer para pensar la historia y el presente de nuestra Argentina, Nuestraamerica y de nuestra clase. Su obra es un aporte indispensable, un puntapié inicial para reflexionar sobre las estrategias de poder del mayor partido marxista leninista de nuestro país. Un apéndice documental ineludible para la formación de cualquier militante revolucionario.