A nueve meses de las PASO, el macrismo trabaja para la reelección y reafirma su vínculo con los mercados y el FMI, mientras el peronismo se reordena con el peso creciente del kirchnerismo en alianza con la Iglesia y sectores de la burocracia sindical. Para la izquierda la apuesta es lograr la mayor unidad en las calles y desarrollar una perspectiva política para una salida de fondo a la crisis actual.

L a sanción del Presupuesto en Diputados fue anotada por el gobierno nacional como un triunfo, que presentó ante el FMI como demostración del control de la situación. Luego reactivó el planteo de una reforma jubilatoria mucho más profunda, que incluirá el aumento de la edad de retiro y el avance sobre distintas cajas previsionales. Ya al intervenir en el coloquio de IDEA, Macri había prometido una reforma laboral, hasta ahora sólo desplegada en cuotas.

De esta forma, el gobierno intenta retomar la agenda de reformas estructurales que había planteado al comienzo de su mandato, que intentó desplegar luego de las legislativas de 2017, y que debió guardar en el cajón ante la resistencia de la clase trabajadora en diciembre. Este plan de “reconquista” del apoyo de “los mercados” va de la mano de la entrega de jugosos beneficios al capital financiero, hoy engolosinados con el gran negocio de las LELIQ.

Pero esta política no tiene bases sólidas. La crisis política que viene atravesando el gobierno está lejos de haber terminado. Está basada en el desmanejo total de una economía marcada por recesión, desempleo, pobreza, y una inflación que llegó a récords históricos en septiembre. Solo el frente externo parece aliviarse momentáneamente a partir de los préstamos del FMI -cuyo efecto mediato será una carga aún peor para el país- y del gran espectáculo de la Cumbre de presidentes del G20.

La preocupación principal de Cambiemos sigue siendo la caída de la imagen de Mauricio Macri y su disputa en las encuestas con Cristina Fernández. Esto da lugar a un internismo creciente en la alianza gobernante, con amenazas de ruptura de Carrió, demandas del radicalismo para unas PASO de Cambiemos, el enfrentamiento entre las alas “política” y “dura” del PRO y el lobby de algunos sectores empresarios para una candidatura de Vidal a la presidencia.

El protagonismo de la Iglesia y la alianza con el peronismo

La concentración y misa realizada en Luján implicó un salto en el nivel de intervención de la Iglesia en la política nacional, de la mano del sindicalismo afín a Moyano y del campo del peronismo que lidera Cristina. Para la Iglesia este acto masivo sirve como una vía de fortalecimiento en momentos en que desarrolla su campaña contra los derechos de mujeres y colectivos disidentes. El saldo central de esa convocatoria fue la articulación de una alianza política entre la Iglesia, el sindicalismo nucleado en el Frente Sindical por el Modelo Nacional (encabezado por Moyano, Palazzo y Pignanelli, y acompañado por la CTA de Yasky) y el campo peronista kirchnerista, sirviendo como una plataforma de campaña de este sector. Las referencias políticas que estuvieron presentes en Luján expresan al kirchnerismo “puro” representado en dirigentes de La Cámpora, intendentes afines y ex funcionarios de gobierno, y a los sectores del peronismo que están apostando a una convergencia con Cristina, como es el caso de Solá.

Fortalecido por su alianza con el moyanismo y la Iglesia, y al contar con la única candidata que compite con Macri en las encuestas, el kirchnerismo se presenta fortalecido dentro de la interna peronista. Ese movimiento se expresa ahora en la ampliación de la Comisión de Acción Política (CAP) del PJ, cuyo punto de acuerdo es “un peronismo con Cristina”. Presidida por Gioja y vice-presidida por Scioli, la “mesa redonda” incluye a Insfrán, Marín, Rojkés (esposa de Alperovich), Rossi, Alberto Rodríguez Sáa, “Wado” De Pedro, y recientemente fueron incorporados Santa María, Daer, Pignanelli, Moyano y Solá. Los últimos tres, coprotagonistas de la misa de Luján, junto al kirchnerismo.

Desde fuera del peronismo, pero orbitando hacia él, confluyen dos sectores enraizados en movimientos sociales. Por una parte, el Frente Patria Grande encabezado por Grabois (CTEP) ya subordinado a la dirección kirchnerista. Y por otra el nuevo bloque parlamentario que integra el Movimiento Evita junto a sectores provenientes de la ruptura de Libres del Sur encabezados por Donda, y otros provenientes del Frente Renovador encabezados por Solá.

Como contraparte, el campo del peronismo autodenominado “racional” de Urtubey, Massa, Pichetto y Schiaretti tiende a cerrarse sobre sí mismo, lo que se expresa en la imposibilidad de Massa de retener a Solá, Arroyo, Facundo Moyano y demás diputados enfrentados con la línea mayoritaria del Frente Renovador. La campaña xenófoba de Pichetto tras la detención de inmigrantes parece orientada en el mismo sentido de consolidar un campo que, junto a Urtubey, dispute el sentir más conservador de la población, ante el desgaste del macrismo. El apoyo de este sector, a través de la liga de gobernadores, al Presupuesto del ajuste, da cuenta de esta perspectiva antipopular. Aún así, entre los aliados de este cuarteto están quienes –con encuestas en la mano- siguen sosteniendo la necesidad de una articulación con Cristina, preocupados por la falta de perspectiva de triunfo que ven en un “peronismo dividido”, orientación que refleja Daer, una de las dos cabezas de la CGT, o los gobernadores Manzur (Tucumán) y Uñac (San Juan), por ejemplo.

Una salida desde la izquierda

Para el movimiento popular, el creciente protagonismo de la Iglesia acarrea un problema político muy sensible, ya que atenta contra el sostenimiento y triunfo de las reivindicaciones más sentidas y urgentes del ascendente movimiento feminista, como es la aprobación de la ley de interrupción voluntaria del embarazo y la implementación efectiva de la educación sexual integral en las escuelas. En este marco, el reforzamiento de un peronismo que exalta su concepción católica y que cuestiona al “capitalismo salvaje” desde una perspectiva redistributiva que implica la garantía de la paz social, de la propiedad privada y del respaldo a instituciones retrógradas como la iglesia, da cuenta de una tendencia que no es nueva en nuestro país.

Ahora, a partir de la tarea necesaria de derrotar a Macri, vemos el impulso de un proyecto de recambio, con el aval del Papa y sectores del empresariado, apoyado en las viejas estructuras de la burocracia sindical y en el PJ. Sin duda, puede haber bases genuinas que apuesten a derrotar con quien sea a Macri. Pero en política lo que manda es la fuerza y quien dirige impone una direccionalidad sobre la que no podemos promover ilusiones. Gobernadores de la Barrick Gold como Gioja, el represor y expropiador de comunidades originarias como Insfrán, el ausente previsional Scioli, el representante del Smata entregador de laburantes, y uno de los responsables políticos del asesinato de Darío y Maxi como Solá (quien además tuvo el cinismo de confesar en la sesión del 24 de octubre lo ya sabido: que la policía actúa por decisión y orden política), sin dejar de mencionar a Moyano, al tribuno de la tregua cegetista Daer, no dan lugar a dudas de la orientación de ese rearmado.

Lamentablemente la llamada “izquierda popular” abreva a ese proyecto, sumando legitimidad social pero sin posibilidad de dar una disputa por la orientación general. Basta ver cómo los pañuelos verdes se guardan en ciertos contextos y cómo la consigna de NO al pago de la deuda externa se sacrifica en pos de un “realismo” político que siempre termina reforzando a quienes detentan el poder real.

Sin duda, la izquierda anticapitalista tiene una oportunidad para redoblar la unidad y expresarla en todos los terrenos. Necesita, para eso, superar la fragmentación y falta de iniciativa de cara al pueblo que se viene expresando en la realización de actos y llamamientos separados, a contramano de una situación en la que el FMI, Macri y el G20 ajustan y el PJ se rearma. En este sentido, el FIT tiene una responsabilidad central, pudiendo ser la punta de lanza de campañas e iniciativas de masas que deben apostar a la participación de todas las organizaciones y de todo el activismo que acompaña la necesidad de una salida por izquierda a la crisis actual.

Desde Venceremos – Partido de Trabajadorxs, y como parte de Poder Popular, seguimos apostando a redoblar la unidad de la izquierda, a potenciar la unidad de acción de los sectores obreros y populares que torció en diciembre la coyuntura política y a defender la lucha en las calles levantando banderas que no pueden ser dejadas de lado por un acuerdo electoral, ya que expresan reclamos vitales de nuestro pueblo trabajador.

No al pago de la deuda externa.

Aprobación inmediata del aborto legal, seguro y gratuito.

Implementación efectiva de la educación sexual integral.

Por una Argentina sin hambre ni explotación.

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