La ofensiva neoliberal de Cambiemos se agudizó cristalizándose en la sanción de la reforma previsional acompañada de la militarización del centro de la Ciudad de Buenos Aires. Pero la avanzada represiva del gobierno, se encontró con una formidable reacción popular que desbordó todas las previsiones y expresó a distintos sectores sociales y políticos que se encontraron en las calles peleando juntos. El protagonismo y los desafíos desde la izquierda.

Nuevamente diciembre nos encuentra en las calles peleando. Envalentonado por la victoria electoral y con el apremio de los sectores empresariales el gobierno de Cambiemos pretende concretar las distintas reformas con las que las clases dominantes – con el gobierno más adepto a sus intereses en décadas a la cabeza-, buscan adecuar las condiciones estructurales de nuestro país a las necesidades actuales del capitalismo.

Este paquete enormemente antipopular va de la mano con los designios de los organismos internacionales de crédito y representantes del imperialismo (como el FMI, el Banco Mundial y la OCDE) cuyas “recomendaciones” pasan por reducir el gasto fiscal (es decir que el estado gaste menos en educación, asistencia social, salud, etc.) y por generar mejores condiciones para las inversiones (léase que los empresarios avasallen con más facilidad los derechos de las y los laburantes y que estos pierdan aún más su poder adquisitivo). En esta línea se enmarcan todas las medidas tomadas por el macrismo hasta aquí, que implicaron una fenomenal transferencia de recursos a los sectores más concentrados del capital.

En sintonía con estas políticas debe leerse la cumbre de la Organización Mundial del Comercio (OMC) realizada en nuestro país, en la que tanto Macri como Temer, principales referentes de la derecha latinoamericana, tenían expectativas de sellar acuerdos comerciales que dieran algo de aire a sus economías en crisis. Nada de esto ocurrió. Incluso el pre acuerdo del Mercosur con la Unión Europea propagandizado los días previos no logró concretarse y tampoco bastó la militarización de la Ciudad de Buenos Aires y la represión a los movimientos sociales para que los secretarios de comercio de las principales potencias dieran señales satisfactorias.

La lucha contra la reforma previsional

En este marco general es que el gobierno pretendió avanzar con la reformas previsional y tributaria. En primer lugar, tras aprietes y negociados varios, se impulsó la sanción de la reforma laboral, avanzando mucho más de lo propuesto en un comienzo: el gobierno giró al Congreso un proyecto de ley que modifica profundamente los convenios colectivos de trabajo y da por tierra con derechos históricos de la clase trabajadora. Ello generó la oposición abierta no sólo de sectores del sindicalismo más combativo sino dentro de la propia CGT, evidenciándose disidencias y grietas dentro del triunvirato como en la manifestación del 29 de noviembre, llegando incluso a plantearse la posibilidad de un paro general en caso de que se tratara la ley.

El gobierno – con una crítica situación de déficit fiscal que no puede sostener en el mediano plazo- decidió avanzar entonces en primer lugar con la reforma previsional. La reforma para saquear los fondos del ANSES establece una disminución en el monto que cobrarán los jubilados y ata los aumentos al ajuste por inflación, pauta una extensión de la edad jubilatoria, promueve la incorporación del régimen privado en el sistema, incluyendo también recortes en la Asignación Universal por Hijo. El cambio en la fórmula de indexación, sustrae 100.000 millones de pesos al sector y reduce a la mitad los aumentos proyectados para el año que viene. Esa confiscación brutal que representa casi el doble de lo concedido con la “reparación histórica” golpea a los sectores más vulnerables de la sociedad sensibilizando a vastos sectores de la población, incluyendo a una parte de la base electoral del macrismo.

Por otra parte, al recortar la AUH y ampliar aún más las condiciones de precarización, fueron los movimientos sociales quienes primero se organizaron y salieron fuertemente a las calles el 13 de diciembre, jugando un papel sumamente dinámico en el desarrollo de la protesta social. El movimiento piquetero y las organizaciones sociales – entre las que se destacó la presencia del Frente de Organizaciones en Lucha (FOL) en unidad de acción con el triunvirato constituido por la CTEP, CCC y Barrios de Pie-, fue fundamental. La enorme manifestación del miércoles 13 dio inicio a lo que serían las contundentes protestas posteriores. El operativo de las fuerzas represivas para evitar el acampe planeado frente al Congreso Nacional anticipó lo que se sería el despliegue militar de los días siguientes.

El dispositivo de fuerzas de “seguridad” que acompañó a la sesión del 14 de diciembre (más de 1500 efectivos entre Gendarmería, Policía Federal, de la Ciudad , Prefectura y Policía Aeroportuaria bajo las órdenes de un comando unificado que se creó para la reunión de la OMC y que mantendrá su existencia hasta la cumbre del G20 en 2018) planteaba desde el inicio que esa jornada no iba a ser una más en la lucha contra el ajuste, y evidenció la escalada represiva del gobierno que avanza en la construcción de un estado de excepción apelando a una represión generalizada y brutal que no respeta las más mínimas garantías constitucionales. Tanto para el gobierno como para el conjunto del campo popular la pelea que se jugaba ese día era trascendental. Poco antes de que comenzara la sesión se desató la represión que se extendería por más de 6 horas, en la que jugó un rol protagónico la Gendarmería. Sin embargo, la respuesta popular fue contundente. Ensoberbecidos por el triunfo de octubre, en los cálculos de los CEO´s la variable de la lucha de clases aparecía de manera marginal, pero fue y es esa variable la que inclina la balanza.

Lucha de calles

Dentro de la masiva movilización, fuimos cientos quienes hicimos frente a las fuerzas represivas. Fuimos miles quienes nos mantuvimos movilizados acompañando a esas primeras líneas de compañeras y compañeros que aguantaban los embates de las balas de goma y los gases lacrimógenos con el objetivo de lograr la suspensión de la sesión parlamentaria. La masividad de quienes permanecieron resistiendo durante 6 horas en las calles aledañas al Congreso desmiente cualquier intento de estigmatizar y tildar de violentos infiltrados a quienes combatieron a fuerza de piedras y gomeras contra camiones hidrantes, itakas, cascos, máscaras y escudos de las fuerzas represivas del Estado. En ese sentido, fue destacado el papel jugado por las organizaciones de izquierda que sostuvieron las primeras líneas, con una importante disposición al combate desde muy temprano en la mañana que fue acompañada por la enorme movilización de masas que lejos de amedrentarse concurrieron al centro porteño a expresar su rechazo a la ley y a la militarización y blindaje del Congreso.

En ese sentido, no es menor destacar la articulación virtuosa que se logró entre el plano callejero y el institucional. Al tiempo que se desarrollaban los enfrentamientos en la calle la intervención de los diputados de izquierda y del kirchnerismo fue fundamental en la acción conjunta de la oposición parlamentaria para evitar que haya quórum. La enorme resistencia y combatividad popular – clave en el triunfo de esa jornada- se potenció entonces desde adentro mismo del Congreso, lográndose efectivamente el levantamiento de la sesión, lo que constituyó una primera e importantísima victoria del campo popular. Producto de la radicalización de la movilización que respondió a la violencia estatal, se logró evitar la aprobación de la ley.

Ante ello, el gobierno evidenció su furia desatando una cacería sobre el pueblo que duró horas y que terminó con más de 40 detenidos. Pero además, la solidez de un gobierno que parecía avanzar como una aplanadora mostró sus grietas: la propia Carrió salió a cuestionar el operativo represivo de Bullrich, y desde las usinas mediáticas la clase dominante manifestaron su preocupación ante la posibilidad de que Macri sacara por decreto la reforma. Tan importante fue la manifestación y la modificación de la correlación de fuerzas que la burguesía local, con memoria histórica, instó a sus representantes a evitar medidas que pudieran poner en peligro la gobernabilidad.

Durante el fin de semana el gobierno logró cerrar acuerdos con los gobernadores y senadores de las provincias a partir de poner sobre la mesa el pacto fiscal acordado, financiado principalmente con recursos provenientes de este recorte previsional. El ajuste económico y la crisis que viven las economías provinciales constituye un elemento central para explicar este pacto. Los gobernadores – incluyendo kirchneristas como Alicia Kirchner y cuentapropistas justicialistas como Rosana Bertone – fueron claramente presionados con el recorte de fondos, lo que en muchos casos significaría lisa y llanamente estallidos sociales provinciales. Sin embargo, en lugar de exponer la maniobra extorsiva y negarse a aceptarla, indicaron a sus diputados que aprobaran esta reforma, garantizándole la gobernabilidad al macrismo.

Para la sesión del lunes 18 – dadas las repercusiones mediáticas de la salvaje represión del 14- el gobierno dispuso un operativo en manos principalmente de la policía de la Ciudad a cargo del ministro de Seguridad de CABA Martín Ocampo. Conteniendo un vallado de dos cuadras a la redonda del Congreso, el objetivo era mostrar a una fuerza que sólo contenía la movilización popular para evitar en las cámaras de televisión y fotografías las imágenes de la jornada anterior y lograr legitimar una represión posterior que se sabía ocurriría. Además, se implementaron todos los mecanismos para desmovilizar a la población. El paro, no paro y luego paro sin movilización de la CGT desde las 12 hs buscaba amedrentar a quienes no tendrían transporte para regresar a sus hogares. Los retenes policiales y requisas a micros que se trasladaban desde el conurbano buscaron desactivar la llegada de contingentes de organizaciones sociales de los barrios más combativos y con tradición de lucha como Florencio Varela y La Matanza.

Pero a pesar de todo ello, el pueblo salió a las calles de manera contundente, disponiéndose a hacer todo lo posible para que se levantara nuevamente la sesión como se había logrado el jueves previo. Distintos sectores de la clase trabajadora, organizaciones políticas, trabajadores precarizados y movimientos sociales, con un importante recorrido y experiencia de lucha, nos movilizamos al Congreso dispuestos y dispuestas a dar pelea. La movilización fue tan enorme que se estima en medio millón de personas, superando todas las expectativas.

Nuevamente la jornada estuvo protagonizada por la resistencia popular expresada tanto en la enorme movilización como en la decidida acción directa de un sector importante que volvió a resistir durante horas la represión que una vez más atacó brutalmente luego de que la policía atacara a los sectores más cercanos al vallado con la consiguiente respuesta a pedradas de quienes nos habíamos movilizado. Esta resistencia fue la que nuevamente casi tuerce el brazo del gobierno logrando la suspensión de la sesión. Pero la determinación del gobierno fue aprobar la ley a como dé lugar, aun con el enorme costo político que eso conllevaba. Así, se dispuso dispersar la “Plaza de los dos Congresos” a fuerza de gases lacrimógenos y balas de goma, haciendo que las columnas se replegaran hasta la Av. 9 de Julio, con un saldo de cientos de heridos, que incluyen a 4 compañeros que perdieron un ojo, un hombre que fue pasado por encima con una camioneta policial y podría haber muerto. Finalmente se produjo la ya habitual caería en la desconcentración en la que fueron detenidas 80 personas.

La aprobación de la ley también puso de manifiesto la farsa de esta supuesta democracia que nada tiene de gobierno del pueblo. La obediencia de los diputados al mandato de sus gobernadores bajo la presión del macrismo melló aún más la legitimidad de un parlamento ya desprestigiado: mientras se repetían discursos en defensa de la institucionalidad, lo que era obvio eran las amenazas, presiones y represión para garantizar una vez más un saqueo a los sectores más golpeados del pueblo. La indignación tanto por lo que se estaba por aprobar puertas adentro como por la represión de ese mismo día llevó a un sector de las clases medias urbanas a salir a las calles, inclusive en lugares inesperados por ser bastiones del macrismo. Las operaciones desde todos los grandes medios de comunicación para tildar de violentos a quienes combatieron y resistieron durante la jornada no funcionaron. Recuperando las formas de protesta que comenzaron a desplegarse en las jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001, durante la noche comenzaron a desarrollarse cacerolazos espontáneos en distintos puntos del país como Córdoba, Mar del Plata, Mendoza, Neuquén, Rosario y en distintos puntos del conurbano bonaerense. En CABA las manifestaciones que comenzaron en distintos barrios, hacia la medianoche colmaron nuevamente las inmediaciones del Congreso siendo otra vez reprimidos.

Cambiemos, con el apoyo del PJ y la ausencia cómplice de entre otros, Daniel Scioli, logró con 127 votos aprobar la ley recién a las 7 de la mañana del 19 de diciembre. Sin embargo, las jornadas del 14 y del 18 abrieron una nueva etapa en la disputa del campo popular contra el proyecto neoliberal del macrismo, que plantea nuevos desafíos y tareas.

Perspectivas

Las jornadas de lucha contra la reforma previsional estuvieron caracterizadas por la masividad y la combatividad de las movilizaciones de vastos sectores de la sociedad, tanto del movimiento piquetero y trabajadores y trabajadoras precarizados como del movimiento obrero organizado, y también sectores de clase media, profesionales.

El papel de las organizaciones políticas de izquierda fue fundamental a la hora de sostener la resistencia a la represión, pero también -y de manera articulada- para visibilizar dentro del Congreso la política de ajuste y saqueo que se estaba concretando. Desde la izquierda se ha jugado un rol importante también en la articulación de los diversos movimientos de trabajadores y trabajadoras desocupados y precarizados, que han sido fundamentales en el despliegue y capacidad de movilización y combatividad en las jornadas; movimientos que han incrementado su experiencia durante todos estos años de lucha y que han crecido a partir de las políticas hambreadoras del macrismo. Lo mismo que ocurre en el movimiento de organizaciones de derechos humanos, donde la izquierda ha impulsado iniciativas fundamentales para enfrentar la política represiva del gobierno sobre todo desde el Encuentro Memoria Verdad y Justicia. Y también, aunque en menor medida, desde las construcciones de las organizaciones sindicales antiburocráticas y con perspectivas clasistas que impulsamos la lucha y organización obrera en cada lugar de trabajo. Mientras por otro lado, las conducciones burócratas y traidoras que se encolumnan en la CGT, jugaron un papel que constituye sin lugar a dudas uno de los más nefastos en las páginas del movimiento obrero argentino. En ninguna de las jornadas convocó a acciones contundentes para enfrentar a las políticas del gobierno, sino que se conformó con anunciar paros ridículos al día siguiente de los hechos, que ni siquiera llegaron a concretarse. La crisis interna y el nivel de descrédito son tales que el triunvirato autorizó a las seccionales y sectores que se quisieran movilizar a hacerlo, aunque la cúpula se limitó a denunciar la posibilidad de “acciones violentas” por las que no se sumaban a la protesta.

La unidad expresada en las calles nos encontró a compañeros y compañeras de las más diversas tendencias políticas dando la misma disputa. En la calle nos encontramos juntos peleando contra la ofensiva neoliberal, el saqueo y la represión del macrismo.

Desde nuestra perspectiva, se debe apostar a la construcción de una unidad de todos los sectores en lucha que permita enfrentar las políticas de gobierno. Pero esa unidad, que es primordial para las luchas que se vienen, no debe corrernos de la necesidad de construir una verdadera alternativa política de las y los de abajo. Una tarea fundamental entonces, es lograr que la ebullición social de estas últimas semanas sea profundizada y aporte a un proyecto político superador.

Estamos dispuestos y dispuestas a ir a fondo para construir un proyecto realmente anticapitalista que permita abonar a la emancipación de nuestro pueblo. En ese camino, y como quedó evidenciado durante las pasadas jornadas en una potente acción común, entendemos que debemos confluir en la lucha con sectores de la clase trabajadora y el campo popular que hoy se encolumnan en el kirchnerismo. Pero para ello será necesario que las bases del kirchnerismo tomen una definición: ¿se recostarán otra vez en el PJ y en la defensa de la institucionalidad y la gobernabilidad? ¿o estarán dispuestas a mantener la unidad de acción en pos de defender los intereses populares? ¿Se despegarán de los senadores del Frente para la Victoria que han votado las leyes de ajuste, o los de Unidad Ciudadana que votaron el proyecto del IPS de Vidal?

En momentos en que luego de dos años de ofensiva del macrismo se ha logrado una primera y muy importante victoria parcial para el campo popular, con masivas y combativas movilizaciones callejeras que han tenido un altísimo costo político para el gobierno, entendemos que debemos seguir apostando a la movilización unitaria, convocando a todos aquellos que estén verdaderamente dispuestos a dar pelea.

Desde el movimiento popular, retomando las mejores experiencias de lucha, podemos superar la atomización que venían teniendo las disputas importantes pero parciales. Como quedó demostrado en estas importantes jornadas, en la lucha de calles, donde se dirime realmente la lucha de clases, podemos ganar nosotros/as.

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