Desde “A vencer” entrevistamos a Guillermo Gigliani, economista, docente de UMM, especialista en “Dinero, Crédito y Bancos” y miembro del colectivo EDI (Economistas de Izquierda).

A Vencer: ¿Cuáles son los factores que precipitaron la crisis? ¿Puede considerarse que se ha revertido?

Guillermo Gigliani: A fines de abril de 2018 estalló la crisis cambiaria que, en pocas semanas, generó una extraordinaria salida de capitales. El dólar saltó de 20 a 30 pesos aunque a fines de julio retrocedió a un valor de 28. A  su vez, las tasas de interés se mantienen en los elevados niveles de la corrida cambiaria. Así, en la última licitación de Lebac (15 de julio) el BCRA pagó el 46.5% anual sobre esos títulos públicos. La aceleración de la inflación y la reducción sufrida por el salario y el empleo abrieron un marcado curso recesivo. En mayo la economía se hundió un 5.8% (contra mayo 2017), la mayor caída en 9 años. Los diversos pronósticos ubican la inflación de 2018 por encima del 30%. Ello significa una profundización del deterioro social que disminuirá el ingreso de los trabajadores y sus niveles de empleo y agudizará las condiciones de pobreza y de indigencia.

El gobierno de Cambiemos afrontó la crisis financiera vendiendo reservas internacionales. Además, obligó a los bancos comerciales a colocar en el mercado una parte de sus divisas, restringió la emisión monetaria y fijó una meta fiscal más severa, dado que redujo la meta del déficit primario fiscal para 2018 del 3.2% al 2.7% del PIB. Sin embargo, la persistencia de la inestabilidad cambiaria empujó a Macri, a mediados de mayo, a remover a Sturzenegger de la presidencia del BCRA y a solicitar un préstamo al FMI por 50.000 millones de u$s. Este organismo aprobó ese pedido con inusual rapidez y la concesión de ese crédito fue acordada junto con un programa de ajuste que fija un horizonte duro para los próximos años. Es así que se estableció un déficit fiscal primario del  1.3% en 2019 y un equilibrio en 2020. La meta de 2019 lleva a Macri a reducir fuertemente la obra pública en un año electoral, en el que las chances para renovar su mandato cada vez están más comprometidas por la crisis. Del monto total aprobado por el FMI ya fueron desembolsados 15.000 millones u$s y el resto vendrá en cuotas trimestrales, condicionado al cumplimiento de las pautas fiscales e inflacionarias comprometidas. Además ese financiamiento de 50.000 millones u$s cubre las necesidades de la actual gestión de Macri y parte del gobierno que asumirá en diciembre de 2019.

AV: ¿Cuál es la vulnerabilidad externa del país con Macri?

GG: Al lado de la cuestión fiscal, la Argentina atraviesa por un extraordinario problema del sector externo, causado por pagos de vencimientos de deuda e intereses, por el déficit en la balanza comercial, en la balanza de turismo y en la de servicios. El deterioro externo explica por qué el riesgo país se mantiene en los 570 puntos frente a los 340 de hace siete meses (diciembre 2017). La vulnerabilidad cambiaria y el rigor del plan de ajuste del FMI tendrán impactos sociales y económicos sumamente negativos. Dentro de la coalición gobernante, la UCR debería recordar de qué manera Alfonsín y De la Rúa sufrieron los rigores de la austeridad del Fondo.

El préstamo de 50.000 millones u$s del FMI resulta insuficiente para afrontar todos los compromisos que tiene el país y, por eso el gobierno se ha lanzado a conseguir otras fuentes de dólares. Por un lado, ha acudido al Banco Mundial y otros organismos internacionales. También busca créditos en bancos centrales, como el Banco de China. Asimismo, se ha lanzado a emitir títulos en dólares de corto plazo, denominados Letes que hoy totalizan un stock superior a los 15.000 millones de u$s. En lo que resta de 2018, sus vencimientos ascienden a 10.000 millones u$s y en 2019, a 5.000 millones u$s.

Más allá de conseguir estos fondos, en lo decisivo, la suerte del sector externo depende de cómo evolucione la fuga de capitales en los próximos catorce meses. Desde que estalló la crisis, continúa la demanda de dólares y el BCRA se ve obligado a vender reservas diarias del préstamo del FMI por 100 millones u$s para poder mantener su cotización en 28 pesos. Esos fondos se le agotarán en octubre y, a partir de entonces, la escasez de divisas se hará sentir con mayor agudeza. Cada vez más, incidirán los factores políticos porque si la oposición se perfila con chances de ganar las elecciones, recrudecerá la inquietud de los inversores por una eventual modificación de la actual política financiera y ello repercutirá en el mercado del dólar. Por eso no puede descartarse una nueva fuerte corrección del tipo de cambio. Aunque los consultores de la city exijan al gobierno todo el rigor para bajar el gasto público, todos ellos también reconocen los riesgos planteados por la constante salida de divisas al exterior.

AV: ¿Qué factores estructurales están detrás de la crisis de abril?

GG: Pare responder esa pregunta no es posible circunscribirse sólo a la crisis financiera abierta este año sin tener una perspectiva  más general. El capitalismo argentino se encuentra en una situación de estancamiento desde hace una década. El PIB por habitante de 2018 será igual al registrado en 2009. Esto es, tomando el segundo gobierno de Cristina Kirchner y la gestión neoliberal de Mauricio Macri. Es cierto que estos valores contrastan con el período de “tasas chinas” de crecimiento que obtuvo Néstor Kirchner en su gobierno, impulsadas por la existencia de una alta capacidad ociosa inicial que permitía crecer sin invertir y por la vigencia de niveles extraordinarios de precios agrícolas.

Pero las dificultades ya asomaron en 2011 cuando la Argentina perdió el autoabastecimiento de hidrocarburos. Asimismo, la política de atraso cambiario en esos años para frenar la inflación deterioró la balanza de pagos, redujo las reservas internacionales y empujó a Cristina Kirchner a implantar un control de cambios en 2013, a pocos días de su reelección con el 54% de los votos. Desde luego, la vulnerabilidad externa se vio agravada por la apertura importadora de Macri y por su política de endeudamiento sostenido.   Cabe destacar que estos diez años de estancamiento del PIB per capita coexiste con la obtención de altas ganancias por la burguesía y su transferencia al exterior. Ello significa que es la política económica la que traba el desarrollo de las fuerzas productivas en nuestro país.

AV: ¿Cuál es la situación del sector externo?

GG: Los datos de 2017 dan cuenta del estado de los rubros de la balanza de pagos. Ese año, el déficit de la balanza comercial argentina sumó 8.000 millones de dólares. Es cierto que en el segundo semestre de 2018 las importaciones van a caer fuertemente, pero ello va a verse contrapesado por la gran pérdida sufrida en las exportaciones agrícolas. Es decir, se mantendrá un desequilibrio significativo a pesar de la fuerte recesión. Además, la debilidad del sector comercial debe ser analizada tomando en cuenta un factor decisivo. En los últimos 25 años, la producción industrial ha sido cada vez más dependiente de la importación de bienes de capital, de insumos intermedios y de todo tipo de partes y accesorios para la fabricación local de manufacturas de cualquier tipo. Una medida de este problema es el balance de divisas (diferencia entre exportaciones e importaciones no agroindustirales) que ascendió a 33.000 millones u$s en 2013, a 32.500 millones en 2015 y a la extraordinaria cifra de 37.000 millones en u$s en 2017, impulsada por la política de apertura.

En 2017, la balanza de turismo rondó los 10.000 millones u$s (una cifra similar a la que se contabilizó en 2013) y su valor en 2018 sufrirá una significativa reducción por la devaluación. Por último, el levantamiento del control sobre los capitales establecida por Macri exacerbó la fuga de divisas. Esos montos fueron de 11.975 millones en 2016, 22.148 millones u$s en 2017 y de 16.676 en enero-junio de este año.  En este punto, cabe señalar que, sólo una parte (7.500 millones u$s) del préstamo del FMI puede destinarse a su venta a los especuladores. Esto significa que en octubre, cuando se agoten aquellos fondos, el gobierno deberá redoblar su búsqueda de divisas en los mercados financieros y en los bancos centrales del exterior.  Una nueva corrida cambiaria  significará una crisis muy difícil de ser remontada.

AV: ¿Hay un problema fiscal en la Argentina?

GG: Los medios hegemónicos, al igual que los partidos del sistema, repiten los postulados monetarios y fiscales del FMI. Una razón para hacerlo es que la burguesía que controla esos medios y partidos quiere pagar la menor cantidad posible de impuestos. Pero, en primer lugar, no es cierto que un país no pueda impulsar una recesión con gasto público porque desde Keynes todos los países del mundo utilizan esa herramienta. Otra cuestión distinta es la existencia de una situación de elevado déficit fiscal con estancamiento. Entre 2016 y 2017, el déficit (primario más estancamiento) estuvo alrededor del 6% del PIB. En 2018, no descenderá significativamente porque la baja del gasto primario se verá compensada por la suba de los intereses.  En este caso, se está frente a una crisis fiscal. Por otra parte, en un país cuyas clases dominantes no logran poner en marcha el sistema productivo, no es raro que el aparato estatal absorba mano de obra crónicamente desocupada. Naturalmente, frente a esta situación la solución es impulsar el crecimiento del PIB y la puesta en marcha de una reestructuración de los ingresos y de los gastos públicos en beneficio de la población, cobrando impuestos al capital y con una mejor y mayor distribución del gasto social, en vista de los índices de pobreza y de indigencia.

El estancamiento económico y la deuda externa son causas profundas que generan el déficit estatal de estos días.  La fuga de capitales es otro factor decisivo. No sólo sustrae recursos para la inversión sino que además evade el pago de tributos de diversa índole. En la Argentina la fuga de capitales, de acuerdo al BCRA, fue de 94.500 millones u$s entre 2007 y 2015 y de 50.700 millones u$s en lo que va del gobierno de Macri (enero 2016-junio 2018). Se trata de una suma gigantesca de 145.200 restada de la acumulación del capital y de la mejora de las condiciones de vida de la población en materia de salud, educación y vivienda. El tercer problema es la regresividad tributaria que existe en el país. Para el capítulo local de Tax Justice Network, los estratos de altos ingresos son los responsables del déficit fiscal en la Argentina. De acuerdo a cálculos de esa organización, en 2016 las maniobras de elusión y evasión de las multinacionales en el país ascendieron a 21.606 millones u$s. Esto es, 4.4% del PIB. Esto significa que se está frente a un mecanismo que oculta las ganancias generadas cada año en la Argentina y que a través de maniobras se escurren a paraísos fiscales para no pagar impuestos. Además de este problema, Tax Justice Network afirma la estructura tributaria nacional es hondamente regresiva dado que se basa en impuestos a la población como el IVA  y no a las personas de altos ingresos, como el impuesto a las herencias o al patrimonio neto.

En la Argentina, se requiere un programa de emergencia para enfrentar el FMI y resistir el ajuste. Pero también es necesario un plan económico y social que revierta la situación de atraso y estancamiento en que las clases dominantes vienen sumergiendo a la población trabajadora.

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