
El domingo 19 de enero está indicado como la fecha del inicio de la primera etapa del acuerdo por el alto el fuego en Gaza. Llega después de casi 16 meses ininterrumpidos de bombardeos, destrucción y muerte por parte del genocida estado sionista de Israel.
Quienes vivimos en estas latitudes no podemos ni imaginar el alivio que significa la posibilidad de acostarse y saber que al día siguiente se van a levantar, que no se despertarán con bombas, que llegará la ayuda humanitaria. La posibilidad de descansar, de reagruparse y rearmarse, en estas condiciones, no tiene precio. Que decir de la recuperación de cientos de prisioneros y prisioneras. Mucho para festejar.
Pero el sionismo sigue proyectándose, incluso a la sombra del derrumbe de la estrategia política-militar de la coalición más derechista que gobernó, desde su implantación, el colonial estado de Israel. Sus objetivos de aniquilar en Gaza a la resistencia armada del pueblo palestino y sus legítimas organizaciones ha sido un rotundo fracaso.
Una gran crisis se destapará en el territorio usurpado a los palestinos desde antes de 1948. Grandes enfrentamientos internos se vivirán en el seno del ente sionista. Sin embargo no nos equivoquemos. Estamos viviendo una tregua fruto del descalabro del gobierno sionista y de la presión de Trump quien, a pesar de no asumir aún como presidente, su intervención le impuso a Netanyahu y compañía un giro sustancial. Sin entrar a desmenuzar la política internacional que encarará el nuevo gobierno de EEUU, podemos inferir de las declaraciones y la historia reciente algunos puntos. El imperialismo necesita en esta etapa “el silencio de las armas” (que no es la paz) para avanzar en el proyectado Acuerdo del Siglo, que no es otra cosa que el desarrollo de relaciones políticas y comerciales de todos los países árabes con Israel para aislar a Irán. A cambio le seguirá reconociendo al sionismo el sostenimiento y avance de los asentamientos en Cisjordania. También necesita este escenario para continuar, en mejores condiciones, la confrontación con China por los mercados.
El colonialismo, así la historia lo demuestra, no se entrega jamás. Hay que desterrarlo, expulsarlo de las tierras usurpadas. Y en este caso concreto, es un paso indispensable para lograr la recuperación de todo el territorio, la Palestina libre del río al mar. De allí la gran sabiduría y el ejemplo que nos brinda el pueblo palestino. Tomaron las armas porque el imperialismo y el colonialismo no negocian. Se imponen a como dé lugar o hay que abatirlos en los campos de batalla.
La colonia española no se retiró, fue expulsada por las armas. El colonialismo francés, belga, alemán, inglés, etc., nunca aceptaron otra derrota que no haya sido por las armas. Es el único idioma que entienden los opresores de todas las épocas y de todos los colores. Con el opresor no se dialoga, se lo enfrenta y no precisamente con palabras.
Ahora comienza una nueva etapa (esperemos, porque siempre cabe la posibilidad que el sionismo, nuevamente, viole el acuerdo). Será una etapa muy compleja, donde el pueblo palestino deberá superar la destrucción total de su territorio, la destrucción total de sus espacios de la vida cotidiana, de los hospitales, las escuelas y universidades, de sus espacios culturales. Pero serán momentos difíciles que los pueblos del mundo deberán demostrar en la práctica la solidaridad que tanto se expresó en las calles. Por eso deberemos continuar la lucha solidaria con el pueblo y la resistencia con el objetivo de lograr dicha premisa y, fundamentalmente, la liberación del pueblo palestino.
La lucha deberá encaminarse para que, en primer lugar, los países que armaron y apoyaron al genocida hagan el mayor esfuerzo para reconstruir Gaza. Pero eso no lo harán por voluntad propia. Los pueblos movilizados deberán presionarlos para que ello ocurra. Además quienes no les vendieron armas, no le brindaron apoyo logístico y financiero, pero estuvieron y están apoyando al sionismo genocida (como Milei en la Argentina) también deberán hacerse cargo de la reconstrucción de Gaza. ¿Alguien se imagina que este presidente haga algo así por decisión propia? Por supuesto que no.
No será fácil. Seguirá siendo complicada la lucha solidaria con el pueblo hermano. Pero no hay alternativa.
Todo ha sido destruido y todo lo van a reconstruir. Será posible con la solidaridad concreta de los pueblos. Los mismos que ayudaron a visibilizar el colonialismo y sus terroríficas consecuencias. Los mismos que tendrán el desafío de mantener la fuerza más importante, la de los pueblos en lucha, por encima de gobiernos que especulan y coquetean con las potencias de turno. Varios gobiernos árabes no sólo les dieron la espalda, reprimieron a los pueblos por manifestarse a favor de Palestina.
Su ejemplo nos debe guiar. Se enfrentaron a los monstruos más poderosos de la tierra: Israel y los EEUU. Sin embargo estas potencias no los pudieron vencer. No los pudieron doblegar. Todo nuestro respeto y admiración por un pueblo invencible que puso en evidencia el accionar descomunal de un ejército armado con tecnología de última generación, pero incapaz de doblegar la moral y la firmeza que tienen los verdaderos dueños de la tierra. Así lo vemos en la resistencia de nuestros pueblos originarios, con quienes tenemos una deuda que saldar.
¡Viva la resistencia de los pueblos!
¡Viva la solidaridad internacional!
¡Viva Palestina Libre!