Para quienes reflexionamos, debatimos y declamamos sobre la necesidad de revolución y socialismo, pero que esencialmente buscamos hacerlo realidad y no vivir en el privilegio del recuerdo pasado y el quietismo presente, la experiencia triunfante del pueblo explotado de Cuba y su dirección, el Movimiento 26 de Julio, es sin dudas una de las fuentes más ricas de inspiración y enseñanza.

Haciendo trizas todos los manuales burgueses, de derecha, centro e izquierda, que conjuran etapas necesarias, hacen gala de un pacifismo irresponsable, van a la cola de cualquier opción populista y se entregan al parlamentarismo posibilista sin llegar siquiera al reformismo, el ejemplo revolucionario de Cuba irrumpe con una actualidad esperanzadora y desafiante para el estado actual de nuestros pueblos y sus “izquierdas”.

Sin, supuestamente, la precisión teórica y la pureza de método de los grandes “teóricos” del marxismo, el pueblo pobre de la bastardeada isla, amalgamado en plomo en su dirección, hizo posible la primera experiencia de construcción del socialismo en América y a partir de allí desarrolló una clara estrategia mundial y continental para la lucha revolucionaria, una vía real hacia el socialismo.

Desde entonces quedó más claro que antes que sin un destacamento de vanguardia y combate, plenamente fundido en el pueblo que la nutre y cobija, sin un programa político de gobierno y sin una estrategia definida de poder no hay política revolucionaria. Y sin política revolucionaria, la destrucción del sistema imperante en el presente y la creación del mundo futuro que necesitamos y soñamos, no es más que un conjunto inocente de buenas intenciones. Repasemos a la luz de la historia sus principales aportes tácticos y estratégicos con la intención de volverlos actuales.

Hijo de su tiempo, para el castrismo la revolución había entrado en su etapa final de lucha contra el imperialismo. Así, parte del hecho verdaderamente nuevo que se produce en la segunda posguerra: las contradicciones inter-imperialistas, que tanto favorecieron los procesos en Rusia, China y Europa Orienta, se habían tornado secundarias, por lo tanto se hacía imposible el triunfo de la revolución en un país por separado y al imperialismo «hay que batirlo en una gran confrontación mundial».

La táctica que responde a esta estrategia mundial es la creación de «dos, tres, muchos Vietnam”. En relación con esta estrategia mundial, el castrismo distingue tres continentes, en los cuales la lucha revolucionaria era una parte táctica de ese todo que es la revolución mundial. Los continentes fueron Asia, África y América Latina.

En primer lugar el castrismo determina el carácter de la revolución latinoamericana: socialista y antiimperialista. Luego determina su carácter de clase: campesino, obrero y popular, ya que las burguesías autóctonas no tienen capacidad, necesidad ni intención de oposición al imperialismo.

Con esta base, se determina el carácter continental de la lucha pero señalando claramente que dentro de esa estrategia continental, debía de partirse del desarrollo de revoluciones nacionales y regionales que si bien son tácticas en relación con la estrategia, constituyen la forma adecuada de comenzar la lucha.

Por último se debe señalar claramente como parte integrante de la concepción revolucionaria del legado cubano, el planteo de la unidad político- militar de la dirección revolucionaria. Como dirección revolucionaria de una realidad objetiva que se imponía, el castrismo se encontró en una América Latina donde no existían partidos revolucionarios fuertes, y en la época del gendarme mundial del imperialismo, crearlos era una tarea que demandaba una estrategia política y militar desde el inicio mismo de toda actividad revolucionaria. Por lo tanto, la tarea de construcción del partido y construcción de la fuerza militar para los verdaderos revolucionarios, van indisolublemente ligadas.

Hoy miramos esa revolución para tomar sus enseñanzas en un mundo diferente, donde las contradicciones del capitalismo mundial se agudizan y el gran gendarme que combatió Cuba está hoy perdiendo hegemonía con la aparición de otro bloque que le disputa mercados.  Vivimos una crisis orgánica del capital y la guerra interimperialista provocada por esa agudización de las contradicciones obliga al imperialismo y a quienes quieren suplantarlo en su dominación a poner sus mayores esfuerzos en esa disputa.  Ahí es donde se nos abre a los países dependientes la etapa de revolución.  Está en nosotros asumir ese rol histórico, como Cuba supo hacer. Preparar revoluciones y construir en esas luchas una nueva estrategia mundial.

Aquella revolución triunfante, que un día como hoy tomo el poder, e hizo de la derrota del Moncada un antecedente que mostró un camino real hacia la victoria; aquella revolución triunfante que transformó la sociedad cubana y sentó los cimientos de una nuevo ser humano; aquella revolución triunfante que se transformó en dirección del posterior proceso de auge revolucionario en Nuestramérica; aquella revolución triunfante que es ejemplo mundial de solidaridad, combate y obstinación es para nosotrxs hoy ejemplo de lo que necesitamos y queremos ser. Es deber de todxs lxs trabajadorxs dignxs y honradxs del mundo convertir el legado en realidad.

¡Venceremos!

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