La clase trabajadora se enfrenta a un dilema: avanzar por el camino de la rebelión o apostar a una salida institucional.
No caben dudas de la subordinación de los partidos patronales al FMI y a la embajada yanqui, más allá de diferencias menores.
El Frente de Todos cambió el nombre para no cambiar nada. Como si los sectores populares no nos diéramos cuenta que se “cambiaron de ropa” para engañarnos. Ante la reacción negativa de la base del kirchnerismo por la decisión que Massa sea el candidato, se aceptó la precandidatura de Grabois para evitar la fuga de votos. Pero tampoco engañan a nadie. Es una “zanahoria” que, a sabiendas, en las PASO lo van a votar y después seguirá funcionando el verso del mal menor, para enfrentar a la “verdadera” derecha, como si Massa fuese otra cosa.
Larreta, Morales, Espert, hacen campaña garrote en mano. Bullrich y los “halcones” señalan que esa represión es insuficiente. Milei y su camarilla de defensores de genocidas, banqueros e influencers filofascistas marcan agenda. Pero cuando escuchamos a Unión por la Patria nos queda claro que gane quien gane, hará las tareas que marca el FMI: extractivismo, entrega de bienes comunes, más ajuste fiscal en materia social, devaluación y reforma laboral con la consecuente represión y criminalización de la protesta.
Pero las rebeliones populares, como ahora sucede en Jujuy, como ocurrió en Chubut, rompen la lógica del frentismo de centro y centroderecha que pugnan por el control del estado.
Las opciones de la izquierda, lideradas por el FIT-U, no logran tampoco hacer pie en las amplias masas de tabajadorxs. Con listas compuestas por luchadorxs y laburantes, con quienes muchas veces compartimos peleas en común y listas antiburocráticas en sindicatos, este frente exhibe una lógica de campaña electoral que no critica al sistema, a las instituciones burguesas, sino que se esfuerza desesperadamente por ingresar al parlamento. Y por si fuera poco, juega un internismo que deja a la luz la mera lucha por cargos. Todo esto termina alimentando la expectativa de sectores de trabajadorxs en el parlamentarismo.
Planteamos esto a partir de nuestra profunda autocrítica por haber transitado una experiencia compartida dentro de dicho frente, cuando integramos Poder Popular.
Por lo tanto alentamos la rebelión a la que hay que proporcionarle un programa y con definiciones socialistas. No priorizamos la disputa en el plano electoral de este sistema, un terreno ajustado y pantanoso en contra de lxs de abajo. Por eso llamamos a no votar en estas elecciones.
Consideramos que la salida es desde los pueblos. Y nuestro pueblo tiene una histórica experiencia de lucha. Se debe promover y ayudar a organizar las rebeliones como las de Jujuy, Salta, Misiones, Chubut, Mendoza para crear las condiciones para la construcción de la necesaria fuerza social revolucionaria, y la construcción del poder popular. Esa es la tarea del momento.
La salida a esta crisis que sufrimos es una salida socialista. La discusión sobre qué opción de gobierno elegimos en estas elecciones, dentro de los límites del sistema, es una trampa. Necesitamos debatir como clase trabajadora cómo construimos la fuerza social revolucionaria que necesitamos para cambiar todo lo que deba ser cambiado, cómo enfrentar junto a millones de trabajadorxs a un sistema que lleva a la ruina del planeta y de la humanidad.
Quienes producimos la riqueza social con nuestro trabajo somos quienes mantenemos a una clase parasitaria, la burguesía, que vive del esfuerzo ajeno. Terminar con la explotación fue y sigue siendo una perspectiva irrenunciable para la izquierda revolucionaria. Estas orientaciones son parte de una perspectiva general: la de un gobierno de trabajadorxs con un protagonismo popular revolucionario que lo sostenga. No se trata de un recetario de medidas sueltas, sino de un gobierno de trabajadorxs que las implemente.