Conversamos con Sol Morell, integrante del Movimiento Amplio de Izquierda (MAIZ) y de Semillas de Rebelión, espacio socioambiental de Rosario. Agradecemos su predisposición a compartir sus vastos conocimientos que nos permiten tener una visión mucho más clara sobre el panorama más general de la producción del agronegocio, las consecuencias, quienes se benefician y quienes desarrollan la lucha socioambiemtal, el rol del Estado, la necesidad de las luchas y cuáles son sus ejes centrales. Publicamos aquí la entrevista completa, cuyo adelanto habíamos publicado en la edición impresa de nuestra revista de marzo/abril.

 

Venceremos: ¿Cuál es la situación en Rosario en relación al agronegocio?

Sol Morell: Rosario ha sido caracterizada como la capital de la agronegocio. Una ciudad importante enclavada en la Pampa húmeda. Si bien Argentina históricamente es productora de materias primas, en los años 90, cuando se incorpora masivamente la soja transgénica, esta zona adquiere un rol central y en ese sentido Rosario pasa a ser el lugar al cual llegan los ingresos de las ganancias de la producción sojera y también se desarrolla como centro financiero. Es decir que es el lugar donde se vincula la producción del agronegocio con lo financiero.

Cabe señalar que el agronegocio es el motor de la economía a nivel nacional y en nuestra provincia es el cultivo principal.

Nosotres, les compañeres de MAIZ, decimos que esta es una lucha anticapitalista que tiene distintas aristas. Es una lucha anticapitalista porque entendemos que el agronegocio es la manera en que se expresa el modo de producción capitalista en nuestro país, que se inserta en este modelo internacional como país dependiente proveedor de materias primas, principalmente a través de la agronegocio. Esto implica la concentración económica de tierras y también la concentración de todas las problemáticas socio-ambientales vinculadas a ello: las fumigaciones; la producción de transgénicos; la contaminación de la tierra, el aire y el agua; las enfermedades. Además de la falta de agua y de tierras para la vida digna.

Si bien en Rosario no hay producción agrícola propiamente dicha sino producción huertera en los márgenes de la ciudad, toda la ganancia de la producción agrícola se invierte en especulación inmobiliaria, es decir, edificios enteros vacíos porque son construidos para la especulación no para vivienda. Por otro lado los expulsados de este modelo agrícola, los campesinos, los originarios, pequeños productores, fueron desalojados por la fuerza o por razones económicas, ya que en un momento dejaron de producir por no poder competir. Dada la imposibilidad de no poder capitalizar en maquinaria, toda esa gente pasó a conformar los cordones de pobreza en nuestras villas.

En los alrededores de Rosario, de pueblos y ciudades se puede ver en forma manifiesta las problemáticas vinculadas a la fumigación. Por ejemplo, niveles récord de contaminación por agrotóxicos en los ríos.

 

VPT: ¿Cuál es el rol que está jugando el Estado?

SM: Nosotros decimos que en los tres niveles, tanto municipal como provincial y nacional, a lo largo de los años y más allá del color político del gobierno circunstancial, tienen un rol fundamental de promoción del agronegocio. Más allá de las declaraciones en contra de las consecuencias de la agronegocio, más allá de la promoción de políticas públicas que se promocionan como alternativas al agronegocio, como cuando se habla de las huertas de producción agroecológica, desde este Estado capitalista no puede haber alternativa ya que quedó demostrado a lo largo de las décadas, que dos modelos productivos no pueden convivir sino que el modelo productivo de la agronegocio capitalista necesita avanzar sobre la tierra, necesita fagocitar a otros modelos.

Las políticas públicas crean un manto de diferencia para blanquear al agronegocio y acallar las voces de resistencia, sobre todo a quienes critican el modelo, es la zanahoria para dejar conformes aquellos que luchamos contra el agronegocio. Esas políticas públicas, no son complementarias sino son parte desde lo económico y político, desde las leyes, desde los acuerdos que se hacen con las distintas empresas para, precisamente, impulsar el agronegocio.

VPT: ¿En relación a la ley de humedales cuáles son las expectativas?

SM: Por un lado están las expectativas de buena parte del movimiento socioambiental en general y, por otro, las expectativas de sectores minoritarios entre los que se encuentra nuestro espacio.

El movimiento ambientalista viene llevando una lucha muy importante en contra de la quema de los humedales. Ha sido muy exitosa desde el punto de vista de visibilización, en términos de organización, ya que tanto en Rosario como en la región se han desarrollado movilizaciones como nunca antes por cuestiones estrictamente ambientales. Eso derivó en una generación de expectativas en relación a la solución a través de la ley de humedales y especialmente a través de una ley que había sido consensuada y presentada en el Congreso, y ello generó que buena parte de ese enorme cúmulo de luchas de organización derive estrictamente en la lucha legal. En su comienzo había muchas posibilidades de lucha, de salir a la calle, cortar el puente, vincular con otras luchas, y sobre todo lo más interesante, es que gente que nunca había visto cierta problemática empieza a entender las problemáticas en términos generales, partiendo de la resultante de un modelo productivo.

Desde nuestro punto de vista no hay ninguna expectativa con esta ley de humedales ni con ninguna otra. En primer lugar entendemos que la quema de los humedales como la de los bosques, todas las que hemos visto este último tiempo, responden a la necesidad de acomodar las tierras para proyectos inmobiliarios o para la producción sojera o ganadera, es decir para las necesidades del mercado. No solamente en nuestro país, si no que hablamos del mercado internacional. Una ley no va a poder detener esto.

Por otro lado también entendemos que es irrisorio pedirles a los representantes políticos en las distintas legislaturas de los sectores que se benefician con el agronegocio defiendan los intereses del pueblo.

En tercer lugar, en la Argentina ya existen leyes. Desde la Constitución hasta leyes del cuidado del medio ambiente, la ley de bosques, la ley de glaciares, que tenían un fin de protección del medio ambiente como un derecho humano, nunca han sido aplicadas.

Más allá de las leyes caracterizamos al sistema judicial como parte de este sistema capitalista, que no actúa para que se cumplan las leyes. Por lo tanto no tenemos expectativa. Más allá que sí puede ser interesante que en algún momento esto sirva para poner el tema en el debate en la población. Porque la población muchas veces cree que las leyes pueden resolver estos problemas. El debate debe permitirnos derribar el mito que las leyes van a solucionar nuestros problemas.

 

VPT: ¿Cuál sería la alternativa para modificar esta situación?

SM: En primer lugar, para nosotros, es tomar conciencia de que tanto la quema de los humedales como todas las quemas que venimos sufriendo y los problemas mencionados anteriormente, son parte de una problemática mucho más amplia relacionada a un modo de producción. En ese sentido vincular las luchas socioambientales desde una perspectiva anticapitalista en unidad con todas las luchas, a lo largo y ancho de nuestro país, es lo que puede lograr la victoria de las cuestiones particulares. Y por otro lado la gran fortaleza de los sectores populares no solo es vincular las luchas en nuestro país, sino incluso con las de otros países, porque esta problemática también se vive en toda Latinoamérica. Tenemos mucho para aprender de la lucha de otros pueblos.

Se deben vincular todas las luchas sectoriales y populares. La luchas por los derechos humanos, por los bienes comunes, por el derecho a la salud. También con la lucha de los trabajadores y trabajadoras que sufren los problemas como consecuencia de este modelo de producción.

Solemos escuchar: todos nos vemos afectados de la misma manera. Sin embargo, tanto la crisis climática como la pandemia que hemos atravesado, como la contaminación por agrotóxicos, no discrimina a la hora de afectar a la población, pero la diferencia está en las condiciones en que nos encontramos para enfrentar estos problemas, y en ello es determinante el carácter de clase. La falta de agua no la sufre de la misma manera quien tiene acceso al agua en forma privada que quien no tiene recursos económicos. Las personas que están afectadas que se enferman por la fumigaciones enfrentan y combaten las enfermedades según donde viven y si tienen acceso o no a la salud.

Este modelo de agronegocios no solamente arrasa con los territorios sino también se lleva la vida de los trabajadores. En el cordón industrial podemos ver cientos de casos de trabajadores que además de explotarlos, de extraerle plusvalía, se les extrae la vida, ya que las empresas quieren optimizar sus ganancias a partir de tener a sus trabajadores en condiciones paupérrimas, que por falta de condiciones de seguridad miles de trabajadores que pierden la vida a consecuencia de la fumigaciones, por trabajar en contacto directo con los agrotóxicos.

Nos preguntamos ¿cuál sería, entonces, la solución? No nos cabe duda que la unidad de los sectores populares, de los trabajadores y las trabajadoras, la unidad de las distintas luchas desde una perspectiva anticapitalista y por supuesto anticolonialista e internacional.

 

VPT: ¿Qué nos podés informar sobre el escrache al 1º lote de soja?

SM: El remate del primer lote de soja es un evento que se realiza todos los años en la Bolsa de Comercio de Rosario. Desde hace aproximadamente 14 o 15 años se viene haciendo un escrache o acto de repudio. Ese remate es el símbolo de la explotación de nuestros trabajadores, de nuestros bienes comunes, y de nuestra dependencia como país colonizado en lo económico y la unidad del agro y del sector financiero de nuestro país.

Se reúnen tanto empresarios como políticos de todos los colores políticos, van funcionarios de todos los niveles gubernamentales: municipal, provincial, nacional. Todos los que defienden el agro negocio. Van a celebrar la fiesta de la soja. De puertas para afuera debería estar todo el pueblo que lucha no solo contra la sojización y las fumigaciones, contra la concentración de las tierras por unos pocos y la pobreza a causa del saqueo, de exclusión, de contaminación y de explotación para las grandes mayorías de nuestro país. Por eso todos los años se hace este escrache y se realiza a mediados de abril.

La gente se pregunta qué es el remate. Es un hecho real pero también simbólico. Es un hecho real porque efectivamente ahí se remata el primer lote que se cosechó en el país, que viene de zonas diferentes, a veces de lugares que no hubieran sido pensados como de producción granárea. Han venido de Formosa, también del sur del país.

Pero también es simbólico en el sentido que durante el remate se le pone un precio al lote pero, por supuesto, donde se determina el precio es en el mercado internacional. Esto da cuenta también de la dependencia de nuestro país.

A modo de conclusión: Pienso que en las luchas ambientales tenemos mucho para aprender de la lucha de los pueblos originarios, especialmente del pueblo Mapuche, porque es el que más está sufriendo los embates del Estado burgués. La persecución, la represión, el encarcelamiento de las compañeras y de la Machi, no es casual. Es un pueblo que ha entendido muy bien la relación con el Estado, qué ha entendido el rol del colonialismo en los territorios y además disputa la propiedad privada de las tierras. Esto es imperdonable para el Estado y para los sectores capitalistas.

Es muy importante que debatamos estas experiencias y definiciones en los sectores populares con las y los luchadores socioambientales. Confundimos las formas de producción con el modo de producción y terminamos debatiendo si en vez de soja hacemos una huerta sin agrotóxicos y nos olvidamos de discutir en manos de quién está la tierra. Este debate es fundamental si queremos construir un modo de producción de alimentos diferente, alternativo.

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