Con la victoria en Dien Bien Phu, hace 68 años, se consolidó el triunfo del ejército revolucionario de Vietnam sobre los colonialistas franceses. No sería la última batalla en su lucha por la independencia y la construcción del socialismo.

“La guerrilla no sólo era el pez en el agua,
sino la unión del agua y los peces,
el agua organizada, los peces organizados,
un mar de peces.

Y todos tenían un puesto en el combate:
los jóvenes, las mujeres, los ancianos, los niños.
Y el que no podía cargar el fusil afilaba estacas de bambú,
o desinformaba al enemigo o hacía sandalias para los guerrilleros.”

Roque Dalton; “Hablan los muertos de Vietnam”

 

El 7 de mayo de 1954 finalizó la Batalla de Dien Bien Phu con la victoria total y definitiva del joven ejército revolucionario de Vietnam. El general de De Castries, comandante de las fuerzas francesas, afirmó ante el Parlamento francés después de la batalla: “Se puede derrotar a un ejército, pero no se puede derrotar a un pueblo entero”.

No fue sencillo elegir una fecha para destacar el heroísmo del pueblo de Vietnam. La historia de ese pequeño país de casi 100 millones de habitantes en la actualidad, es una historia de luchas populares contra el imperialismo de turno. Litros de tinta así lo confirman.

No vamos a relatar la historia de las guerras contra los cinco imperios. Pero vale la pena saber que hasta el siglo XI, lo que hoy se conoce como Vietnam luchó durante largos periodos contra las dinastías chinas hasta su independencia. Siguieron los mongoles quienes entre 1257 y 1288 intentaron dominarlos pero sin éxito. Fueron luchas donde el pueblo siempre fue el protagonista principal.

Ya en el siglo XX ese maravilloso pueblo combatió y derrotó a franceses, japoneses y estadounidenses. Así, en la lucha revolucionaria y en la construcción de otra sociedad, surgió el liderazgo gigante de Ho Chi Minh y su capacidad para conducirlos a la victoria. Seríamos injustos si no destacamos también al General Vo Nguyen Giap como un gran estratega político-militar. Ambos dirigieron la Guerra del Pueblo, definida como una guerra donde la lucha armada era la forma esencial de lucha, combinada con la lucha política en la retaguardia del enemigo y sin menospreciar tampoco la lucha en el plano económico. Es decir que nunca se consideró la lucha antiimperialista sólo como una guerra militar.

No vamos a hacer el centro en la cantidad de muertes que significaron esas luchas. Pero si vamos a homenajear las vidas de los combatientes que no se doblegaron y no dudaron enfrentar a los poderosos hasta el último aliento.

Finalmente encontramos una fecha en la que confluyeron la capacidad estratégica político-militar de Ho Chi Minh y Giap, la confianza en ellos, además del heroísmo y combatividad, de las mujeres y hombres vietnamitas y, finalmente, la firmeza, la convicción de todo el pueblo en la lucha y la victoria final.

Fue la primera vez que las fuerzas de un pueblo oprimido y colonizado por una potencia europea derrotaron a un ejército poderoso utilizando tácticas convencionales. Con Dien Bien Phu comenzó la caída del imperio colonial francés ya que, como reguero de pólvora, se liberaron numerosas posesiones francesas en África.

Ese fue el comienzo de otra epopeya, la que significó la derrota más categórica sufrida por el imperialismo yanqui en toda su historia. El 30 de abril de 1975 los Marines, los Boinas Verdes, todos los milicos estadounidenses tuvieron que abandonar su desastrosa «aventura» después de fracasar en su intento de someter al heroico pueblo vietnamita.

¿Qué lección nos deja la revolución vietnamita?

En primer lugar, y esto es fundamental, no hay fuerza militar, por poderosa que sea, que no pueda ser vencida. Y para lograrlo es imprescindible un pueblo unido, organizado, convencido de su destino y dirigido por su vanguardia revolucionaria.

Otro punto es que, sólo se logra esto, cuando el pueblo toma conciencia de quienes son sus enemigos, cuando confía en el poder de su clase trabajadora y cuando sus dirigentes son legítimos representantes de sus intereses de clase.

Es imposible volcar en una nota tanta experiencia, tantos hechos, tantas vicisitudes vividas en aquella Guerra del Pueblo tal como la definieron.

Cuando leemos diferentes textos escritos por sus protagonistas, que relatan sus experiencias, sus limitaciones, la diferencia abismal con las fuerzas militares imperiales, nos cuesta captar en toda su magnitud cómo lograron hacer «morder el polvo de la derrota» a semejantes ejércitos. Es muy difícil transmitir en palabras el coraje, la disposición al sacrificio total por un objetivo, por un ideal; el compromiso con la organización política y militar que lo conducía; en fin, cuestiones que se viven, que se sienten, que se sufren, pero que no se pueden explicar sin tener en cuenta la moral revolucionaria del pueblo.

Hoy la realidad en Vietnam es diferente. Sin embargo los cambios que se produjeron después de 1985 (tema para otra nota) no invalidan la revolución. Así como la caída de la URSS no deslegitima la Revolución Rusa, la actualidad vietnamita no puede opacar su epopeya. El imperialismo yanqui fue derrotado, humillado, a tal punto que la sombra de aquella degradación cubrió su retiro de Afganistán.

Finalmente nos permite ver con suma claridad que hacer la revolución y conquistar el poder es sólo el comienzo. Es el momento de nuevas tareas que permitan construir el socialismo, desarrollarlo. Ello exige esfuerzo, capacidad, conciencia de clase, es decir que la lucha ideológica continúa, la necesidad de la formación política y el protagonismo de la clase trabajadora sigue siendo imprescindible para mantener la moral revolucionaria en toda su plenitud.

Largo es el camino que tenemos por delante. Pero enorme es la satisfacción de ser parte del contingente que contribuirá a que el socialismo sea posible.

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