
11 de septiembre de 1973, Chile. El experimento neoliberal comienza su recorrido de sangre y miseria en América Latina. Los años de desarrollo de las luchas obreras que llevaron a Salvador Allende al gobierno se van a interrumpir abruptamente como anticipo de lo que pasaría en el resto de los países de la región. El imperialismo yankee designa desde sus entrañas los nombres encargados de llevar a cabo el plan, tanto desde el aspecto represivo mediante las fuerzas armadas como desde el plano económico con “especialistas” formados en la misma escuela de Chicago, que luego se asentaron en la Universidad Católica de Santiago.
Los “Chicago boys”, cercanos al propio Milton Friedman, negociaron créditos con el FMI, privatizaron los activos públicos, abrieron la explotación de los recursos mineros y pesqueros a empresas extranjeras, y facilitaron la libertad de comercio. De esta manera transformaron completamente la estructura productiva chilena.
El gobierno de Allende implicó grandes debates en la izquierda chilena ya que mientras algunas organizaciones como el Partido Socialista y el Partido Comunista se integraban a la Unión Popular y propiciaban la vía chilena al socialismo, el Movimiento de Izquierda Revolucionaria hacía hincapié en que la burguesía chilena no permitiría avanzar en las reformas estructurales que eran necesario implementar en un país capitalista dependiente. En este sentido el “apoyo crítico” del MIR se basaba en la comprensión del momento histórico y en el descreimiento en la vía democrática para la transformación socialista.
Ya hacía varios años que desde el MIR se buscaban desarrollar las plataformas de lucha, que se levantaban a partir de las herramientas intermedias en los frentes de masas. El objetivo era lograr la acumulación política, desde una lógica organizativa y con una orientación revolucionaria, para la conformación de una fuerza social revolucionaria. La intención era volcar en líneas programáticas para ese período y en objetivos políticos concretos “las aspiraciones más urgentes y las necesidades más cotidianas de las masas”. Los objetivos principales de las plataformas de lucha eran elevar los niveles de conciencia, de organización y de capacidad de combate de los diversos sectores sociales y la conquista de la hegemonía por parte de la clase obrera en el seno de la alianza de sectores sociales diversos.
Sin embargo, el golpe que se materializa en 1973, comienza su recorrido algún tiempo antes a partir de los intentos de la burguesía chilena por desestabilizar al gobierno de Allende. Los desabastecimientos, la inflación y el lock out patronal fueron estrategias destinadas a generar descontento popular. Sin embargo se encontraron con un pueblo dispuesto a dar la batalla, que conformó Comandos Comunales y Cordones Industriales que buscaban garantizar la producción y la distribución de bienes en todo el territorio. El rol del MIR en este período consistió en fomentar esos mecanismos de poder popular con la intención de generar las condiciones de un doble poder que confrontaba los embates de la burguesía chilena. Los límites del reformismo para alcanzar la vía pacífica (o chilena) al socialismo, se hacían patente y los niveles de enfrentamiento se agudizaron. En este contexto las tensiones con la Unión Popular también aumentaron.
A partir del golpe, el MIR intentó responder mediante la confluencia con otras organizaciones populares pero la respuesta fue insuficiente. Las plataformas de lucha que desarrolló para el período dictatorial incluyeron los reclamos democráticos, como el restablecimiento de las libertades democráticas y el fin de la dictadura militar, reclamos económicos para mejorar el nivel de vida de las masas, mediante la mejora del poder adquisitivo y de vivienda, así como también reclamos sectoriales. Organizar los reclamos populares en las plataformas de lucha buscaba cohesionar a amplios sectores de la población para la lucha en pos de objetivos muy sentidos pero muy concretos. Se trata de un aporte táctico en directa vinculación con los objetivos estratégicos.
Uno de los principales blancos de la represión ejercida por la dictadura pinochetista fue el propio MIR. En particular la persecución de su Secretario General, Miguel Enríquez. A pesar de esto, a lo largo de todo el periodo dictatorial el MIR continuó la lucha y siguió organizando a la población, con particular inserción en el movimiento campesino y en el movimiento estudiantil.
Cada septiembre es una oportunidad para retomar la historia del MIR chileno, repensar sus tácticas así como sus desarrollos políticos e ideológicos en la lucha por el socialismo en América Latina. Las plataformas de lucha, los mecanismos del poder popular, las apuestas por la conformación de una fuerza social revolucionaria o la certeza de que la revolución necesitaba adquirir un carácter regional y superar la vía democrática, son elementos que nos sirven para pensar la actualidad de la lucha revolucionaria. El golpe del 11 de septiembre vino a destruir ese proyecto político y a implantar en América Latina un nuevo momento histórico caracterizado por las reformas neoliberales impulsadas desde Estados Unidos.
La ofensiva del capital sobre el trabajo que implica la etapa neoliberal del capitalismo tuvo un primer impulso en Chile. Desde ese núcleo se expandió hacia el resto de América Latina mediante golpes de estado, a pesar de los desastrosos resultados económicos que muestran, una y otra vez, que esas recetas no resuelven los problemas de las poblaciones latinoamericanas y que, por el contrario, aumentan los niveles de dependencia.