Las renuncias de los presidentes de Argelia y Sudán luego de meses de protestas son leídas como una nueva fase de los levantamientos populares en el norte del Continente que terminaron con regímenes de décadas. La presión popular y las maniobras de las Fuerzas Armadas.

Abdelaziz Buteflika quería presentarse por quinta vez como candidato a presidente de Argelia para seguir gobernando el país. En realidad, Buteflika, de 82 años había sufrido un derrame cerebral y no pronunciaba un discurso público desde mayo de 2012. La reacción en las calles fueron protestas masivas de miles y miles que reclamaron la renuncia del presidente.

El jefe del Ejército, Ahmed Gaid Sala, es quien se encuentra detrás del sostenimiento del régimen. Durante varias semanas se intentó sostener la candidatura de Buteflika, pero finalmente debieron ceder con la aspiración del quinto mandato. Sala anunció entonces la designación de un presidente interino, Albdelkáder Bensalá, también una figura del viejo régimen, quien convocó a nuevas elecciones para el 4 de julio.

Nuevamente la respuesta fue de rechazo en las calles con movilizaciones de miles. El reclamo evolucionó rápidamente del reclamo de la renuncia de Buteflika al fin de todo el régimen que gobierno el país. La situación económica en el país también se viene deteriorando tras la caída del precio del petróleo, de cuyos ingresos depende fuertemente el país.

Cerca de Argelia, se registra una situación similar aunque en un país con enorme diferencias. En Sudán, un país que atravesó una guerra civil durante dos décadas y que vivió la escisión del sur que se independizó como un nuevo país con el apoyo del imperialismo, vive también una oleada de movilizaciones populares que desembocaron en el desplazamiento de su presidente, Omar Hasán Ahmad al Bashir, que gobernaba el país desde hace 30 años a manos de las Fuerzas Armadas.

Las protestas se originaron cuando el gobierno anunció la aplicación de un plan de recortes en los subsidios para el pan, un elemento muy sensible y que fue el disparador de numerosas revueltas en los países africanos. La renuncia de Al Bashir y su reemplazo por un gobierno castrense puede reproducir la dinámica ocurrida en Egipto tras la renuncia de Mubarak.

Entre la gran movilización popular que vuelve a recorrer al norte de África, se median las presiones y maniobras del Ejército de esos país que actúan como una correa de transmisión del imperialismo. Sin embargo, el imperialismo también se ha valido de las movilizaciones y luchas populares con una demagogia democrática cuando tuvo que hacerlo para mantener su influencia y control político en la región.

La radicalización de la movilización popular producto de la carestía en las condiciones de vida que impone un agravamiento de la crisis mundial puede plantear una profundización de los choques entre las masas africanas y las fuerzas armadas que buscan actuar como dique de contención.

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