Aceiteros es ejemplo de un modelo sindical diferente. Desde que en 2013 recuperaron su Federación a manos de la burocracia, el gremio de trabajadoras y trabajadores aceiteros se convirtió en una referencia a nivel nacional de un sindicalismo distinto, con luchas como la de 2015 en don­de rompieron el techo salarial tras 21 días de huelga y bloqueos. Negando la discu­sión paritaria a partir de los índices infla­cionarios, su lucha por un salario míni­mo vital y móvil basado en el 14 bis de la Constitución Nacional es un faro para pe­lear no solo por salario sino también por condiciones laborales. Además, los resul­tados obtenidos en sucesivas paritarias y los métodos para decidir las acciones, con plenarios nacionales de delegados de base, han demostrado que la democracia obrera no se contradice sino que es una necesidad para obtener conquistas.

2018: la burocracia de San Lorenzo y la extorsión mediante despidos

En 2018, el sindicato aceitero de San Lorenzo que conduce Reguera y está afue­ra de la Federación, se adelantó tres me­ses para cerrar el acuerdo que pretende el gobierno: 15% y aceptar negociar a la baja el convenio colectivo.

Por su parte, Cargill, una de las acei­teras más importantes, despidió a 45 tra­bajadores/as de cara a la paritaria para condicionar la discusión salarial. Como dice la Federación en su boletín: “No tie­nen problemas de caja, quieren sembrar el terror entre los trabajadores y trabajado­ras. Los balances de Cargill muestran que incrementó sus ventas en un 85% en los dos primeros años del gobierno de Cam­biemos. Facturó 55.100 millones de pesos sólo en el 2016 y su costo salarial -el peso de los salarios en la facturación- descen­dió de un 2,5% en 2015 a un 1,9% en 2016. Es decir, de cada 100 pesos que juntan, menos de 2 pesos se van a salario. En Cargill no hay crisis, no hay cierre de sectores ni de turnos, no hay achique de plantilla, sólo una decisión de despedir para disciplinar”.

Ante el paro, el Ministerio de Trabajo dictó una conciliación. Una vez termina­da, comenzaron un acampe por los des­pidos afuera y paros sorpresivos en em­barques, planta, camiones y envíos. La persecución no se hizo esperar y llegaron cartas documento a delegados gremiales con el intento de desafuerarlos.

Unidad de acción, paro y movilización

El plenario aceitero de los días 14 y 15 de marzo volvió a ser una referencia no sólo para el sector sino para todos y todas las que quieren salir a luchar y se encuentran una y otra vez con la pasividad y la entre­ga de la burocracia sindical que es condes­cendiente y cómplice del ajuste macrista.

“Un salario mínimo vital y móvil para toda la clase obrera. Basta de despidos. Basta de persecución sindical. Basta de extorsión a los representantes gremiales”, eran las consignas que encabezaban el ple­nario. Con ese espíritu, además de definir el monto a exigir en la paritaria por enci­ma de los 30 mil pesos, el plenario debatió la perspectiva general para el movimiento obrero en este contexto. Participaron re­ferentes de conflictos actuales -Inti, Río Turbio, Azucareros Ledesma, Hospital Po­sadas, TV Pública- así como dirigentes de diferentes extracciones político-sindicales como Pablo Moyano, Sergio Palazzo, el Po­llo Sobrero, Ricardo Peidro y el economista Claudio Lozano. Allí, los aceiteros pusieron de relieve que la necesidad de la unidad de todos los sectores dispuestos a salir a la calle a luchar para enfrentar el ajuste no se declama sino que se practica. También dejaron en claro la centralidad de la inde­pendencia política para llevar adelante las acciones que definan las bases sin ningún tipo de condicionamientos; de la demo­cracia obrera y de la huelga como método para poner en jaque a las patronales.

El 27 de marzo la Federación Aceite­ra decretó la huelga y el día siguiente el Ministerio de Trabajo dictó la concilia­ción obligatoria por quince días hábiles. Mientras tanto, los sindicatos de Rosario y Bahía Blanca, que comenzaron la lucha previamente contra los despidos en Car­gill, sostienen las medidas sorpresivas y el acampe frente a las plantas. La lucha de 2018 por el salario y contra los despi­dos no será fácil. Será necesario rodear de solidaridad esta pelea y apostar a replicar este ejemplo para desbordar a las buro­cracias sindicales y a los sectores que se declaman opositores pero que no tienen disposición a encarar un plan de lucha sostenido.

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