Por Carlos “Vasco” Orzaocoa

Con el gobierno de Cambiemos estamos asistiendo a un retroceso sustancial de los logros que en materia de Derechos Humanos y Sociales los argentinos habíamos logrado desde lejanas tradiciones y luchas y particularmente en estos 42 años de Resistencia y Enfrentamiento sin cesar contra el Genocidio y sus consecuencias perpetrado por la Dictadura Cívico, Militar y Eclesiástica del 76. Asistimos a un verdadero retroceso en la cantidad de juicios y de imputados contra los genocidas que además cuando reciben condena gozan de muy flexibles prisiones domiciliarias como en el caso de Etchecolatz. Desde el gobierno se difunde un discurso negacionista que cuestiona a los 30.000 desaparecidos y que impulsó el 2×1 a los genocidas.
El golpe del 76 fue realizado por los mismos sectores empresariales del capital financiero y agrario e industrial exportador que hoy gobiernan con Macri. Contó con la mano de obra militar y la gendarmería espiritual de la Iglesia Católica. Pero estos autores iniciaron el genocidio antes, mientras existía un Régimen Democrático Parlamentario. Mi esposa Mercedes, militante del PRT, desapareció luego de ser detenida por policías y militares el 21 de marzo de 1975. Y en ese año siguió una larga lista de luchadoras y luchadores desaparecidos aunque funcionaban las instituciones de la Democracia Representativa y Parlamentaria. Y es que, en nuestro país, con gobiernos militares ó civiles y aún populares, siempre las clases dominantes acudieron al genocidio cuando sus privilegios peligraban. Desde Hipólito Yrigoyen que ordenó el asesinato masivo en la Patagonia, en la Semana Trágica, en la Forestal del Chaco Santafecino. Y en las últimas décadas la represión con muerte de decenas de luchadores en el gobierno de De la Rúa, Mestre y Aguad. Y después Duhalde con Darío y Maxi. Y en tiempos kirchneristas la desaparición de Julio López, el asesinato de Mariano Ferreyra, las muertes en la toma del Parque Indoamericano, los operativos de Sergio Berni, la Ley Antiterrorista. La represión del actual gobierno es profundizar desde una continuidad.
El último discurso presidencial, sobre un país que no existe, es la expresión más clara de toda esta crisis y descomposición institucional. En una mezcla refinada de cinismo y del nazismo gobeliano de “miente, miente que algo quedará”. Uno de sus anuncios fue que hará un Parque de Esparcimiento en Campo de Mayo. Fue el campo de exterminio más grande que tuvo el Ejército. Este presidente que negó la existencia de 30.000 desaparecidos, que nos llama a la reconciliación sin decirnos qué pasó con nuestros familiares y seres queridos. Por este Campo de Mayo se calcula que pasaron 5000 desaparecidos. Se calcula que muchos cuerpos están enterrados allí. Entre ellos el de Mario Roberto Santucho. Que de allí despegaban los aviones que hacían los “vuelos de la muerte”. Se intenta borrar el genocidio de la memoria de nuestro pueblo. Tarea cada día más imposible. Porque en esa memoria hay gigantes luchas, plenas de ideales y de vida, que se unen a las luchas y proyectos actuales de nuestro pueblo.

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