El carnaval ha sido históricamente una fiesta de carácter popular, un momento en el que las jerarquías sociales se veían, al menos momentáneamente, trastocadas. En la Edad Media, en los días de carnaval, las y los campesinos y artesanos, sobre los que caían los mayores tormentos de una sociedad donde la desigualdad llegaba a puntos absurdos (no menos absurda que la actual donde el 1% de la población del mundo tiene la misma riqueza que el 99% restante), tenían un changúi para con sus burlas y sátiras poner en ridículo a sus explotadores. Esos días, las clases populares ocupaban los mismos espacios que bajo la lógica estamental, sólo eran exclusivos para los señores feudales, y alteraban ese orden espacial “sagrado” (ya que los lugares de la sociedad que cada uno ocupaban, incluidos los espacios físicos en los distintos poblados, eran determinados por voluntad divina). En esos festejos, nada de ese orden que se mostraba absoluto lo era, contrariamente a lo esperado se generaban sacudidas, que en ocasiones han sido los detonantes de grandes rebeliones campesinas que pusieron en jaque al poder establecido.

El lingüista soviético Mijail Bajtín ha acuñado el concepto de carnavalización para hablar justamente de ese momento en el que se des-jerarquizan los ámbitos organizados de una sociedad, se invierten las jerarquías, pero sin embargo no está en claro hacia dónde transcurrirán las acciones que de allí nacen. Claro está, las burlas y ademanes de la rebelión eran permitidos porque tras esos días, los señores estaban seguros de que las cosas volvían a la “normalidad”, aunque sus cálculos no siempre fueron correctos.

Durante el mes de diciembre tuvimos jornadas que de algún modo adelantaron esta carnavalización de nuestra coyuntura. Se invirtieron aspectos diversos. Por un lado, las mismas formas de manifestación que veníamos llevando adelante las organizaciones populares asumieron otras características y la acción directa pasó a un primer plano en respuesta a una avanzada criminal sobre los derechos de las y los jubilados y los sectores más postergados de la sociedad. Ante movilizaciones con cierto tufillo a ritualización, apareció un aspecto que no estaba sobre el tablero. Pero sobre todo se invirtió el significado y la dinámica institucional. La Plaza del Congreso fue una extensión del recinto parlamentario, lo que estaba pasando afuera no era posible de ser subestimado adentro. Un espacio que en los últimos años venía siendo “controlado” por el gobierno de Cambiemos fue un espacio de disputa real. Así como los señores veían invadido su espacio de confort ante las sátiras plebeyas, el gobierno de los CEO´S tuvo que sumar a sus variables la lucha de clases/calles encabezada por miles de trabajadores/as.

Sin embargo, con el verano las “jerarquías” parecieron volver a la normalidad pretendida por las y los de arriba, quienes pretenden continuar su fiesta a costa del conjunto del pueblo. Miles de despidos en organismos estatales, el vaciamiento de los medios públicos, la búsqueda de reconciliación y la impunidad de los genocidas, los avances sobre las condiciones de trabajo de las y los docentes son algunos de los titulares que deberían haber ocupado las primeras planas, pero quedaron en simples notas al pie debido al accionar cómplice de los grandes medios de comunicación. Sus logros y alegrías se encuentran en la vereda contraria, en el polo invertido de los intereses populares. Incluso reniegan, y lo dicen sin pelos en la lengua, de la propia identidad de su pueblo, al afirmar que todos/as las y los sudamericanos somos descendientes de los europeos. Palabras que encuentran su anclaje concreto en el hostigamiento que las fuerzas represivas llevan adelante contra las distintas comunidades originarias que reclaman sus territorios a lo largo y ancho del país, esas mismas comunidades por las que entregaron su vida Santiago Maldonado y Rafael Nahuel.

Pese a todo, los bombos y platillos nunca dejaron de sonar desde diciembre. Allí estuvieron presentes en el Ministerio de Defensa por la reincorporación de los 70 despedidos/as, parte de los cuales trabajaban en los archivos de la última dictadura en pos de reconstruir una memoria que este gobierno pretende aplastar. También se hicieron sentir en el abrazo a la TV pública, contra la ofensiva del gobierno sobre los medios públicos y el derecho a comunicar, buscando deslegitimar en la misma jugada al SiPreBA por ser una organización que defiende los derechos de las y los laburantes. Los redoblantes se siguen escuchando en las luchas en curso: el Hospital Posadas, en Fabricaciones Militares de Azul, en Stockl, en el Frigorífico Pasaje la Carolina. Es que a los guadañazos patronales las y los trabajadores estamos respondiendo con organización y lucha y no damos ni daremos el brazo a torcer.

Febrero es el mes carnavalero por excelencia, es por lo tanto un mes para estar en las calles. Ocuparlas para generar espacios de encuentro, espacios en los que defendamos la alegría como trinchera para resistir los embates. Pero también ocuparlas en solidaridad con cada una de las luchas que se desarrollen, hacer de ellas espacios predilectos para forjar la unidad que necesitamos para realmente derrotar a este gobierno derechista. Es entonces, un mes que debe rearmarnos de cara a las batallas que se vienen. Que siga el carnaval que comenzó en diciembre y se termine la tertulia para las y los de arriba.

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