Las jornadas del 20 de diciembre de 2001 marcaron un hito. La salida a manos del pueblo de un gobierno hambreador y represor, el de la Alianza. De la Rúa encabezó una coalición que llegó a la Casa Rosada con un discurso opositor al menemismo y no solo adoptó su misma política económica sino su mismo ministro de economía, Domingo Cavallo. Poblaron su elenco de funcionarios personajes como Federico Sturzenegger, Patricia Bullrich o Ricardo López Murphy. La pueblada de diciembre de 2001, ferozmente reprimida, los sacó del gobierno levantando barricadas en las principales ciudades del país al grito de “que se vayan todos”.
A 23 años de aquellas jornadas, y tras la sutura aplicada por los gobiernos kirchneristas, aquellas instituciones desacreditadas vuelven a mostrar que su credibilidad y seriedad son una ficción que se desvanece en el aire: la democracia de los ricos avala los decretazos para saquear a lxs de abajo, para desfinanciar escuelas, hospitales y hacer inaccesibles los medicamentos para el pueblo; para hambrear a quienes viven de un salario o una jubilación, para hundir en la pobreza a dos tercios de las infancias. La compraventa de senadores y diputados está a la orden del día, el aparato judicial sigue blindando de impunidad al funcionariado, el aparato represivo que el peronismo fortaleció colocando tropas federales (GNA, PNA, PSA) a patrullar las calles de las ciudades, sigue asesinando y apaleándonos en cada marcha. La casta que nunca terminó de irse, ahora volvió reciclada.
El pueblo, que en las calles aplicó una contundente revocatoria al gobierno aliancista, puede y debe retomar el camino de la acción directa para poner en su lugar al rejunte reaccionario que el gran empresariado colocó en el gobierno. A ese armado, de escuálida representación en el parlamento, lo sostienen las corporaciones empresarias, las político-patronales, las burocracias sindicales y los conglomerados mediáticos.
Una verdadera salida popular deberá, además de echar a esta runfla, plantear tareas programáticas: romper con el FMI y desconocer su deuda usuraria, expropiar a quienes viven de nuestro trabajo, construir poder del pueblo.
A 23 años de aquellas jornadas, construyamos el camino de la rebelión.