A pocos días de cumplirse un año de la asunción de Milei, pese a la brutal ofensiva contra la clase trabajadora, el oficialismo mantiene relativamente estable su gobierno, pese a lo endeble de su armado. Un gobierno que arremete contra la clase trabajadora y el pueblo, apuntalado por el gran empresariado pero también sostenido por los partidos tradicionales y las corporaciones judicial y mediática, y beneficiado por las burocracias sindicales abiertamente cómplices o sumamente tibias… Un gobierno que se recuesta en la “casta” contra la que despotrican, pero con la que negocian desde la Rosada. Un rejunte de reaccionarios y ricachones que podrá encontrar quien los barra, únicamente, en el pueblo movilizado.

A pesar de la enorme pauperización de la población, con una pobreza que supera el 53% y una indigencia ubicada en el 18%, y a la ofensiva sobre los derechos populares y de la clase trabajadora, el gobierno ha logrado una relativa y momentánea estabilidad económica. Se trata de una estabilidad artificial, que más tarde o más temprano derivará en una nueva crisis, pero que le ha valido el apoyo del conjunto de la clase dominante, aún a pesar de que ciertos sectores de la burguesía se hayan visto parcialmente perjudicados por el atraso cambiario o el cese de la obra pública.

La oleada contrarrevolucionaria- reaccionaria a nivel mundial, con la reciente victoria de Trump, ha generado también un envalentonamiento de Milei y su gobierno, alineado con EEUU e Israel. El conjunto de las disputas interimperialistas impactan fuertemente en la política argentina, cómo vemos en las iniciativas extractivistas y de saqueo de recursos. La “visita” de Meloni y el encuentro con Macrón para negociar el gas de Vaca Muerta y el acuerdo Mercosur-UE es muestra de eso. Además, la aprobación del RIGI a nivel nacional y en varias provincias deja claro el lugar que se perfila para nuestros territorios.

Hubo una serie importante de movilizaciones en la primera parte del año, iniciando con la marcha el 20 de diciembre de 2023 donde por primera vez se desafió el protocolo antipiquete de Bullrich, luego pasando por el paro de la CGT del 24 de enero; los cacerolazos espontáneos y la formación de las asambleas populares en algunas ciudades; la movilización de mujeres y diversidades el 8 de marzo; las muy masivas movilizaciones en todo el país por el 24 de marzo contra la política negacionista del gobierno y finalmente las también masivas marchas en defensa de las universidades y la educación. Promediando la mitad del año, se realizaron además importantes movilizaciones, aunque menores en número contra la sanción de la “Ley Bases”.

Sin embargo, muchas de estas expresiones de lucha se fueron desinflando en la segunda mitad del año. Para ello, para aplacar esas luchas y para sostener la gobernabilidad de un oficialismo que arrasa con derechos históricos populares, que genera desocupación y pobreza, pero que carece de poder legislativo y gobernadores propios, han sido fundamentales tanto la burocracia de la CGT y sus negociaciones, como el peronismo y el kirchnerismo. Por un lado, pese a su debilidad en términos numéricos en el Congreso, el gobierno ha contado con el respaldo casi absoluto del PRO y el apoyo de otros sectores políticos como la “oposición dialoguista” de Pichetto, la Coalición Cívica y la UCR o sectores del peronismo tucumano, entre otros, para la aprobación de los paquetes de leyes que impulsaban: el DNU, la Ley Bases, el ajuste a lxs jubiladxs. Por otra parte, los dirigentes de las burocracias sindicales dejaron pasar la reforma laboral a cambio de que no se tocaran las cajas sindicales y de las obras sociales, y también de que se frenara la ley de “democracia sindical” propuesta por el radicalismo. El peronismo y el kirchnerismo por su parte, promovieron la desmovilización y la institucionalización del conflicto, sosteniendo en la práctica al gobierno con su política de disputar de manera electoral, el famoso “Hay 2025”. A la vez, las disputas internas dejaron en evidencia que dentro del PJ nada tienen de diferente en términos programáticos, pero tampoco nada para ofrecer en términos de proyecto alternativo de sociedad. La reivindicación de Cristina del “capitalismo peronista” que enarbola, con una supuesta distribución de ingresos, se basa en las mismas bases extractivistas de saqueo y explotación que han generado en las últimas décadas importantes niveles de pobreza para el pueblo y cuantiosas riquezas para las grandes corporaciones. El acuerdo del gobierno de Milei con el kirchnerismo ahora se hace explícito: hasta los propios kirchneristas admiten que la estrategia es la disputa oponiendo Milei – Cristina para desplazar al macrismo. Con la ley de “Ficha limpia” como contraparte para la votación desde Unión por la Patria para el pliego de jueces de la Corte Suprema queda en evidencia qué imbricados están los “intereses políticos” y el grado de descomposición de este régimen de democracia burguesa que en nada resolverá los problemas de nuestro pueblo.

Por otra parte, la política represiva del gobierno ha sido en parte efectiva. La profundización de la represión que ya se estaba desarrollando con fuerza en varias provincias, de persecución a los movimientos sociales y dirigentes sindicales, se intensificó el 12 junio con la represión brutal a la manifestación en Congreso contra la aprobación de la Ley Bases con más de 33 detenidos a los que se llevó a penales federales con causas también federales. A la vez, la ofensiva contra las organizaciones sociales, los allanamientos y persecución política, fueron debilitando al movimiento piquetero que está muy lejos de la capacidad de movilización que ha tenido en los últimos años. 40 años de política para la institucionalización del conflicto, para la desmovilización, para desarmar al movimiento popular, se vieron reflejados en las dificultades para resistir con la acción directa desde el campo del pueblo. La retirada de las organizaciones sindicales y del peronismo de la calle dejó vía libre a avanzada represiva. A la vez, continúa la política represiva hacia los pueblos y comunidades originarias, el desalojo de los mapuches y la política persecutoria en pos de despejar los territorios para el extractivismo.

Sin embargo, desde el inicio del mandato de Milei a esta parte han sido muchos los sectores en distintos lugares del país en los que se sostiene la resistencia hacia las medidas del gobierno, contra los despidos en el estado, contra la privatización de Aerolíneas, contra el cierre o desfinanciamiento de organismos como el CONICET o el INCAA, contra el cierre del Hospital Bonaparte, en defensa de la salud y la educación pública, algunas huelgas importantes como las de aceiteros. Son algunos núcleos donde un sector de trabajadorxs ha podido dar pelea, organizarse, resistir, aunque sea parcialmente. Y esas resistencias, aunque no logren doblegar aún a este gobierno o aunque se planteen echarlo, son importantes y van gestando articulaciones, experiencias de lucha, conciencia.

Ante una CGT en crisis que se reagrupa en el peronismo de derecha, como se evidenció con la salida de Pablo Moyano y el intento de creación de nuevo partido de derecha peronista en el que el sindicalismo sea el protagonista, algunos sectores y sus dirigentes apuestan a otros nuevos reagrupamientos. Otros, como el dirigente de aceiteros, Yofra, si bien plantea la necesidad de luchar contra el gobierno, no termina de plasmar una alternativa real para la clase y se arrima al arco de los alineados al peronismo. Si bien es reivindicable la necesidad de la unidad en la lucha, es fundamental que podamos clarificar cuál es el programa de esa lucha y de esa unidad. Por un lado, claramente, la resistencia a la ofensiva patronal. Pero por otro, abonar a la construcción de una propuesta política que exprese verdaderamente los intereses de nuestra clase, que marque un horizonte programático que efectivamente resuelva nuestros problemas.

La unidad en la lucha que necesitamos, no puede claramente restringirse a ciertos sectores de izquierda, pero tampoco proclamarse sin que constituya un piso para impulsar realmente una oposición contundente. La convocatoria a la Marcha Federal el próximo 5 de diciembre por parte de las CTAs en proceso de unificación, sin llamado a paro, limita las posibilidades de organización y participación desde los lugares de trabajo, a pesar de que estén sumándose más sectores: la convocatoria oficial no tiene un norte programático claro que permita plantear una salida para la clase.

En este escenario, es fundamental reforzar la organización, los espacios de participación en los lugares de trabajo, en los barrios, en las asambleas ambientales, en el movimiento estudiantil. Seguir discutiendo, organizando y resistiendo a la par que seguir dando disputa ideológica y política:  por la organización y la conciencia de esa parte de la clase trabajadora que hoy todavía apoya al gobierno, que sufren sus políticas pero que apoyan al gobierno porque repudian el “progresismo/kirchnerismo” y las consecuencias que tuvo y lo que no logró; profundizar los debates sobre la necesidad de un programa que construya una salida colectiva anticapitalista y un gobierno de lxs trabajadorxs, donde realmente el pueblo sea protagonista de su destino. Una salida que no puede ser por la vía institucional de votar a tal o cual candidato de izquierda para sumar uno o dos diputados. Es fundamental abonar a construir articulaciones políticas que vayan caminando para crear esa fuerza social que pueda impulsar la rebelión popular y traccionarla hacia una perspectiva revolucionaria y socialista.

Somos concientes de que esta construcción, tan necesaria, no se va a resolver de manera inmediata. Pero para que ello ocurra debemos trabajar desde las distintas organizaciones políticas, sociales, populares, desde los sindicatos donde intervenimos, en nuestros lugares de trabajo. Sacar conclusiones de las experiencias de lucha, retomar el conocimiento de las experiencias históricas, nuestra memoria como clase para fortalecernos, para recuperar herramientas de combate, de acción directa, para poder confrontar y echar a este gobierno, al mismo tiempo que construir ese horizonte de emancipación que necesitamos.

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