Se cumplen nada menos que 70 años del Asalto al Cuartel Moncada, que abrió una nueva etapa en la lucha revolucionaria en Cuba, en América Latina y en el mundo.

Corría el año 1953 y se cumplía el centenario del nacimiento del Apóstol, José Martí. La costosa lucha que había permitido la independencia de España a finales del siglo XIX, había dado paso sin solución de continuidad al neocolonialismo yanqui. Cuba era el “garito” de lo más degradado de Estados Unidos. Enormes mansiones, casinos, prostíbulos. Pobreza masiva, analfabetismo, corrupción. La dictadura de Fulgencio Batista multiplicaba los males y la degradación general. La historia y la identidad cubana era mancillada a diario.

Ante esa realidad injusta, insultante, un grupo de jóvenes decidió dar un primer paso bajo el lema de “Libertad o Muerte”: el asalto al Cuartel Moncada, en Santiago de Cuba en el oriente de la isla, segundo en importancia del país. Con Fidel Castro a la cabeza, decenas de revolucionarios y revolucionarias (allí estaban las enromes Haydée Santamaría y Celia Sánchez empuñando las armas), fueron a atacar el corazón del poder militar batistiano. No había garantía de triunfo. Al contrario. Tenían la clara conciencia de que en una revolución se triunfa o se muere, si es verdadera.

Efectivamente, el asalto fue un fracaso en el plano militar. Lxs revolucionarixs no lograron tomar los edificios, tampoco hacerse de armas. Pero tal como había adelantado Fidel, más tarde o más temprano la revolución iba a vencer.

Mucho ha cambiado el mundo desde 1953. La revolución estuvo muy cerca de asaltar los cielos. No obstante, la contrarrevolución consiguió, entre fines de los años setenta y la década de los noventa, torcer (temporalmente) a favor del capital la situación. El capitalismo y el imperialismo se han expandido desde entonces. Su descomposición acelerada arrasa territorios, destruye poblaciones, aniquila la vida.

A setenta años de aquella jornada épica, el Asalto al Cuartel Moncada, es un llamado, un verdadero grito, para sacudir la conciencia adormecida por el posibilismo, la adaptación, y la lógica del mal menor. La decisión de luchar, la vocación de vencer, la coherencia entre el decir y el hacer, el odio irreconciliable al enemigo y el amor al pueblo que pusieron en acto lxs asaltantes del Moncada, siguen marcando el camino para cambiar todo lo que deba ser cambiado.

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