En tiempos de descomposición capitalista y ante la brutal ofensiva del capital, se hace necesario recuperar y analizar las experiencias de rebelión popular. El Cordobazo, constituye una de las más importantes experiencias de nuestro pueblo, que abrió, justamente, una etapa revolucionaria. ¿Cómo se desarrolló en ese proceso la relación entre el movimiento de masas y la vanguardia? ¿Qué conclusiones podemos tomar para los movimientos actuales?

La enorme rebelión popular de mayo de 1969 en Córdoba fue el resultado de años de acumulación política y organizativa de la clase trabajara y el pueblo cordobés, y podríamos decir, de toda Nuestramérica. A partir del golpe de 1955, desde la base de la clase trabajadora se fueron desarrollando experiencias de resistencia clandestina, de organización, de enfrentamiento a las fuerzas represivas, de acción directa. Años en los que se fueron formando corrientes políticas y sindicales que pusieron en cuestión a las que entonces dirigían al movimiento obrero. La influencia de las guerras de liberación de Asia y África, la guerra de Vietnam, el Mayo Francés, la lucha de les estudiantes en México, pero sobre todo y fundamentalmente el triunfo de la Revolución Cubana, marcaron un rumbo claro para toda una generación en nuestro continente: la posibilidad concreta de llevar adelante una lucha revolucionaria que permitiera a los pueblos tomar el poder y comenzar la construcción del socialismo. En toda América latina brotaron como hongos las organizaciones revolucionarias.

En ese contexto, frente a la dictadura de Onganía que intentaba instaurar una “modernización” de acuerdo a las necesidades de reestructuración del capital, con una fuerte ofensiva hacia la clase trabajadora, en todo el país comenzaron a organizarse protestas y manifestaciones. En ellas, la confrontación con las fuerzas represivas era cada vez más aguda. Estos procesos fueron abonando el desarrollo de la conciencia de clase de una parte de lxs trabajadores que comienzan a plantearse objetivos que superan las reivindicaciones inmediatas. La lucha es contra la dictadura, pero también por la defensa de derechos y por la construcción de una alternativa social.

Luego de la ruptura de la CGT y la conformación de la CGT de los Argentinos en 1968, la dirigencia de los sectores que expresaban al sindicalismo combativo, democrático y de liberación, promueven la organización y la lucha más radicalizada en todo el país. En abril del 69 se produce el primer Rosariazo. La lucha de calles supera todos los pronósticos y desborda a las fuerzas represivas. Frente al paro nacional llamado por la CGT para el 30 de mayo, la CGT de Córdoba decide iniciar un día antes la medida, en un acuerdo entre todas las fuerzas sindicales, aún las más burocráticas. Se acuerda ir con todo contra la dictadura. Como dijera Tosco, no hay improvisación. Estudiantes, trabajadores y organizaciones populares se organizan y preparan para la acción directa y la resistencia a la represión que saben será violenta: construyen miguelitos, bombas molotov, bolitas de metal para impedir el paso de patrulleros y caballos. Cuando la represión comienza, la noticia de la muerte del obrero Máximo Menna corre rápidamente. La furia popular desborda la organización previa, se arman las barricadas, se queman coches y locales representativos del gran capital y el imperialismo. Durante horas la ciudad fue tomada por el pueblo y la policía debió retirarse.

¿Por qué no se avanzó más? Porque no habían planificado hacerlo. Para lxs protagonistas, no había condiciones en términos de conciencia en ese momento para avanzar en una toma del poder o de las instituciones. El movimiento obrero fue protagonista, acaudillando a las demás clases y sectores, en confrontación directa contra las fuerzas represivas, pero sin el objetivo de toma del poder: una rebelión contra la dictadura, pero sin plantearse aún como alternativa mayoritaria un camino revolucionario.

Sin embargo, a partir de esa rebelión, del aprendizaje y experiencias adquiridas en esa y  otras luchas que vendrán después –el segundo Rosariazo, el Tucumanazo, Mendozazo- y al surgimiento y desarrollo de las organizaciones revolucionarias integradas por esa parte del pueblo que ha desarrollado una conciencia revolucionaria, la lucha comenzará a desplegarse en el terreno político militar, con un norte claro: la revolución socialista.

  Lxs trabajadorxs leían con avidez las prensas de izquierda, se debatía en cualquier bar y las organizaciones revolucionarias y armadas veían día a día aumentar el número de militantes dispuestos a unirse a sus filas. Se produce una vinculación en la que se funden la vanguardia y el activismo con buena parte de la clase. Comenzó a conformarse allí una fuerza social revolucionaria que pondría en cuestión el poder. De este cambio de carácter de la lucha también tomó claramente nota la burguesía, que en 1972 llamaría a la vuelta a la institucionalidad, con la estrategia de aislar a los sectores revolucionarios del conjunto del movimiento popular.

Dos mil uno y la rebelión chilena

Podemos pensar en diciembre de 2001 como una nueva rebelión que mostró la potencia de la clase trabajadora y el pueblo, aunque el movimiento obrero ocupado como tal no tuvo un rol central. Diciembre de 2001 fue el resultado de un ciclo de protestas que se iniciaron en 1993 con el Santiagüeñazo, luego en 1996-7 en Cutral Có y Plaza Huincul en Neuquén protagonizadas por lxs despedidxs de YPF, al igual que en Mosconi y Tartagal en Salta y en Gral. San Martin en Jujuy. Lxs despedidxs, piqueterxs y fogonerxs, comenzaron protestas y formas de luchas que irían recuperando experiencias de la clase: corte de ruta, asambleas, confrontación directa, autodefensa de masas. Lo mismo se expresaría en 1999 en Corrientes. En paralelo, se fueron construyendo también las experiencias de fábricas recuperadas y otras de organización popular territorial en los barrios más castigados por décadas de ofensiva neoliberal. Diciembre de 2001 fue una enorme rebelión popular contra esa política económica y contra todo el régimen político. Sin embargo, la actualidad y necesidad de la revolución no estaba planteada. No se planteó la toma del poder político y menos aún la construcción del socialismo. Luego del genocidio de la dictadura, los años del alfonsinismo y luego menemismo, no había organizaciones políticas revolucionarias con capacidad de orientar en la construcción de esa perspectiva. Frente a esta debilidad, lo que siguió fue la institucionalización de “los rebeldes” y la restauración del orden capitalista y su democracia burguesa. Durante los 2000, la salida por la que optó la clase trabajadora fue una democracia supuestamente más “humana, participativa y ciudadana”. Un rol que cumplieron mayoritariamente los movimientos sociales, además de la pelea reivindicativa, fue el de contención.

Más cerca en el tiempo, el ejemplo de la rebelión en Chile es otro proceso a partir del cual analizar cómo evitar que esa fuerza popular se canalice finalmente de manera institucional para recomponer el sistema. La victoria de la derecha pinochetista que obtuvo la mayoría de los congresales para la nueva constitución luego de la derrota del primer proyecto, es una muestra trágica de cómo evolucionó esa gran rebelión que en 2019 protagonizó el pueblo chileno, con un alto costo en vidas, compañerxs heridxs, detenidxs, etc. Quienes definieron la dirección de ese proceso terminaron optando por la negociación con la burguesía, la conciliación de clase y la institucionalización de la lucha. Ante la dificultad del sostenimiento permanente de la lucha de calles, la salida de la constituyente, lejos de potenciar el proceso terminó por obturarlo. En Chile, como en Argentina, quedó demostrado que las salidas institucionales dentro del Estado Burgués son un callejón sin salida. ¿Pero cómo construir otra alternativa?

Las condiciones están dadas para que el pueblo argentino se rebele. Entonces, ¿hacia dónde encauzar esa rebeldía?  Debemos aprender del Cordobazo y aprovechar la radicalidad para forjar una herramienta partidaria – una articulación de los destacamentos con perspectiva revolucionaria- que nos permita recuperar la necesidad de la revolución como horizonte real y posible. La disputa ideológica, la agitación y propaganda revolucionaria deberá profundizar y extender la conciencia clasista y anticapitalista para construir una vanguardia obrera y popular que ponga al día las tareas de la revolución socialista. Es una tarea fundamental prepararnos para las confrontaciones y movilizaciones que se van a dar en el contexto de agudización de la lucha de clases, con la perspectiva de prepararnos para la rebelión. Prepararnos material, moral, programática y organizativamente para esas confrontaciones para dar un salto en la acumulación de fuerzas revolucionarias.

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