Este 4 de junio, hace unas horas, falleció Roberto “el Turco” Habichayn. Compañero de esos grandes, humilde, revolucionario, perseverante, testarudo, humano. Un camino a seguir. “Yo fui el chofer de Tosco” contaba con humildad. Pero claro, fue mucho más que eso.

Con más de 90 años, marxista y guevarista hasta la médula, el Turco seguía convencido de la necesidad de hacer la revolución, de construir un partido revolucionario, de cuestionar el orden social capitalista, de no caer en la trampa electoral. Sus anécdotas y relatos nos formaron, nos enseñaron, nos hicieron sentir un poco más cerca de esa generación profundamente humana y revolucionaria; compartimos y aprendimos sobre sus luchas, organización, encuentros, clandestinidad, derrotas, pero también momentos de victorias, de alegrías, asados y bagnacaudas. Siempre la sonrisa, el puño en alto, la confianza en la juventud y en la revolución.

Oriundo de Santa Fe donde se había asentado su familia proveniente de Líbano cursó el bachillerato en el Colegio Nacional “Simón de Iriondo”, allí participó del Centro de Estudiantes Secundarios que abrevaba en el ideario del Movimiento Reformista Universitario de 1918.

Cuando llegó a Córdoba para estudiar medicina se conectó inmediatamente con el Centro de Estudiantes de la carrera y comenzó a militar en el mismo. Fue delegado de curso en segundo año, delegado a la Junta Representativa de Federación Universitaria de Córdoba y luego integrante de su Mesa Directiva, presidiéndola en el periodo 1954/5.

Como delegado a la Federación Universitaria Argentina viajó como su representante al II Congreso Latinoamericano de Estudiantes en 1956 en Santiago de Chile, donde conoció al cubano José Antonio Echeverría. El líder del Directorio Revolucionario le impactó muchísimo y más al enterarse de su caída en el asalto al palacio presidencial con el propósito de ajusticiar al dictador Fulgencio Batista.

Como él mismo lo contaba, desde muy temprano, en 5to o 6to grado, abrevó en publicaciones del Partido Socialista. Quien sería su compañera de toda la vida, la Gringa, Albita, le compartía “los libritos socialistas”.

En el Movimiento Estudiantil estaba relacionado con el Movimiento Anarquista y el PS siguiendo el ideario de la Reforma Universitaria.

Más tarde, siendo ya médico, se vinculó con diversas obras sociales de distintos sindicatos entre las que se contaba Unión Eléctrica, la de los trabajadores de EPEC (Empresa Provincial de Energía de Córdoba). No fue casual que en ese gremio encontrara grandes coincidencias y afinidades ideológicas que lo llevaron a un acercamiento y compromiso que fueron estrechándose paulatinamente.

Esto lo llevaría a formar parte del grupo de Acción Directa que actuaba específicamente durante las medidas de fuerza del sindicato de Luz y Fuerza. Así, llegado mayo del 69, el Cordobazo le dio la oportunidad –como muchas veces comentaba- de “debutar en primera”, pues el corte de energía que se dio la noche del 29, que fue de gran significación tuvo su participación. Humilde, el Turco siempre eludía contar cómo había sido su intervención en esos hechos que garantizaron el apagón que permitió al pueblo de Córdoba tomar la ciudad. Serio con la clandestinidad, nunca reveló la parte de la fórmula que había permitido hacerlo.

Luego sobrevino la detención de Tosco y otros compañeros más enviados a la cárcel de Santa Rosa (La Pampa) y más tarde trasladados a Rawson con el propósito de aislarlos aún más. Cuando surgió la necesidad de que el secretario adjunto de Luz y Fuerza viajara a Rawson junto a los abogados, se requería una persona de confianza que pudiera llevarlos y allí fue el Turco.

Así conoció a Agustín Tosco, con quien pronto estrecharía fuertes lazos: las coincidencias ideológicas y afinidades políticas afianzaron una verdadera amistad.

Poco tiempo después comenzó a militar en el MRA (Movimiento Revolucionario Argentino) de orientación marxista-leninista, con mayor desarrollo en Córdoba y algún alcance en Capital Federal y Corrientes.

Acompañaba al Gringo Tosco a algunas actividades de la CGT de los Argentinos y también formó parte –junto con su compañera- de la delegación del sindicato de Luz y Fuerza encabezada por Tosco que en septiembre del 70 viajó a Chile a la asunción de Salvador Allende.

Durante los hechos del Viborazo, en 1971 participó con el mismo equipo operativo de Luz y Fuerza de las acciones callejeras.

Luego de varios años de militancia y disuelto el MRA, el Turco definiría su ingreso al PRT. Durante los tiempos de clandestinidad de Tosco, fue el Turco su enlace con el PRT y responsable de llevarlo a diversas actividades y reuniones. La tarea de asistir al Gringo Tosco en la clandestinidad, porque así también lo dispuso el propio Tosco, es muestra de su profunda amistad, confianza y seguridad que el Turco brindaba. Compañero humilde, firme, revolucionario con todas las letras.

Luego del fallecimiento de Tosco y en Buenos Aires junto a su familia, el Turco estuvo afectado al Estado Mayor del ERP. La admiración y el contacto con Roby, Mario Roberto Santucho, y la amistad con el Pelado Gorriarán se profundizaron en aquella época. Una vez desatada la cacería, por indicación del partido partió a su exilio en Argelia.

A su vuelta a la Argentina con su familia, continuó vinculándose con lxs compañerxs, dando testimonio de su experiencia y siempre alentando la construcción de un partido y una perspectiva revolucionaria sobre la base de la apropiación del marxismo. Como él mismo ha escrito: “El sistema capitalista está en crisis, en larga y feroz agonía. Y ello es inexorable. El sistema capitalista está agotado. Ha cumplido su ciclo, su existencia, con esta etapa extremadamente salvaje e inhumana: harto sabido es la cada vez más concentrada riqueza a costa de sumergir a condiciones infrahumanas -en mayor o menor grado- a más de la mitad de la población del planeta. El capitalismo es perverso y nunca mejorarán las cosas en este marco porque así es su esencia.

Esta etapa mueve a preguntarnos qué ocurrió y qué ocurrirá en el devenir. Y en esa búsqueda encontramos los principios del marxismo, que están más vigentes que nunca, a la espera de ser realizados en su máxima expresión para una justa e inequívoca aplicación de la lucha de clases. ¡Y que nos digan ahora que se ha llegado al fin de las ideologías!”

 

Hoy nos toca escribir estas palabras de despedida. La tristeza está también acompañada de la inmensa alegría de que la búsqueda de esa revolución esquiva pero indispensable nos encontró. Ninguna pedantería de su parte, jamás. Desconfiado de las aventuras electorales. Incrédulo de las apuestas a “frentes” sin partido y sin estrategia. Crítico sin ambages del peronismo y su apuesta a la conciliación de clases. Ácido con las diversas expresiones del reformismo y el posibilismo, sabía que el poder no lo ha regalado ninguna clase de la historia. Alguien que era como pensaba y que sentía como decía. La hermosa familia que supo construir, se ampliaba con quienes nos sentíamos parte de un mismo proyecto de cambiarlo todo.

Un verdadero revolucionario al que vamos a extrañar. Su partida es un llamado a reafirmar el compromiso de seguir su huella subversiva. Con el puño en alto, con la sonrisa y el abrazo siempre a flor de piel, ¡hasta la victoria, siempre!

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