Hoy, 19 de abril, se cumplen 80 años de inicio del levantamiento del Gueto de Varsovia. Vivir y morir con dignidad, luchando contra la opresión de un régimen que se presenta como invencible y que cuenta con la complicidad y el silencio de buena parte del mundo. Imposible hacer justicia al legado de las y los jóvenes que se alzaron contra el nazismo sin condenar el apartheid y política de exclusión que el sionismo impone al pueblo palestino. Tanto ayer como hoy, la lucha no es sólo un medio para transformar el futuro, sino una forma de dignificar la vida.

Otoño de 1943. El régimen nazi ocupa casi la totalidad de Europa. Entre estados ocupados, aliados y “neutrales” (tan “neutral” como la España de Franco) la mancha fascista se esparce por la “civilizada” Europa. La máquina guerrera de las fuerzas armadas alemanas, la Wehrmacht, parece invencible. Acompañada de las SS y de los grupos fascistas que con el aval de gobiernos y financiamiento de empresas se reproducen por todos lados, los nazis controlan un fuerte aparato de propaganda. Además, cuentan con la movilización activa de una parte del pueblo, no sólo de Alemania.

En octubre de 1940 los nazis imponen en la ocupada Polonia la política de segregación étnica. En Varsovia establecen el gueto donde unas 400.000 personas viven sometidas a la falta de alimentos, al mercado negro, a los abusos cotidianos de los alemanes y de los judíos que conforman la policía del gueto. El nazismo construye un muro de 4 metros de altura para aislar a la población del gueto de Varsovia.

En 1942 comienzan las deportaciones masivas. Cerca de 300.000 personas, ancianxs, hombres, mujeres, niñxs, bebés, son subidos como ganado a trenes que tienen tapiadas las salidas y las ventanas. El destino, el campo de concentración de Treblinka. La maquinaria de muerte no da abasto y se deben frenar los envíos de seres humanos para que la cadena de montaje del exterminio funcione coordinadamente. Todo ello sin que frenen las muertes por frío, inanición, ingesta de agua y alimentos en mal estado, enfermedades de todo tipo.

En febrero de ese año crucial en torcer el triunfo nazi, la Wehrmacht que parecía no encontrar resistencia que pudiera detenerla, sufre la derrota de Stalingrado. Ya en la navidad de 1942 el aparato de Goebbels hace malabares para ocultar la derrota en ciernes en el frente oriental.

De forma molecular, sometidas a una presión continua, grupos guerrilleros rurales y urbanos resisten al fascismo. Pocxs, mal armadxs, sin una preparación militar siquiera comparable a la de los soldados nazis, la resistencia se reproduce. No es masiva. El sentido común mayoritario no va a su favor. El poder aparece como inquebrantable. Muchos dirigentes y referentes de las sociedades burguesas bajo mando nazi, aceptan cargos en el sistema. Otros, alegando racionalidad y madurez buscan negociar. Las mayorías tratan de sobrevivir. ¿Correlación de fuerzas desfavorable para las fuerzas socialistas y comunistas? Sin duda. ¿Imposibilidad de encarar la lucha? Todo lo contrario.

Durante 1942 cobran fuerza varias organizaciones de resistencia judía. Se destacan las organizaciones y militantes de adscripción socialista como Organización Judía de Combate (ZOB, por sus siglas en polaco) y el BUND. Son jóvenes, hermosa y dolorosamente jóvenes quienes se ponen al frente de la lucha. Organizan en condiciones de extrema clandestinidad redes a través de túneles y sótanos. Consiguen armas. Tan jóvenes que a un combatiente de 27 años se lo considera anciano. La mayoría no llega a los 25. Hay muchas mujeres. Pelean de igual a igual. Organizan de igual a igual. Se ajustan cuentas con la policía judía y con los colaboracionistas. Se realizan varios ataques a soldados nazis. También hay organizaciones sionistas que pasan a la acción.

Hacia el otoño, la población del gueto se calcula en 50.000 personas (es decir, la octava parte de la población original). Las organizaciones armadas logran realizar un acuerdo de acción común a pesar de las divergencias ideológicas y políticas. La decisión es no subir a los trenes. Enfrentarse a las deportaciones finales que tenían por objetivo las tropas de las SS al mando del general nazi Jürgen Stroop.

El 19 de abril se inicia el levantamiento. Fue una lucha encarnizada, casa por casa, sótano por sótano. Los soldados alemanes no esperaban esos ataques. Los sorprende el arrojo y el coraje de aquellos y aquellas combatientes. A los cuatro días los alemanes se ven obligados a retroceder y dejan el gueto para reorganizarse.

Es el día 23 de abril cuando Mordejai Anielewicz, de 23 años, líder de la ZOB, escribió:

Es imposible expresar con palabras lo que hemos vivido. Una cosa queda clara, lo que ocurrió ha sobrepasado nuestros sueños más audaces. Dos veces los alemanes se escaparon del gueto. Una de nuestras compañías resistió 40 minutos, y otra más de 6 horas. La mina que se instaló en la región de las fábricas de cepillos estalló. Varias compañías nuestras atacaron a los alemanes que huían.

Las pérdidas de nuestras fuerzas son mínimas. También esto es un éxito. Lejiel cayó heroicamente con su ametralladora. Siento que ocurren cosas importantes y lo que hemos osado hacer tiene una importancia grande, inmensa.

Empezando desde hoy vamos a adoptar la táctica de los partisanos. Tres compañías combatientes se desplazaron hoy por la noche con dos misiones: reconocimiento y obtención de armas. Recuerden, las armas de corto alcance no nos sirven. Usamos esas armas muy raramente. Lo que necesitamos de urgencia son granadas, rifles, metralletas y explosivos.
Es imposible describir las condiciones de vida actuales de los judíos del gueto. Sólo una minoría podrá resistir. El resto morirá tarde o temprano. Su destino está ya sellado. En casi todos los escondrijos donde se esconden millares de personas, no es posible ni encender una vela por falta de aire.

Gracias a nuestro radio, hemos oído un maravilloso relato sobre nuestro combate, emitido por la estación de radio “Shavit”. El hecho de que se acuerden de nosotros afuera del gueto nos da aliento en nuestra lucha. ¡Que la paz sea contigo, amigo mío! ¡Tal vez nos podamos encontrar de nuevo! He logrado transformar el sueño de mi vida en realidad. La auto-defensa del gueto ha sido una realidad. La resistencia armada judía y la venganza son hechos. He sido testigo del magnífico y heroico combate de los combatientes judíos.

 

Las fuerzas de ocupación se reorganizan. Reciben refuerzos. Las y los combatientes resisten hasta que se quedan sin municiones. Se refugian en los búnkers. Prometieron no entregarse vivos. Así lo cumplieron. Quienes no se pudieron suicidar por falta de balas, solicitaron a otros que los mataran. En esas horas finales, sin ilusión de victoria, pero con la dignidad que da luchar y morir con dignidad, entonan las estrofas de La Internacional. Los nazis envenenan los sótanos. Realizan la entrada final mientras toman fotografías que serán integradas al siniestro Informe Stroop destinado a Himmler. El 16 de mayo hacen estallar la sinagoga del gueto. Y escriben triunfantes: “¡El gueto de Varsovia ya no existe!”

Las formas del olvido y los caminos de la memoria

Ochenta años han transcurrido desde entonces. La reorganización del mundo tras la derrota del nazismo incluyó el apoyo de las potencias del mundo capitalista comandadas por Estados Unidos para la creación del Estado de Israel. Desde entonces, el sionismo en el poder ha construido una maquinaria de segregación y de limpieza étnica que nada tiene que envidiar a la de los nazis. Más aún, usando la historia de persecución a que fueran sometidos lxs judíxs construye una impunidad internacional al asociar con “antisemitismo” cualquier lucha contra el estado de Israel.

Sin embargo, es imposible no ver en las prácticas sistemáticas del Estado de Israel la reiteración de la opresión más brutal de los nazis. Seis millones de palestinos y palestinas han sido expulsados de su tierra. Varias generaciones ya viven en campos de refugiados bajo condiciones extremas. Las masacres, ataques, bombardeos y fusilamientos son incontables. La construcción de muros que divide aldeas y familias, la destrucción de casas, las torturas, los niños siendo empujados por soldados armados hasta los dientes, la represión en mezquitas, el monopolio del acceso al agua potable, y un sinnúmero de etcéteras. El hacer la vida imposible es genocidio. Eso es lo que perpetra desde 1948 Israel contra el pueblo palestino.

Cínicamente, el Estado de Israel dice no tener Fuerzas Armadas sino Fuerzas de “Defensa”. Hipócritamente, busca igualar las acciones de resistencia con las de ocupación. Discurso que mediáticamente se reproduce hasta el hartazgo. De un modo siniestro, un estado terrorista busca presentarse como heredero de aquellos jóvenes que supieron morir con la dignidad de enfrentar con las armas en la mano al enemigo.

Por el contrario, si hay una herencia de ese heroísmo que estremeció al poder supuestamente invencible, está en la resistencia del pueblo palestino.

A 80 años del levantamiento, en un mundo donde el capitalismo sólo ofrece la muerte como horizonte, revindicamos que luchar por la dignidad es el primer paso para la construcción de una vida digna. Para toda la humanidad como dice La Internacional. Somos continuadores de nuestres predecesores. Por lo tanto debemos ser dignos de nuestres continuadores. Decía un luminoso joven de hace 80 años: “que se acuerden de nosotros”. Así será.

 

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