Desde hace 42 días, el pueblo peruano viene protagonizando una verdadera rebelión. Tras el derrocamiento de Pedro Castillo el 8 de diciembre y la instauración del Estado de Emergencia, la resistencia se fue expandiendo desde los sectores más castigados del hermano país. Desde el sur serrano, históricamente postergado y empobrecido, campesinxs, indígenas, lxs trabajadorxs informales (según cifras oficiales, 3 de cada cuatro trabajadorxs lo son) salieron a cortar rutas y caminos para exigir la renuncia de Dina Boluarte, la convocatoria inmediata a nuevas elecciones y el llamado a una asamblea constituyente que reemplace a la constitución fujimorista vigente.
Ungida a través de un golpe parlamentario a la carta de la elite racista y clasista concentrada en Lima y del imperialismo, Dina Boluarte lleva más muertos en su haber que días de gobierno (42 días y por lo menos 55 asesinadxs y 600 heridxs). La política de estigmatización conocida como “terruqueo” se ha agudizado, indentificando como “terrorista” a cualquiera que se moviliza. La masacre de Juliaca (Puno) del pasado 9 de enero, con 18 asesinadxs muestra las acciones de bandas paramilitares como la llamada “La Resistencia” irrumpiendo en locales de organizaciones. Son parte de una política de clase, de guerra contra el propio pueblo.
No obstante la feroz represión, las movilizaciones se han ido multiplicando y en el día de hoy (19/01/23) han llegado a la capital, al tiempo que se mantienen cortes y ocupaciones en otros lugares del país. El gobierno de Boluarte ha sacado tanques blindados a las calles limeñas.
Un régimen político corrompido hasta los huesos e impugnado por amplias mayorías. Un país “estable macroeconómicamente” que se ha jactado de ser un lugar ideal para las inversiones multinacionales (sobre todo minería, pero también agroexportación y turismo) y que condena la mayoría a vivir en la precariedad. Un país en el que, durante la pandemia, la pobreza aumentó en 10 puntos. Un territorio disputado por diversas fracciones del capital global que extrae y destruye sin dejar siquiera una propina. Cuarenta años de un orden construido mediante el genocidio fujimorista. Doscientos años de la independencia retaceada y traicionada. Cerca de dos siglos y medio de la rebelión tupacamarista que hizo temblar al siniestro colonialismo español. Esxs miles y miles de peruanxs que desde la sierra, la selva y la costa hoy confluyen en Lima están mostrando que la rebelión es el camino, el único posible que tenemos lxs explotadxs y oprimidxs para construir un nuevo país y una nueva Nuestramérica.
¡Viva el paro en Perú!
¡Fuera el gobierno títere de Boularte!