El gobierno nacional encabezado por Alberto Fernández (AF) se caracteriza por una retórica en la que el diálogo y el consenso tienen un papel central. Sin embargo, la aplicación de sus políticas muestra su carácter de clase: un presupuesto que nos ajusta, un sistema tributario donde lxs asalariadxs siguen sosteniendo las mayores cargas, subsidios a las patronales y una política de regulación de los efectos de la pandemia totalmente insuficiente. Más allá de las críticas de la derecha recalcitrante y negacionista, el gobierno se mueve entre los estragos de la pandemia tratando de contener los contagios de manera tardía e insuficiente, pero sin confrontar con el empresariado ni poner en riesgo la recaudación fiscal. Un equilibrio tan inestable como ineficaz entre las medidas de cuidado y la pretendida “reactivación” en un país sacudido por la pobreza, donde más de la mitad de lxs niñxs sufren privaciones, hambre y miseria. 

 

Gestionar la pandemia, administrar los contagios

La presencia de una política abiertamente negacionista, representada en el hemisferio por personajes como el fascista Jair Bolsonaro y localmente por la dirigencia de Juntos por el Cambio, con Patricia Bullrich y Larreta a la cabeza, no debería impedir una crítica profunda y estructural a la manera de encarar la pandemia y sus efectos en nuestro país por parte del gobierno del Frente de Todos. El crecimiento exponencial de contagios en esta segunda ola era previsible. Hubo una gran cantidad de medidas que el gobierno tomó para retornar a una apertura de actividades prematura, y otras que dejó de tomar y podrían haber atenuado considerablemente el efecto devastador de la pandemia. La militancia a favor de la presencialidad escolar en todo el país, que desde febrero hasta mediados de abril el gobierno nacional desplegó tratando de responder a cierto “humor social” en un año de elecciones, es un ejemplo de una política errática. Aún pueden verse las publicaciones del Ministerio de Educación de la Nación donde el propio Nicolás Trotta defendía las clases presenciales y aseveraba que los contagios en escuelas eran bajos y los protocolos eran eficaces. Tanto la ministra de Salud Carla Vizzotti como Trotta, hasta horas antes de los anuncios presidenciales que disponían la suspensión de las clases presenciales, defendían la idea falaz de que los contagios se producen fuera de las escuelas y lugares de trabajo, principalmente en encuentros sociales, por lo cual no había que “cerrar las escuelas”. La idea de que la propagación del covid se genera fundamentalmente en ámbitos de esparcimiento, versión funcional a los intereses de las patronales, es desmentida por las decenas de miles de casos de coronavirus que las ART registran en ámbitos laborales y que quedan relevados por la SRT.

Argentina posee más muertos por cantidad de habitantes que la mayoría de los países de la región. Con una total acumulado por encima de las 80.000 muertes y una cifra de 1.795 fallecidxs por cada millón de personas, supera en ese mismo índice a Chile (1.585), Paraguay (1.365), Bolivia (1.306) y Uruguay (1.293). El caso de Brasil es, sin dudas, el más paradigmático en nuestro subcontinente, con una política negacionista en despliegue que ubica a este país en los 2.243 casos por millón. Nuestro país se encuentra en el top-10 de los que más contagios totales acumula: ocupa el 9° lugar en todo el planeta con 3,9 millones de casos. Un dato a tener en cuenta es que los 8 países que la superan en ese listado poseen una mayor cantidad de habitantes. Los 370.000 casos activos de covid que registramos, la altísima tasa de ocupación de camas UTI por esta enfermedad en nuestro país (de 7.700, lo que nos ubica como 3er país en el mundo en cuanto a ese parámetro, detrás de India y Brasil) demuestran que el parate de fines de mayo fue a todas luces insuficiente. Un cierre de actividades por un período más prolongado, con una política de ingresos para los hogares populares, hubiera sido clave para salvar miles de vidas en un momento en el cual la llegada de vacunas empieza a extenderse.

Pese a la justamente celebrada llegada de millones de dosis, cuya aceleración en el arribo coincide con la proximidad del calendario electoral, la política gubernamental para enfrentar los contagios no ha ido a fondo. Esto ha suscitado críticas de muchos epidemiólogos y médicos cercanos al oficialismo, y hasta de dirigentes kirchneristas como Alicia Castro, que ha señalado con razón que el gobierno trata de mitigar los contagios en lugar de erradicarlos.

La presión de los dueños de las fábricas para que la producción y circulación de mercancías no disminuya, como también para que las escuelas (particularmente en los niveles de inicial y primaria) sean presenciales y cumplan funciones de cuidado, ha sido asumida como propia por el gobierno nacional hasta hace semanas, interesado en que la recaudación fiscal tampoco se vea reducida. Las restricciones tomadas a mediados de abril como fines de mayo han resultado exiguas y a la medida de las necesidades del capital: podemos ir a contagiarnos a las fábricas, escuelas y lugares de trabajo durante la semana, pero se restringe la posibilidad de ir a descansar a un parque el fin de semana… vivimos y morimos para trabajar. Además, no se vieron acompañadas por la necesaria ayuda para lxs asalariadxs que no poseen ingresos fijos o suficientes para afrontar los días de parate, aunque sí de una nueva andanada de subsidios a las patronales (mediante el Repro 2, por ejemplo). Una expresión cabal de esta intención en favor del empresariado se plasma en la Resolución conjunta de los ministerios de Salud y Trabajo firmada en abril (Res. N. 4/21), que obliga a volver a tomar tareas presenciales a trabajadorxs dispensadxs con comorbilidades a los 14 días de haber recibido una sola dosis de la vacunación contra el covid. Una acción verdaderamente criminal que se aplica tanto en el sector privado como en la administración pública.

El “equilibrismo” del gobierno, entre el aumento de contagios (con el riesgo de un colapso sanitario generalizado, incluso mayor al visto en algunas jurisdicciones como Córdoba o Santa Fe) y la necesidad de mantener la recaudación por consumo y la producción-ganancia capitalista, se desarrolla transitando por una cuerda cada vez más delgada.

 

El mito del capitalismo solidario

Al cierre de su discurso en el Foro Económico Internacional de San Petersburgo, AF se pronunció por “la construcción un capitalismo que no olvide el concepto de solidaridad”. Agregó que “si algo nos enseñó la pandemia es que nadie se salva solo, y que puede haber un momento donde los más poderosos y los más débiles tiemblen y caigan frente a un virus”. Tales afirmaciones coinciden con los anuncios realizados junto con la Federación Rusa mediante los cuales se hace público el acuerdo para producir en el país vacunas Sputnik V, pero con el sector privado (laboratorio Richmond) y no con ningún ente público.

Las invocaciones a la igualdad en el sistema capitalista son acompañadas por una política que ni siquiera ha practicado una redistribución de ingresos, para la cual nuestra economía muestra un escaso margen sin afectar a los monopolios. En el transcurso de esta semana, se aplicó un aumento en la cuota del monotributo que llega al 35% y se ejecuta de manera retroactiva hasta enero. Esto afecta a 4 millones de personas que no siempre son profesionales o cuentapropistas, sino que en infinidad de casos son trabajadorxs precarizadxs cuya dependencia laboral se halla encubierta por maneras de contratación fraudulentas que incluyen al propio estado como empleador. El mismo gobierno que gestiona una economía que acumula una inflación que hasta mayo llegaba cerca del 18%, y que se proyecta en el año hasta un 44%, había dibujado un presupuesto a medida del FMI donde ese indicador para todo 2021 era del 29%. En base a eso encaró las paritarias a la baja de la mano de las burocracias sindicales, que recientemente tuvo como protagonistas a ATE y UPCN aceptando un 35% en cuotas para lxs estatales. Para ilustrar la incongruencia entre estas pautas salariales mezquinas y una inflación desbocada, basta señalar que solo entre febrero y mayo, los combustibles (nafta y gasoil) aumentaron más de un 15%, con el consecuente traslado a precios en dicha medida, capitaneada por YPF.

El capitalismo “con rostro humano” y “solidario” hace que hoy, en el país de las vacas, se consuma menos carne por habitante que en los últimos 100 años; hace que en el país del trigo y la producción de alimentos más de la mitad de lxs niñxs sean pobres, que 1 de cada 6 pase hambre, que miles de ellxs vivan en las calles o a la vera de una autopista, y sean noticia solo cuando ocurren hechos policiales.

La perspectiva de lxs trabajadorxs no puede ser la de embellecer este sistema, ni limitarse a aspirar a gobiernos que vengan a gestionar la miseria de manera menos cruenta que otras expresiones ubicadas más a la derecha. Sin independencia política, nuestra clase transcurrirá de sobresalto en sobresalto, optando entre malos y peores, sobrevalorando los “progresismos”, atragantándose con sapos y, como criticara el poeta, “aceptando lo habitual como cosa natural”. La enorme crisis económica y sanitaria en curso no atenúa la necesidad de luchar por un horizonte revolucionario, sino que la actualiza. El camino es la rebelión de los pueblos, como nos enseña Nuestramérica, en cuyas calles se gestan batallas masivas contra el hambre y los gobiernos reaccionarios. Nuestra perspectiva, el socialismo: la superación de este sistema de muerte, para el cual lxs trabajadorxs somos esenciales para ir a generar ganancias y descartables a la hora de que cuiden nuestra salud.

 

 

 

 

 

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