Primero de enero, un nuevo aniversario de la Revolución Cubana. Una revancha con la historia de las, los y les de abajo en Nuestramérica. La refutación a los quietistas y los manuales que prescribían etapas y modelos abstractos como manera de regular las luchas. La demostración empírica y material de que la revolución socialista podía darse en castellano, en un país periférico, en América Latina, en las narices del imperialismo yanqui sin permiso de tantas izquierdas oficiales de entonces.

Se cumplen 62 años del ingreso triunfal en Santiago de Cuba del Ejército Rebelde, el 1 de enero de 1959. Días más tarde, harían ingreso en La Habana. Aquella Cuba prerrevolucionaria, burdel y garito de los yanquis, llegaba a su fin por la incansable lucha de su pueblo. El títere de turno de los yanquis, Fulgencio Batista, dictador cuyo gobierno estuvo caracterizado por la corrupción en sus actos y la crueldad en la represión, huyó hacia Dominicana para recalar más tarde en la España franquista. El pueblo pobre, ése que era excluido de pisar siquiera las mismas veredas que los ricos, hizo su entrada triunfal. Encabezado por dirigentes políticos y guerrilleros como Fidel Castro, Ernesto “Che” Guevara, Camilo Cienfuegos, y también por cuadros políticos y militares representados en mujeres combatientes como Celia Sánchez y Haydée Santamaría, entre muchas otras, llegaba al poder para cambiar todo lo que debía ser cambiado e iniciar el camino a la primera revolución socialista en suelo americano.

Esa revolución de lxs pobres y para lxs pobres sería impensada sin luchas previas, que no siempre fueron triunfales. ¿O acaso no es antecedente inmediato de esa lucha guerrillera el desembarco del yate Granma (“podríamos decir el naufragio”, ironizaba el Che) un 2 de diciembre, pero tres años antes, en 1956? ¿Y qué hay del fallido asalto al Cuartel Moncada, el 26 de julio de 1953, cuyo resultado en términos militares fue desastroso para las filas revolucionarias, pero sembró un antecedente político y moral insoslayable para todxs quienes aspiraban a terminar con la tiranía? ¿Se puede pensar ese triunfo del Movimiento 26 de julio, que se hizo fuerte en la Sierra, sin su brazo (o más de uno) en el Llano, en el llamado movimiento clandestino urbano, que organizaba desde allí actos de sabotaje, se vinculaba con el movimiento huelguístico, organizaba milicianos en las ciudades?

La Cuba revolucionaria fue y sigue siendo ejemplo para nuestros pueblos; porque transformó radicalmente la vida de su pueblo, erradicando el analfabetismo y la desnutrición infantil; porque brindó apoyo a movimientos insurgentes y alentó la revolución en nuestras tierras; porque, aún pobre y bloquedada, sembró de médicxs y alfabetizadorxs el mundo. Una isla que sigue siendo una trinchera de resistencia ante los embates del imperialismo y el avance del mercado, y cuya presencia y ejemplo debe seguir instándonos como pueblos a ponernos a la altura de nuestros desafíos históricos: hacer la revolución en nuestro propio suelo.

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