El año 2001 es recordado por la histórica rebelión del 19 y 20 de diciembre. En aquellas jornadas el pueblo desafió masivamente el Estado de Sitio impuesto por De la Rúa, presidente de aquella versión “honesta” del menemismo que fue la Alianza. Esas jornadas culminaron un proceso de lucha y acumulación previo, como las peleas contra las privatizaciones y la desocupación, el Santiagueñazo, las puebladas de Cutral-Co, Plaza Huincul, Mosconi y Tartagal. La rebelión de 2001, que logró deponer con la movilización callejera a un gobierno hambreador y asesino, fue sin dudas para muchxs militantes una primera revancha con la historia.
La Rebelión Popular de 2001 expulsó a un gobierno mediante masivas protestas en todo el país, y con epicentro en el área metropolitana de Buenos Aires. Esa oleada de lucha dio lugar a lo que llamamos crisis de dominación del régimen burgués. Una situación de excepcional agravamiento y cuestionamiento de las instituciones políticas y mecanismos de control social a través de los que las clases dominantes ejercen normalmente su dominación de clase. Esto fue fruto de la combinación de una fuerte crisis económica, del empeoramiento de las condiciones de vida de las masas y en particular de la clase trabajadora, y un alza significativa de su movilización y actividad. La crisis de dominación se manifestó de diversas formas. La lucha de calles y los piquetes fueron una de las principales, pero no debemos olvidar que se multiplicaron las asambleas por todo el país; los escraches a funcionarixs en sus viviendas y en los locales de comida en la vía pública fueron moneda corriente -incluso había comercios que no les permitían el ingreso-; mientras que en lo electoral se manifestó a través del conocido voto bronca -que irrumpió en las legislativas de octubre de 2001 y se sostuvo en las presidenciales de 2003) donde al ausentismo y voto en blanco se sumó la anulación del voto.
La dimensión histórica de la Rebelión Popular de diciembre de 2001 encontraba sus principales trabas en la ausencia de la clase obrera organizada en esas jornadas y el notorio retraso en la construcción de una alternativa política revolucionaria, trabas con las que chocó el proceso en curso y que definieron las limitaciones a su desarrollo.
La ausencia de una organización política con cuadros, y también con inserción real en las masas y vocación de interpelar a amplios sectores, con pretensión de unidad para apostar a un frente único de la clase trabajadora, fue uno de los elementos que marcaron ese período. Por ello, también, para muchxs de nosotrxs, constituyó una tarea imprescindible la construcción partidaria en esa clave.
La Rebelión Popular del 19 y 20 de diciembre significó un hito en la constitución de los lineamientos fundamentales que fueron moldeando a la militancia. Además, puso por delante la necesidad de dar respuestas a las limitaciones que tuvo ese estallido popular: la ausencia de la clase obrera organizada y el retraso en la construcción de una alternativa política revolucionaria de la clase trabajadora nos marcaron la necesidad de profundizar la inserción de las organizaciones revolucionarias en el seno de la clase obrera y el pueblo pobre, para que, desde las fábricas, desde las barriadas populares, la juventud y los feminismos surjan los afluentes de masas que nos permitan poner en pie una poderosa Fuerza Social Revolucionaria con vocación de poder.
La recomposición de la credibilidad y hegemonía desde las instituciones del sistema, en gran medida lograda por el kirchnerismo, pudo suturar buena parte de los cortes que aquellas jornadas implicaron. A 19 años de aquellas batallas callejeras, recordamos a todxs lxs caídxs en la protesta y reivindicamos el derecho a la rebelión popular. En un continente signado por la mayor desigualdad social del planeta, muchos pueblos plantean que la salida sigue siendo la lucha. Nuestra historia está marcada por esa rebelión popular. Nuestro destino, también.
19-12-2020