El Primer Ministro israelí, Benjamín Netanyahu, anunció que el 1º de julio se iba a realizar la anexión del 30% del territorio de Cisjordania. Significaba que parte del territorio ocupado después de la guerra de 1967 pasaba a la órbita del Estado de Israel, desconociendo todas las normativas internacionales en relación a zonas anexadas por la fuerza a través de la guerra.

En realidad se trata de continuar con la limpieza étnica que comenzó en 1947 con el reconocimiento del Estado de Israel por la ONU. Lamentablemente esta maniobra fue convalidada por la enorme mayoría de ese organismo internacional. Se puede afirmar que este es el origen de la tragedia que continúa hasta nuestros días. Además, no se visualiza una solución en el corto ni mediano plazo.

El reconocimiento de Israel implicó de hecho un aval al robo de las tierras a un pueblo originario, el palestino. La ONU y el mundo no árabe fueron espectadores de un genocidio y expulsión de los palestinos. Además hoy permiten que el despojo continúe sin tomar ninguna medida. A lo sumo una que otra resolución, nunca cumplida por Israel, sin costo ni sanción alguna.

Repasemos los hechos. A fines de 1947 la ONU reconoce el Estado de Israel. Comienza la expulsión de más de 700.000 palestinos y la destrucción de sus pueblos. El 14 de mayo de 1948 se produce un “alto el fuego” y se firma un Armisticio que determina, precisamente, la Línea de Armisticio que no es frontera entre dos estados. Concretamente fija el lugar donde se encontraban cada una de las partes, lo que perdura hasta el 11 de junio de 1967, día en que finaliza la guerra de los Seis Días. Israel ocupó todo Jerusalén, la totalidad de Cisjordania (territorio palestino custodiado por Jordania), los Altos del Golán (territorio sirio) y la totalidad de la península de Sinaí (territorio recuperado en 1981 por Egipto).

Justamente, Noura Erakat, activista y académica estadounidense-palestina, no habla de fronteras ya que nunca existieron. Lo único que existió desde el ’48 fue la mencionada Línea de Armisticio. Por lo tanto no se trata de un conflicto entre estados. Lisa y llanamente es la expulsión de un pueblo y su exterminio.

Desde 1947 el Estado colonialista de Israel viene anexando territorios por medio de la fuerza, mientras el pueblo palestino reclama retornar a sus hogares, desde los que fueron expulsados.

Sin embargo Netanyahu suspendió la anexión, hasta nuevo aviso. No se conoce a ciencia cierta la causa de la suspensión. Si fue por especulación política, por las protestas de todo el mundo, o por el CODIV 19.

El 9 de junio, el Alto Tribunal de Israel declaró inconstitucional la Ley de Regularización (que permitía la cesión a colonos de propiedades mediante una compensación económica a sus dueños legítimos, aunque sin mediar negociación ni proceso de expropiación) aprobada en 2017 por la Kneset (Parlamento). Pero por ese fallo (9 a 1) tampoco hará desistir al gobierno de Netanyahu.

Según Diana Buttu, analista política palestina y ex asesora de Mahmoud Abbas, explica “Creo que Netanyahu observa la alineación política de los planetas con dos cosas en mente.. Y agregó “La primera es la realización de las próximas elecciones en Estados Unidos. Pero incluso si Trump fuera derrotado, no creo que Biden descartara la anexión, especialmente si se trata de una anexión a pequeña escala, por ejemplo, la anexión de las colonias. Y además de eso, con Alemania ahora al frente del Consejo de Seguridad de la ONU, la probabilidad de que Alemania presione para obtener condenas o sanciones contra Israel es muy baja, y Netanyahu lo sabe”.

Concretamente, el contexto internacional a nivel de gobiernos, sigue favoreciendo a los planes sionistas, sea por apoyo explícito o por dejar hacer y circunscribir la intervención a comunicados altisonantes pero sin efecto real alguno.

Recordemos que el sionismo no es sinónimo de judaísmo. Hay una cantidad importante de judíos antisionistas, especialmente a partir de la inflexibilidad de los diferentes gobiernos israelíes para con el pueblo palestino.

El sionismo no es homogéneo. Están los de izquierda (el laborismo que gobernó en sus distintas variantes hasta 1979) hasta los de derecha (quienes hoy gobiernan en coalisión). Pero todos, absolutamente todos los gobiernos tuvieron la misma respuesta para el pueblo palestino: al enemigo ni agua.

A partir de 1967, durante 10 años, se crearon 30 asentamientos con 4.500 colonos israelíes. Pero hoy existen más de 600.000 colonos que viven en unos 140 asentamientos.

En estos días, aún suspendido el proyecto del primer ministro, los colonos siguen ocupando tierras, protegidos por las fuerzas armadas de ocupación de Israel, levantando barricadas de escombros en caminos imprescindibles para los palestinos, impidiendo su paso a las tierras donde trabajan.

Diana Buttu comentó que si bien “aún no estamos seguros de cómo se desarrollará la anexión, o cómo se verá, formalizará el apartheid, y tendrá repercusiones”. Este análisis es compartido tanto por analistas palestinos como por israelíes y judíos antisionistas.

Es evidente que la opción de “dos pueblos, dos estados” que alguna vez se levantó ha quedado perimido y sepultado. Los hechos de los últimos años apuntan al establecimiento de un estado de apartheid del que difícilmente pueda volverse.

Es mucho lo que debe cambiar y las condiciones no son las mejores. Por eso ¿podemos hablar de paz y convivencia sin plantear un cambio de fondo? ¿Es posible en el corto plazo? La vida es dinámica. Los pueblos suelen darnos lecciones de lucha que sorprenden a quienes creen que la historia es una rueda que gira lentamente. Siempre está abierta la posibilidad para que suceda aquello que afirmaba Lenin «Hay décadas en las que no pasa nada y semanas en las que pasan décadas«.

En Israel se producen actualmente movimientos de protesta por diferentes motivos: la situación económica, el tratamiento de la pandemia y, también, en contra de la anexión de Cisjordania. Son hechos novedosos. Hasta hace poco tiempo, no existía organización antisionista israelí.

Vale aclarar que el sionismo es la ideología que pregona que el Estado de Israel es la Casa de todos los judíos del mundo. Además sostiene, y ya lo estableció por ley, que el Estado es judío, por lo tanto quienes no lo son, (israelíes de nacionalidad pero no judíos, sean árabes, palestinos o cristianos) serían ciudadanos de segunda. Sin embargo no todos los judíos se identifican con el sionismo, el que cada vez más muestra su esencia racista, discriminadora y fascista.

Ya no se trata simplemente de declaraciones de intelectuales, las que aún siguen aportando en esa dirección. El pueblo israelí comienza a organizarse. El antisionismo toma cuerpo en pleno territorio de Israel, es decir que son los propios judíos que se rebelan contra el poder sionista.

Sin embargo no va a ser sencillo. Estos movimientos recién comienzan y la gran mayoría del pueblo israelí, así lo demuestran las elecciones, siguen optando por la derecha más o menos recalcitrante (siempre hay matices y siempre hay alguno más a la derecha aún). Benjamín Netanyahu, Benny Gantz, Avigdor Lieberman y muchos otros, son opciones que, junto con los sectores religiosos ortodoxos, son la expresión más autoritaria del sionismo.

Como todo proceso de cambio profundo no será posible realizarse sin apoyo desde el exterior. La solidaridad internacional juega un papel central para la resistencia de los pueblos, pero más importante es su papel en los procesos revolucionarios o de cambios de fondo. En todo el territorio que hoy ocupa el Estado de Israel y los sectores bajo su dominio, Cisjordania y Gaza, deberán transitar un camino de cambios profundos para desalojar al sionismo del poder. Mientras el sionismo (de derecha o de izquierda) detente el poder, no habrá paz ni futuro para el pueblo palestino. Tampoco para el israelí, aunque todavía no lo vea así.

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