Autodefensa feminista contra el aparato policial y patriarcal
“No nos cuidan, nos violan”, fue la frase que comenzó a circular en México luego de que una joven de diecisiete años acusara de violación a cuatro agentes de la Policía de la Ciudad de México. El suceso ocurrió el pasado 4 de agosto, cuando la joven regresaba a su casa, en la alcaldía de Azcapotzalco.
Los hechos fueron relatados por la joven ante el Ministerio Público, sin embargo, las investigaciones se han visto plagadas de numerosas irregularidades, sin mencionar la filtración ilegal de datos que comenzaron a circular en diversos medios y que colocaron a la denunciante en una situación de exposición y de vulnerabilidad. La filtración de datos es un delito que pone en peligro a la víctima y que compromete el debido proceso de la investigación. Estos hechos muestran los diversos niveles en que opera la complicidad patriarcal: los violadores y femicidas están sueltos por las calles porque el sistema jurídico y legal es cómplice. Fueron los mismos policías quienes cometieron las acciones de violación, y, posteriormente, se desplegó toda una táctica de protección a estos agentes, a través de la filtración de datos, y de desprotección y criminalización a la denunciante de los hechos.
Este caso es la punta de iceberg de una situación que viven cotidianamente las mujeres en México: de acuerdo con el Reporte Anual 2018 de Incidencia Delictiva en Ciudad de México, tan sólo en 2018 las violaciones aumentaron un 124.2% y de acuerdo con información del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad y Protección Ciudadana, durante los primeros seis meses de este año las cifras de femicidios ascendieron a 470, es decir, aproximadamente diez mujeres por día.
El grado de machismo, misoginia e impunidad, ha desatado la contraparte: la organización, la insurrección feminista. Cientos de mujeres salieron a las calles el pasado 16 de agosto bajo las consignas “No me cuidan, me violan” y “Me cuidan mis amigas, no la policía”. Bajo el sello de la diamantina rosa y la acción directa, se demostró el hartazgo por la violencia que viven todas las mujeres a diario y que va desde el acoso, hasta el constante miedo a ser asesinadas sin costo alguno.
La jefa de gobierno, Claudia Sheinbaum, declaró el mismo día de la movilización que “el gobierno de la Ciudad de México no caerá en la provocación de utilizar la fuerza pública en medio de la manifestación, pues es lo que están buscando. Sin embargo, en el caso de las agresiones directas a periodistas, personas y las graves afectaciones a los edificios públicos, se han iniciado por parte de la Procuraduría General de Justicia las carpetas de investigación correspondientes y no habrá impunidad”. Resulta un tanto paradójica la afirmación, cuando, si bien los agentes policiales acusados han sido suspendidos de sus labores, legalmente no habría delito que perseguir, pues luego de la filtración ilegal de datos, la denunciante, que quedó totalmente expuesta y vulnerable ante medios de comunicación y la opinión publica, retiró la demanda. Que no haya impunidad significaría investigar a los culpables de la filtración de datos, así como juzgar debidamente a los responsables de la violación a la menor de edad.
Los días siguientes a la manifestación han sido días de amplios debates y de construcción de espacios feministas de discusión colectiva. El feminismo en México es una cuestión vital en el sentido literal de la palabra: lo que se juega es la defensa de la vida misma, y no hay acción más radical que la lucha por nuestro legítimo derecho a existir, a vivir, a decidir sobre nuestros cuerpos. Ya el 8 de agosto distintas provincias de la República se habían teñido de verde por un gran pañuelazo que enarboló la consigna del Aborto legal, seguro y gratuito para todo México. Ahora las calles se tiñen de digna rebeldía, de diamantina rosa y de organización y autodefensa feminista.