El Cordobazo constituyó un hito en el proceso histórico argentino y de la clase obrera de nuestro país. Fue, en palabras del dirigente sindical Agustín Tosco, una rebelión obrera y popular contra la dictadura que expresó el más alto nivel cuantitativo y cualitativo en la toma de conciencia del pueblo. Hoy, a 50 años de aquella gesta, la reflexión sobre aquellas jornadas de lucha de clases nos permite sacar conclusiones para pensar la acción política actual.

Comprender el Cordobazo implica necesariamente ahondar en el proceso previo que explicá cómo fue gestándose en nuestro país la organización y desarrollo de la conciencia de una parte de la clase trabajadora que impulsaría una enorme rebelión popular, manifestada a nivel nacional en los llamados “azos” y, a la vez, analizar en qué medida contribuirá a la formación de una fuerza social revolucionaria que disputará efectivamente el poder en los 70 en pos de construir una sociedad socialista.

Antecedentes

El golpe de estado que en 1955 desalojó a Perón del gobierno implicó una proscripción social y política para desmontar las conquistas de la clase trabajadora y avanzar en reformas estructurales que permitieran incrementar la productividad y competitividad local, que se tradujo en la anulación de derechos civiles básicos, las intervenciones a sindicatos, la prohibición de candidaturas de dirigentes sindicales, etc. Se estima que fueron 50.000 los apresadxs entre septiembre de 1955 y mayo de 1958, además de una enorme cantidad de exoneradxs, despedidxs, perseguidxs, sin olvidar los fusilados de José León Suárez. La novedad en términos represivos es la acción de los comandos civiles, esa práctica que se inaugura con la Liga Patriótica (y otras organizaciones similares) a comienzos del siglo XX y que alcanzará su máximo desarrollo a comienzos de los 70 con la Triple A en la que confluyen diversos comandos paramilitares.

El intento de reestructuración profunda del capitalismo en Argentina se continuaría durante el gobierno de Frondizi, quien, luego de llegar a la presidencia en 1958 tras un acuerdo con Perón que le facilitó los votos del electorado peronista cuyo partido estaba proscripto, impulsó un conjunto de medidas tendientes a favorecer al gran capital privado. A fines de diciembre de 1958, implementó un Plan de Estabilización, que consistió en la aplicación de la ortodoxia monetarista recomendada por el Fondo Monetario Internacional (FMI) reduciendo el gasto público, aumentando las tarifas de los servicios (ferroviarias entre el 50 y 60%, el precio del petróleo aumentó el 200%, la electricidad el 50%), se congelaron las vacantes del Estado, despidiendo 40.000 personas y paralizando las obras públicas. Además se estableció el mercado libre de cambios, abolición de los controles de precio, eliminación de los subsidios a los productores, etc. Como consecuencia, se agudizaron los conflictos sociales, generalizándose los reclamos y huelgas en las que los trabajadores se movilizaron en defensa de sus puestos y condiciones de trabajo. En la Ciudad de Buenos Aires, por ejemplo, la lucha contra la privatización del Frigorífico Municipal Lisandro de la Torre, dio lugar a la ocupación del establecimiento y una batalla en el barrio con barricadas y enfrentamiento con las fuerzas armadas durante 5 días que culminó con el despido de 5 mil obreros.

En un proceso de creciente militarización de la vida social y política en la que se incrementaba cotidianamente la represión a los trabajadores en lucha, Frondizi implementó el Plan Conintes, que colocaba a las fuerzas de seguridad (policía federal, policías provinciales, gendarmería y prefectura) bajo el control de las Fuerzas Armadas1 y a la totalidad de la población bajo jurisdicción militar. Se dispuso la creación de Consejos de Guerra que aplicarían sanciones establecidas en el Código Militar y en el Código Penal. Durante la vigencia del Plan, se intervinieron sindicatos y organizaciones gremiales, se realizaron redadas y detenciones masivas, los presos fueron trasladados a penales de la Patagonia, las torturas se aplicaron desde el momento de detención en adelante, fueron juzgados por Consejos de Guerra pudiendo tener como defensores sólo a abogados militares. Los testimonios obtenidos bajo torturas fueron considerados válidos y muchos de los “presos Conintes” fueron recluidos en cárceles alejadas de sus lugares de residencia, incluyendo la cárcel de Ushuaia. El grado de violaciones a los derechos de los detenidos dio lugar a una serie de denuncias en el Parlamento y la conformación de una Comisión Investigadora.

Sin duda, el impacto en las clases dominantes de la experiencia de la Revolución Cubana dio impulso a la aplicación de una lógica represiva contra revolucionaria2.

Agudización de la lucha de clases

En Córdoba, la lucha contra las políticas de Frondizi y en particular contra la privatización de la industria de la energía eléctrica permitió la organización y coordinación de los principales gremios de la provincia, entre los que el Sindicato de Luz y Fuerza tuvo una participación fundamental. La resistencia frente a los despidxs, la lucha por la libertad de lxs presxs impulsó la realización de asambleas y paros, también de piquetes de huelga, lo que significó una gimnasia sindical nueva para la provincia. Este proceso de intensas luchas, de debate y discusión entre lxs trabajadorxs, fue moldeando las nuevas características no sólo del sindicalismo sino de la propia clase obrera de Córdoba. Comenzó a desarrollarse en algunas fábricas un proceso de organización de comisiones de lucha, encabezadas por pequeños grupos que sostenían que había que construir una fuerza conjunta y terminar con las huelgas dispersas.

Durante esos años, la labor de organización de una parte de la dirigencia sindical, en particular se destaca la figura de Agustín Tosco, fue fundamental. Desde la conducción del sindicato de Luz y Fuerza se promovía la formación y politización del cuerpo de delegados, el estudio y análisis de la situación nacional a través del periódico Electrum, el debate en asambleas y la decisión y participación democrática del gremio. En los años siguientes, y de acuerdo con lo que la mayoría del movimiento obrero estaba planteando en los Programas de La Falda (1957) y de Huerta Grande (1962), la actividad de Luz y Fuerza en favor de un proceso de desarrollo antiimperialista, democrático y con una importante redistribución de ingresos, se tradujo en la realización de paros, huelgas, manifestaciones, comunicados, participación en seminarios, conferencias y comités de estudio de distintos problemas. Si bien muchos de los conflictos culminaron en fracasos o éxitos parciales de lxs trabajadorxs, lejos de constituir una “derrota”, el incremento de las luchas y la participación popular permitió una acumulación de experiencias, en un proceso que no fue linealmente ascendente, pero que definitivamente dotó a los trabajadores de un mayor grado de conciencia y organización3.

 

Unidad para luchar contra la dictadura – Disputa con la burocracia sindical

El golpe de Estado de Onganía en junio de 1966 profundizaría las políticas para lograr una modificación estructural de las relaciones capitalistas en Argentina: el Plan Económico, fortalecido con el apoyo financiero de los organismos multilaterales de crédito, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional comenzó con una macro devaluación que generó un importante aumento del costo de vida, la cesantía y suspensión de trabajadores, el cierre de los ingenios azucareros, la modernización y racionalización de la producción industrial con sus consecuentes despidos, entre otras medidas. Además, en pos de lograr la “seguridad interna y el control social” se intervinieron las universidades -es tristemente célebre la Noche de los bastones largos- entre otras medidas represivas como la intervención de sindicatos, prohibición de partidos políticos, y limitaciones a libertades civiles en general.

En Córdoba, la lucha por recuperar sus derechos, impulsó a importantes sectores de la población a desplegar mayores niveles de orgnización y lucha que retomaron las experiencias acumuladas del periodo previo. El proceso de resistencia a la nueva dictadura tuvo como protagonistas a lxs sindicalistas combativxs, lxs estudiantes, lxs integrantes de la iglesia católica tercermundista, militantes de organizaciones de izquierda y vecinxs de los barrios. Frente a la represión se fue fortaleciendo el vínculo y la organización entre los estudiantes y el movimiento obrero, lo que contribuyó a desarrollar la conciencia política de ambos sectores. Cinco mil estudiantes universitarios cordobeses eran al mismo tiempo trabajadores en los ferrocarriles, las automotrices, EPEC o la fábrica militar. Impedidos de realizar sus reuniones en las facultades, lxs estudiantes se encontraban en pensiones, locales sindicales o iglesias progresistas. Esto les permitió discutir sus políticas con otros sectores de la sociedad. Además de la formación política que lxs estudiantes llevaban a lxs trabajadorxs, lxs obrerxs aportaban su experiencia organizativa, política y de lucha a lxs estudiantes.

Frente el avance de la represión que había implicado ya la muerte de varios obreros y estudiantes, un sector del movimiento obrero, las 62 Organizaciones peronistas lideradas por Augusto Vandor, sostenía una posición dialoguista y de negociación con Onganía. Pero al mismo tiempo, como vimos, se fue afirmando otra corriente dentro del movimiento obrero que planteaba una oposición frontal a la dictadura. A nivel nacional esta corriente combativa estaba encabezada por Raimundo Ongaro – dirigente gráfico bonaerense y representante del sindicalismo peronista combativo, y por Agustín Tosco, representante cordobés del sindicalismo clasista. Frente a la tendencia conciliadora quepostulaba una organización política basada en la alianza de sindicatos, fuerzas armadas, empresarios e iglesia católica, los sindicatos más combativos planteaban que la acción gremial no podía restringirse a la negociación de los convenios colectivos de trabajo, que era necesario luchar para liberarse de la dictadura y de la expoliación imperialista.

En las elecciones del Congreso Normalizador Amado Olmos de 1968, los sindicatos más combativos ganaron la dirección nacional de la CGT. Pero los dirigentes participacionistas no aceptaron los resultados y se retiraron del congreso fracturando a la central obrera, que quedó dividida en CGT de los Argentinos (combativa) y CGT Azopardo (dialoguista).

El Cordobazo

Hacia 1969 la situación era tan crítica en todos los órdenes que se logró acordar un plan de acción común, una huelga y movilización para el 29 de mayo en Córdoba, un día antes que lo convocado a nivel nacional. Manteniendo la independencia frente a la dirigencia burocrática, los sindicatos combativos lograron crear las condiciones para sumar a todas las fuerzas políticas y sociales de Córdoba en una lucha unificada contra la dictadura que generaría una combate callejero que devino en lo que efectivamente fue “el Cordobazo”. La organización de la movilización se extendió a lxs estudiantes y en general al pueblo cordobés. Se realizaron asambleas en las fábricas, en las facultades y centros vecinales. Los obreros del SMATA, de Luz y Fuerza, estudiantes de la Universidad Nacional, de la Universidad Católica y de la Federación de Estudiantes Secundarios se organizaron. No hubo improvisación. Lxs trabajadorxs, a sabiendas del poder al que se enfrentaban, se habían pertrechado con bombas molotov, hondas y clavos “miguelitos”; se habían provisto de gran cantidad de bulones, barras de acero y objetos contundentes. Frente al asesinato del obrero Menna los grupos organizados fueron desbordados por la gente que, indignada, comenzó armar barricadas por su cuenta, atacando todo lo vinculado a la dictadura: empresas, particularmente norteamericanas, el Casino de Suboficiales del Ejército, y quemando casi todas las seccionales de policía y los puestos policiales. Durante cuatro días la ciudad estuvo controlada por el pueblo. Finalmente, el ejército desalojó el centro haciendo fuego indiscriminadamente. Oficialmente se dijo que hubo 34 muertos, 400 heridos y 2000 presos.

El Cordobazo abrió un período de movilizaciones de masas y levantamientos populares en diferentes lugares del país, como Rosario, Cipoletti, Catamarca, Tucumán y Casilda.

En esta época, los dirigentes combativos comenzaron a sostener que frente al participacionismo debía desarrollarse un sindicalismo de liberación, un sindicalismo “que ha comprendido que debe ser un factor en la lucha por la liberación nacional. Es el que atiende tanto a la defensa de los derechos y reivindicaciones de carácter inmediato de los compañeros y que plantea la lucha contra el imperialismo internacional del dinero, en su manifestación concreta de monopolios de la producción, de la distribución, de los servicios, de las finanzas internacionales. Es el sindicalismo que asume una misión y una responsabilidad global, social y nacional. Que plantea la transformación revolucionaria de las estructuras y que reclama en lo inmediato que los grandes medios de producción y las palancas fundamentales de la economía sean de propiedad estatal – social y no privada-”4.

Ya nada fue igual

El Cordobazo y todas las puebladas y azos que le siguieron hicieron que surgieran miles de delegadxs obrerxs y activistas independientes de las direcciones peronistas y radicales, que se reconocían de izquierda. Fue la gran partera del clasismo del Sitrac- Sitram en Fiat, del Smata en Córdoba, de Villa Constitución, del Sindicalismo de Liberación conducido por Agustín Tosco. El Cordobazo mostró que la clase trabajadora tenía una impresionante capacidad de convocatoria, de posibilidad de acaudillar todo el conglomerado social. Que con organización popular, lucha, determinación, claridad política y estratégica, se podía vencer. Que podía ser dirigente nacional y social, que podía tomar las riendas del país y transformarlo para bien de todxs lxs argentinxs. Que los trabajadores podían y debían dirigir la sociedad argentina. La expresión combativa de la clase trabajadora argentina que encabezaría la fuerza revolucionaria, expresada entre otros por Agustín Tosco, comenzó a asumir sus posiciones socialistas.

A partir del Cordobazo comenzó otra etapa en el desarrollo de la clase obrera argentina. La lucha comenzó entonces también a desplegarse en el terreno político militar, desarrollándose las organizaciones revolucionarias que – con profunda inserción y participación de masas- disputarían el poder para construir otra sociedad.

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1 “A través del decreto (S) 9880/1958 se instruye a las Fuerzas Armadas para que actúen con toda rapidez y energía en el restablecimiento del orden público, subsumiendo las policías provinciales al control de las autoridades militares.” Chiarini – Portugheis, p.47; en IANNI, Valeria;Dinámica represiva del capitalismo de posguerra. Reinterpretando el Plan CONINTES, en prensa.

2 Ianni, V.; op. Cit.

3Schneider, Alejandro, Los compañeros, Trabajadores, Izquierda y Peronismo, 1955-1973, Imago Mundi, Buenos Aires, 2005.

4Agustín Tosco; en Revista Cristianismo y Revolución, noviembre/diciembre de 1970; en Lannot, Amantea y Sguiglia; op cit.; p. 14.

 

 

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