Agustín Tosco: “Marchar decididamente hacia el socialismo. No hay otro camino para salir adelante”.

 

El ejemplo de vida y de coherencia política y sindical de Agustín Tosco ha trascendido en las luchas populares. En la actualidad, Tosco es reivindicado por las más diversas corrientes políticas y sindicales, incluso por aquellas que él combatía abiertamente. Su figura se enaltece como sinónimo de unidad, de honestidad, de democracia sindical, de esfuerzo, de compañerismo, de humildad, de lucha inclaudicable. Por otro lado, desde posiciones sectarias se lo critica por haber desplegado desde la política sindical una amplia unidad en la acción y en la lucha contra la dictadura con sectores del peronismo combativo o el peronismo de base.

Desde ambas visiones, se banaliza su pensamiento y acción y se borran u ocultan aspectos centrales de sus posicionamientos, de su aporte a la organización y desarrollo de conciencia de la clase trabajadora y del sindicalismo de liberación y sobre todo, sus aportes a la construcción de una fuerza social revolucionaria desde una posición que reivindicaba abiertamente el marxismo y la lucha por el socialismo, en confrontación con el peronismo y la política de conciliación de clases.

A 49 años de su muerte, aquel 5 de noviembre de 1975, resulta indispensable retomar sus ideas y conocer su coherencia en la práctica política y sindical, su compromiso y disputa permanente, para poder como él, aportar al desarrollo de la organización y conciencia de la clase trabajadora. Además de abonar a recuperar la memoria histórica de nuestra clase, casi medio siglo después, sus palabras resuenan con gran actualidad frente a los mismos problemas que siguen aquejando a nuestro pueblo.

 

A los 19 años Agustín Tosco, el Gringo, se había incorporado a EPEC como ayudante electricista en un taller electromecánico. En 1952, a los 20 años fue elegido delegado de su sección y como tal fue además promovido como Secretario del Cuerpo General de Delegados. El mismo Tosco recuerda que “Por aquella época ya había adquirido conciencia de los conflictos sociales, y había decidido también tomar partido por mi clase[1]. La forma en que desarrolló su actividad le ganó el respeto incluso de quienes no compartían sus posiciones políticas. Tosco formaría parte de lo que se llamó posteriormente la Generación del 53: un grupo de jóvenes que aún sin plenas definiciones ideológicas o políticas comenzó a cuestionar la política de Cristóbal Sierra, secretario general de Luz y Fuerza de Córdoba desde 1947 hasta su muerte en 1955 que promovía un “sindicalismo realista”, que consistía en lograr la “justicia social” entendida como “convivencia cordial entre el capital y el trabajo (…)”[2].

Tosco y sus compañeres llegarían a la Comisión Directiva del sindicato en 1953 y desde allí comenzarían a desarrollar una política de organización, de construcción de la democracia de base, de formación y concientización del conjunto de les trabajadores a través de la publicación de un periódico del sindicato, de la realización de asambleas, de diversas instancias de formación.

Luego del golpe de estado de 1955 y con la dictadura de Aramburu, Tosco y sus compañeres irían profundizando su perspectiva y radicalizando sus posiciones. En un contexto de agudización de la lucha de clases a nivel internacional y latinoamericano, del triunfo de la Revolución Cubana y del surgimiento de diversos movimientos emancipatorios en el llamado Tercer Mundo, la clase trabajadora y el pueblo irían en nuestro país desarrollando también distintas experiencias de lucha y organización, en confrontación contra el capital privado, contra el estado y el imperialismo. La organización clandestina en el período de la resistencia, la lucha de calles y los combates contra la privatización del Frigorífico Lisandro de la Torre, las tomas de fábricas y establecimientos durante el plan de lucha de la CGT, permitieron una acumulación de experiencias, en un proceso que no fue linealmente ascendente, pero que definitivamente dotó a la clase trabajadora de un mayor grado de conciencia y organización y comenzaron a formularse objetivos políticos, que quedarían plasmados en los Programas de La Falda (1957) y de Huerta Grande (1962).

 

Conformación de una fuerza revolucionaria

Mientras el sindicalismo en general aplaudió el golpe de Estado de Onganía en junio de 1966, el sindicato de Luz y Fuerza de Córdoba se disponía a dar pelea.

En la lucha por recuperar sus derechos, importantes sectores de la población comenzaron a buscar nuevas formas de organización. El proceso de resistencia a la nueva dictadura tuvo como protagonistas a los sindicalistas combativos, los estudiantes, los integrantes de la iglesia católica tercermundista, militantes de organizaciones de izquierda y vecinos de los barrios. Frente a la represión se fue fortaleciendo el vínculo y la organización entre los estudiantes y el movimiento obrero, lo que contribuyó a desarrollar la conciencia política de ambos sectores.

A nivel nacional, comenzaban a desplegarse con mayor fuerza las corrientes político sindicales que disputarían la conducción del movimiento obrero. Mientras un sector del movimiento obrero, las 62 Organizaciones peronistas lideradas por Augusto Vandor, sostenía una posición dialoguista y de negociación con Onganía, se fue afirmando otra corriente dentro del movimiento obrero que planteaba una oposición frontal a la dictadura. A nivel nacional esta corriente combativa estaba encabezada por Raimundo Ongaro – dirigente gráfico bonaerense y representante del sindicalismo peronista combativo, y por Agustín Tosco, representante cordobés del sindicalismo clasista. Frente a la tendencia conciliadora que postulaba una organización política basada en la alianza de sindicatos, fuerzas armadas, empresarios e iglesia católica, los sindicatos más combativos planteaban que la acción gremial no podía restringirse a la negociación de los convenios colectivos de trabajo, que era necesario luchar para liberarse de la dictadura y de la expoliación imperialista.

En las elecciones del Congreso Normalizador Amado Olmos de 1968, los sindicatos más combativos ganaron la dirección nacional de la CGT. Los dirigentes participacionistas no aceptaron los resultados y se retiraron del congreso fracturando a la central obrera, que quedó dividida en CGT de los Argentinos (combativa) y CGT Azopardo (dialoguista). Diferenciándose de la dirección burocrática de la central sindical ante la disputa por el edificio, Ongaro manifestó “(…) Nosotros hemos dicho que preferimos honra sin sindicatos y no los sindicatos sin honra, y mañana nos pueden intervenir. No tenemos aquí ninguna prebenda personal que defender, pues para defender a nuestros compañeros no hace falta el sillón ni el edificio[3].

El papel de Tosco y las y los compañeros del sindicato de Luz y Fuerza fue central en la organización, planificación y desarrollo de las acciones centrales que dieron lugar a la enorme rebelión popular que generó el Cordobazo. Manteniendo la independencia frente a la dirigencia burocrática, los sindicatos combativos lograron crear las condiciones para sumar a todas las fuerzas políticas y sociales de Córdoba en una lucha unificada contra la dictadura.

El Cordobazo abrió un período de movilizaciones de masas y levantamientos populares en diferentes lugares del país, como Rosario, Cipoletti, Catamarca, Tucumán y Casilda. A partir del Cordobazo comenzó otra etapa en el desarrollo de la clase obrera argentina y del sindicato de Luz y Fuerza[4].

Tosco fue condenado a 8 años y 3 meses de prisión por intimidación pública y rebelión en concurso ideal. Junto a otros compañeros fue trasladado a la cárcel de La Pampa.

Desde la cárcel, Tosco analizaba por qué en nuestro país estaba desarrollándose una rebelión popular: “(…) es cierto que en nuestro país, la miseria margina a grandes grupos humanos. En la ciudad y en el campo. La existencia de las ‘villas miserias’ son una prueba elocuente de la explotación del hombre por el hombre. La otra cara del lujo y de la suntuosidad. La expresión más dramática de la falta de humanismo, donde la desnutrición, la enfermedad, el analfabetismo, la promiscuidad, no son cualidades específicas de sus habitantes, sino consecuencias, efectos, de la riqueza acumulada o despilfarrada por los sectores que gozan de todos los privilegios. (…) En consecuencia decimos que la defensa del ‘orden y de la paz social’ en Argentina por parte de la reacción y de la dictadura no significan la búsqueda de la justicia y de la verdadera paz, sino la defensa y el ejercicio de un sistema y de un régimen de injusticia y de violencia oficial e institucionalizada, que ha ocasionado y sostiene todo tipo de males denunciados en la Conferencia Episcopal de Medellín[5].

Tosco concluía que “(…) La paz en América Latina no es, por lo tanto, la simple ausencia de violencia y derramamientos de sangre. La opresión ejercida por los grupos de poder puede dar la impresión de mantener la paz y el orden, pero en realidad no es sino ‘el germen continuo e inevitable de rebeliones y guerras’[6]. En este análisis, que empezaba a ser compartido por amplias capas del pueblo, Tosco no solo reivindicaba el legítimo uso de la violencia por parte del pueblo para luchar contra la violencia oficial e institucionalizada, sino que planteaba la posibilidad de un país diferente, que implicara un verdadero cambio de estructuras.

La figura del Gringo Tosco empezó a sintetizar y a unificar los reclamos y las luchas de diferentes fracciones del pueblo que comenzaba a plantearse más claramente sus objetivos: los trabajadores debían conducir la construcción de otro país.

En esta época, los dirigentes combativos comenzaron a sostener que frente al participacionismo debía desarrollarse un sindicalismo de liberación, un sindicalismo “que ha comprendido que debe ser un factor en la lucha por la liberación nacional. Es el que atiende tanto a la defensa de los derechos y reivindicaciones de carácter inmediato de los compañeros y que plantea la lucha contra el imperialismo internacional del dinero, en su manifestación concreta de monopolios de la producción, de la distribución, de los servicios, de las finanzas internacionales. Es el sindicalismo que asume una misión y una responsabilidad global, social y nacional. Que plantea la transformación revolucionaria de las estructuras y que reclama en lo inmediato que los grandes medios de producción y las palancas fundamentales de la economía sean de propiedad estatal – social y no privada-”[7]. Para promover en la práctica este otro sindicalismo, el Sindicato de Luz y Fuerza de Córdoba impulsó un plenario de Gremios Combativos, que acordó un programa y un plan de acción común.

Desde esta concepción, apoyaba la unidad combativa del movimiento obrero, respetando y defendiendo el derecho de todo trabajador a militar partidariamente, pero sin estar él mismo afiliado a ningún partido político. Tosco impulsó los frentes políticos que propiciaran la unidad y promovió, en distintos momentos, la formación de diferentes frentes reivindicativos que aglutinaran las luchas.

Las medidas de acción directa obreras continuaban y en 1970 se hicieron en Córdoba varias huelgas generales, que se sumaron a las ocupaciones de las plantas de las principales fábricas automotrices (Fiat Concord y Materfer entre otras) que lograron expulsar a las dirigencias burocráticas de sus gremios (SITRAC y SITRAM) impulsando nuevas comisiones directivas que respondían a lineamientos clasistas. A mediados de ese año, incapaz de contener el conflicto social, Onganía fue reemplazado por el general Roberto Levingston. Los paros se multiplicaban y eran cada vez más extendidos. A comienzos de 1971 el interventor de Córdoba fue reemplazado por José C. Uriburu, quien pasaría a la historia por su declaración en la Fiesta Nacional del Trigo: “Confundida entre la múltiple masa de valores morales que es Córdoba por definición, se anida una venenosa serpiente, cuya cabeza quizás Dios me depare el honor histórico de cortar de un solo tajo»[8]. La respuesta popular fue bautizada como el “Viborazo”.

Hacia el socialismo

En América Latina en general, en los años 70, la lucha de clases comenzaba a desplegarse en el terreno político militar. El surgimiento de organizaciones armadas revolucionarias enfrentaba una mayor y cada vez más articulada represión por parte de dictaduras militares, impulsadas por las clases dominantes locales y el imperialismo norteamericano. Frente a ello, desde el campo del pueblo comenzó a desarrollarse un consenso acerca de la legitimidad del uso de la violencia. En Argentina, como dijimos, tanto las organizaciones sindicales como las diferentes organizaciones populares empezaron a entender que la lucha debía librarse “en todos los terrenos” y que lo que el régimen llamaba “violencia” y “subversión” era una forma más de la protesta y del reclamo por los derechos populares. Tanto era así que esta posición había sido desarrollada en la declaración del episcopado latinoamericano en Medellín, cuando señalaba que ‘La paz ante todo es obra de la justicia’ y que ‘la violencia, cuando es desde abajo, es un acto de justicia’.

Desde la prisión, Agustín Tosco hacía suyos estos planteos denunciando además las formas de violencia cotidianas que oprimían al pueblo, “esta violencia que no se pregona todos los días, pero que tiene sus muertos todos los días; la violencia del sistema del lucro, la violencia del sistema de la explotación del hombre por el hombre está dada todos los días en aquel que no tiene pan para comer, que busca trabajo y no lo encuentra; está en aquel que no tiene suficiente indumentaria para vestirse; está en aquel que pasa toda su vida buscando un techo donde guarecerse, está en aquel que tiene que recurrir a los hospitales de beneficencia o tiene que morir de la enfermedad por falta de tratamiento médico. (…) ¿Es o no es violencia sobre la gente que trabaja, sobre la gente humilde, sobre la gente que sufre, sobre la gente que tiene esperanza? ¿Ésa no es una violencia cotidiana, acaso, que debemos soportar todos? Contra esa violencia, por la destrucción de esa violencia, por la paz entre los hombres realizándose todos en la mayor medida de sus posibilidades, es que lucha el Pueblo Argentino, es que lucha el Movimiento Obrero Argentino, es que luchan todos los sectores progresistas, las instituciones políticas y religiosas de todo el mundo[9].

Tosco fue trasladado al penal de Rawson en abril de 1972. Allí se encontraban detenidos presos políticos vinculados a varias organizaciones revolucionarias. Entre otros, de Montoneros, del Partido Revolucionario de los Trabajadores – Ejército Revolucionario del Pueblo (PRT-ERP) y de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR). Desde el penal, Tosco volvía a plantear la necesidad de un frente único, ahora con una proyección más amplia: “El camino de todos los pueblos hacia el socialismo lleva intrínsecas las características nacionales de cada país (…) Sí, hay un ancho camino por el que transitan simultáneamente todas las fuerzas que luchan en todas las escenas de la vida nacional para erradicar un sistema de opresión, injusticias y miseria y construir una nueva sociedad, más justa y más humana (…)”[10].

Siempre se ha dicho que hay un antes y un después de Tosco en relación a su paso por la cárcel de Rawson. Su contacto con los dirigentes revolucionarios, su participación en la fuga y su actuación tras los fusilamientos dan cuenta de cómo se fue profundizando su concepción, su constitución misma como dirigente revolucionario superando la dimensión político sindical.

Finalmente, gracias a la lucha popular y no a las gestiones mendicantes de Rucci que Tosco constantemente rechazó, el 23 de septiembre Agustín Tosco fue liberado y recibido por una multitud que lo aclamaba. Su lucha, su proyecto político, expresaban a gran parte del pueblo.

Durante estos años de crecientes luchas contra la dictadura militar, se habían ido desarrollando mayores niveles de organización y conciencia dentro del movimiento obrero. Sin embargo, a pesar de esa radicalización, una gran parte del movimiento obrero continuaba alineada con el proyecto peronista tradicional, planteando la posibilidad y necesidad de conciliar los intereses de los empresarios y los trabajadores, evitando la confrontación social.

José Rucci, secretario general de la CGT, y Agustín Tosco, secretario adjunto de la CGT Regional Córdoba, eran los máximos exponentes de estas dos grandes tendencias. La confrontación entre las dos concepciones del sindicalismo y del país quedaron clara y sintéticamente contrapuestas en el debate que protagonizaron el 13 de febrero de 1973, en el programa de televisión “Las Dos Campanas”, transmitido por Canal 11[11].

Como hemos analizado, Tosco consideraba que la lucha del movimiento obrero debía ser política, y basada en una profunda democracia sindical. A diferencia de la noción de “conciliación de clases” de Rucci, Tosco planteó que los antagonismos sociales son un hecho de la realidad y que, en su criterio las clases “deben desaparecer (…) debe existir una clase, la de quienes trabajan. Y no como ahora que existe la de los explotados que trabajan y la de los explotadores que sólo viven del esfuerzo de los demás”. Su concepción de la explotación no pasa por la existencia de bajos salarios o por las mejores o peores condiciones de trabajo sino por la existencia misma de la relación salarial: “donde hay un asalariado y hay un capitalista, hay explotados y explotadores”. En el debate, Tosco fue definiendo su concepción del socialismo: “Yo tengo raíz marxista. Pero entiendo que el socialismo en Argentina tiene una raíz heterogénea. (…) el socialismo, esa nueva sociedad sin explotados ni explotadores, nueva sociedad socialista argentina, hecha según nuestra propia trayectoria y compuesta de heterogeneidad. Y por eso levantamos la unidad para construir…” y definió que “nosotros queremos rescatar los medios de producción y de cambio que están en las manos de los consorcios capitalistas, fundamentalmente de los monopolios, para el pueblo, socializarlos y ponerlos al servicio del pueblo. Nuestro punto de vista es que deben desaparecer las clases y que debe existir una clase, la de quienes trabajan”. La concepción de Tosco implicaba la socialización de los medios de producción

Las ideas que Tosco desarrolló en el debate televisivo quedaron plasmadas también en una entrevista publicada poco después, en junio de 1973, en la revista Nuevo Hombre. Allí quedó extensamente expuesta la definición de Tosco sobre la burocracia sindical, que no pasaba tanto por la honestidad o no de los que administran los sindicatos sino por la contraposición entre lucha económico profesional por reivindicaciones inmediatas o la transformación revolucionaria de la sociedad. En esta declaración también señaló el carácter estructural, inherente al capitalismo, de esta capa: “A mi juicio, la burocracia sindical es un resultado de la política del sistema que por todos los medios trata de mantener al sindicalismo en una función fundamentalmente economicista. Quienes no avanzan en su ideología, quienes se quedan jugando ese papel ‘gremialista’, ese estrecho papel economicista, terminan irremediablemente siendo burócratas. Porque si no hay conciencia de clase, si no hay conciencia del papel revolucionario y hegemónico dentro del proceso revolucionario de la clase obrera, se termina siendo un funcionario del sindicato, que podrá encarar, con mayor o menor honradez, los problemas económicos, sociales, de asistencia, etc., de una organización obrera. Pero sólo podrá dejar a esta organización obrera colocada en el papel de administrar parte de la plusvalía, digamos así, rescatada por vía de conquistas obreras, pero sin esforzarse por comprender el papel fundamental que debe jugar particularmente ahora el movimiento obrero en la Argentina y en América Latina, que es el de contribuir con todas las fuerzas populares, progresistas y revolucionarias, a liberar a nuestra patria, producir la liberación nacional y liberar al hombre de trabajo de la explotación del sistema capitalista, o sea la liberación social. (…) Nosotros los trabajadores, los militantes de base, no podemos esperar que por la vía de las decisiones oficiales se combata la burocracia sindical. Lo principal para nosotros es una militancia activa de todos los compañeros. Agruparse en las fábricas, en las oficinas, en cualquier establecimiento donde se presta servicio, concientizar a los compañeros sobre la necesidad de recuperar los sindicatos, ir a las asambleas, concurrir a las elecciones, denunciar permanentemente a los burócratas en todas sus traiciones, exigir que se realicen estas asambleas y ocupar los sindicatos. (…) Debemos sostener ante el compañero nuestra fraternidad de clase, nuestra hermandad, levantar ante la conciencia del compañero la necesidad de luchar todos unidos y ayudarle a comprender que bajo el sistema capitalista no ha obtenido ni va a obtener las soluciones de fondo que el trabajador, que la clase en general requiere. (…) En reiteradas oportunidades nos hemos pronunciado sobre el plan CGT-CGE. Es un plan de los empresarios nacionales, un plan de conciliación de clases (…) Sabemos que en los países no hay posibilidad de liberación nacional ni de redención social sin atacar los aspectos fundamentales que hacen a las bases de este sistema. Uno de ellos está en los programas que citamos: la reforma agraria, la eliminación de la oligarquía terrateniente no está evidentemente en el plan CGT-CGE, que se limita a aspectos meramente impositivos o a plantear la reforma agraria en los terrenos improductivos. Sostenemos que la reforma agraria debemos hacerla en la pampa húmeda que es donde vamos a obtener la riqueza para desarrollar nuestro país y no en las Salinas Grandes. Lo de la CGT-CGE es un reformismo tibio que no va a resolver ninguna clase de problemas, como máximo podrá provocar una cierta redistribución de la renta nacional que ya hemos tenido y que en definitiva sabemos que no ha sido útil para transformar a fondo esta sociedad, sino para acceder a un nivel de vida un poco más elevado que el actual, pero que no resolvió el problema de la desocupación, que no resolvió el problema de la mortalidad infantil, que no resolvió el problema de la deserción escolar, de la insuficiencia de hospitales, de la falta de viviendas, etc. En nuestro país, para salir del ‘círculo vicioso de la pobreza’ se deben atacar a fondo los vicios de una estructura ya perimida, que no da más, provocar transformaciones revolucionarias y marchar decididamente hacia el socialismo. No hay otro camino para salir adelante. (…) evidentemente en ningún país dependiente tiene la burguesía, su burguesía nacional, la posibilidad de desarrollarse, de desarrollar el capitalismo. En la época del imperialismo, los grandes monopolios o las sociedades multinacionales como se las denomina, son las que marcan el ritmo de la economía de los países dependientes y ese ritmo de la economía es evidente que continuará siendo dependiente. Nosotros no creemos que la política de la liberación pase por la política de la sustitución de los monopolios. Si bien hay contradicciones interburguesas, intermonopolistas, interimperialistas…[12].

 

Se agudiza la confrontación revolución-contrarrevolución

Ante la convocatoria electoral para marzo de 1973, varios partidos le ofrecieron a Tosco que fuera como candidato, pero él no aceptó. Si bien mantenía relaciones con varias organizaciones políticas populares, democráticas y antiimperialistas, tanto las tradicionales como de izquierda, también tenía vínculo con las líneas combativas y revolucionarias del peronismo. Tosco entendía que, más allá de la disputa electoral, debía incentivar la mayor organización popular y promover la lucha a través de la conformación de un gran frente de unidad popular.

Frente a la victoria del peronismo, Tosco no se engañaba acerca de las limitaciones y peligros que contenían los nuevos gobiernos y analizando en términos de lucha de clases, recalcó que el triunfo no modificaba de raíz la situación del país y enfatizó la necesidad de la continuación de la lucha de masas, superando las diferencias partidarias, sin abandonar como meta el socialismo: “Nosotros respetamos el contenido del pronunciamiento popular electoral que arrasó masivamente – con más del 80 por ciento de la opinión de nuestro país- la nefasta política de la dictadura que tuvimos que padecer durante casi 7 años. Nosotros apoyamos sin ningún criterio discriminatorio los puntos que han levantado las distintas fuerzas populares para materializar este proceso de transformaciones, que deben tener profundo sentido revolucionario; pero a su vez queremos recalcar que el 25 de mayo no pasaremos por el pórtico de la felicidad; que pese a ese entusiasmo, a esa expectativa, a esa buena fe de tantos compañeros e incluso militantes, tenemos plena conciencia proletaria y revolucionaria de que por el solo hecho de la asunción del gobierno el 25 de mayo, no han de desaparecer las causas fundamentales que han obrado en la situación de dependencia y de crisis que padecen nuestra patria y nuestro pueblo. Nosotros sabemos que los terratenientes, que la base económica del poder político en la Argentina, como es la oligarquía terrateniente, los oligarcas terratenientes y los latifundistas, no han de echarse una bolsa al hombro y han de abandonar sus campos y han de irse del país, celebrando el triunfo o el pronunciamiento popular. Nosotros sabemos que el Banco Mundial, que el Fondo Monetario Internacional, que el Banco Interamericano de Desarrollo, que todos los monopolios no han de irse de nuestro país, no han de dejar libre a la Argentina de sus presiones, por el hecho de que el 25 de mayo asuma el poder un gobierno constitucional. Sabemos que los militares reaccionarios no han de envainar su espada ni han de retirarse tranquilamente, por el hecho de que el 25 de mayo, el presidente Cámpora asuma el gobierno. Nosotros sí sabemos, porque así lo enseña fundamentalmente el concepto dialéctico de la lucha de clases, que esta circunstancia del 25 de mayo es un paso efectivo en la lucha, pero que la lucha de clases y que el proceso de liberación no cesa el 25 de mayo que desde esa fecha debemos impulsar aún más la unidad y la lucha para que efectivamente existan posibilidades de concretar ese proceso liberador. (…) Nosotros esperamos, no tanto las leyes del funcionamiento del Parlamento, sino las medidas concretas y la convocatoria a las masas populares a la calle, para que respalden esas medidas. (…) Nosotros decimos que de la misma manera que ya hemos proclamado la lucha contra los cinco puntos condicionantes de la dictadura militar, también hemos de continuar la lucha y no dar tregua al enemigo, porque la liberación no la vamos a hacer con la tregua sino con la lucha. (…) No nos remitimos sólo a las reivindicaciones democrático-burguesas; no nos remitimos a la plena vigencia de las instituciones demo-liberales; estamos hablando ya de la nueva sociedad; porque estamos cerca. …Y estamos hablando de socialismo… Indudablemente que no será fácil, como no lo fue hasta ahora ese camino. Tendremos dificultades; tendremos represión, tendremos encarcelamientos, torturas y asesinatos. Porque evidentemente, la oligarquía y el imperialismo, la sociedad capitalista en su conjunto, no va a resignar así, alegremente, este estado de cosas que le favorecen sus privilegios y sus arbitrariedades. (…) Por eso queremos hacer una exhortación final a todos los compañeros: hablemos a cara descubierta de ese gran ideal que es el socialismo. Frente a aquellos que hablan en contra del ‘puño’ o de la ‘izquierda’, o de los ‘rojos’, debemos levantar la bandera proletaria del socialismo. Porque nosotros no tememos a la reacción; la estamos derrotando y hemos de construir en breve plazo, por el camino de la liberación nacional y social latinoamericana, esa gran patria socialista, con la que todos estamos comprometidos y por la que damos sentido a nuestra sangre y a nuestra propia vida[13].

Los hechos de Ezeiza le dieron la razón. El 20 de junio de 1973, día del regreso definitivo de Perón, en medio de la mayor movilización popular desarrollada en Argentina, con una multitud proveniente de todo el país que se concentró en las cercanías del Aeropuerto de Ezeiza, una columna de la Juventud Peronista, con carteles de Montoneros y FAR, fue recibida a balazos desde el palco montado para dar la bienvenida a Perón, entre otros por el Comando de Organización y la Juventud Sindical. Perón aterrizó finalmente en la base militar de Morón. En su primer discurso, criticó a los grupos revolucionarios del movimiento peronista. Al mismo tiempo se desarrolló desde el régimen en el gobierno una política dirigida a desarticular y aislar a la fuerza revolucionaria mediante ataques selectivos. Se organizaron grupos armados provenientes de la derecha peronista, la policía y líneas del movimiento sindical que, con apoyo militar, formaron la Alianza Anticomunista Argentina o Triple A, dirigida por el ministro de Bienestar Social, José López Rega. Se organizaba y ponía en marcha la contrarrevolución.

Durante el gobierno de Perón entre 1973 y 1974, al igual que otros dirigentes sindicales y populares, Agustín Tosco fue amenazado de muerte. Además, en operaciones simultáneas, grupos armados atacaron los locales de la CGT cordobesa, del sindicato de Luz y Fuerza de Córdoba y del SMATA. En el sindicato de Luz y Fuerza, donde estaban Tosco y la mitad del Consejo Directivo, siete u ocho personas abrieron fuego con metralletas, fusiles Fal, escopetas y pistolas y arrojaron granadas, mientras trataban de ingresar al local; el intento fracasó por la resistencia armada desde el interior del local que dio lugar a un tiroteo que duró treinta minutos.

A partir del triunfo de Perón en septiembre de 1973 el gobierno promovió un nuevo “Pacto Social”, un acuerdo entre los trabajadores nucleados en la CGT y los empresarios nucleados en la Confederación General Económica (CGE). Por otra parte, se lanzó un ataque contra los sindicatos que no se encuadraban en los lineamientos fijados por la CGT nacional. El ministro de Trabajo Otero, con acuerdo de la dirigencia de la CGT nacional, impulsó un proyecto de Ley de Asociaciones Profesionales que permitió a las federaciones y confederaciones intervenir los sindicatos de primer grado. En ese contexto también se fue agudizando la disputa dentro del peronismo. A la vez, también se agudizó la confrontación entre quienes planteaban la continuidad de las luchas populares y quienes se encolumnaban detrás del gobierno, la tregua y el “Pacto Social”. En esta lucha era fundamental la confrontación ideológica: “No hay posibilidad de desarrollo revolucionario, dentro de un proceso de confusión ideológica. Y lo que se pretende hacer ahora es la confusión que engendra la conciliación de clases, que engendra toda esta serie de mutuas y recíprocas promesas, entre los explotados y los explotadores, para sacar adelante una cosa que un poco más que es abstracta: el país y el estado. Nosotros debemos señalarlo, ahí está, allí la política que han llevado adelante los Gelbard, los Broner, los Rucci y los Otero ¿qué resuelve para el nivel de vida del pueblo? No resuelve absolutamente nada[14].

En Córdoba, como en todo el país, se vivía un clima tenso, con ataques diarios por parte de la Triple A, colocación de explosivos, ametrallamientos, amenazas con panfletos, llamadas telefónicas intimidatorias, en una escalada de agresiones armadas fascistas. La CGT regional denunciaba que uno de los objetivos de esta campaña era crear una situación en Córdoba para terminar con el gobierno de Obregón Cano-López. Tosco consideraba que más allá del mundo sindical estos hechos constituían un ataque de la fuerza contrarrevolucionaria: “Sobre nosotros, en particular cae la persecución, las amenazas, y los ataques de la derecha fascista que está haciendo una experiencia de avanzada en un presupuesto de Pinochet, de guerra civil, de dictadura en la Argentina. Y consideramos importante debatir esta cuestión porque no es una cuestión en particular de la clase obrera[15]. El 27 de febrero de 1974 el teniente coronel Navarro, jefe de la policía cordobesa, con apoyo de grupos armados enviados desde Buenos Aires, asaltó el gobierno provincial y destituyó al gobernador Ricardo Obregón Cano y al vicegobernador Atilio López, quienes fueron encarcelados. El gobierno nacional designó un interventor, poniendo en evidencia su apoyo al levantamiento. Con lucidez, Tosco evaluaba al “Navarrazo” como un anuncio de lo que se impondría a nivel nacional: “Lo que se está viviendo en estos momentos demuestra que Córdoba es un campo de ensayo para un proyecto que luego tratará de aplicarse a todo el país[16].

Pero no todas eran derrotas para los trabajadores. La seccional Villa Constitución de la Unión Obrera Metalúrgica fue recuperada por dirigentes clasistas que habían comenzado a organizarse en el cordón industrial del Paraná. Tosco apoyó permanentemente la lucha de Villa Constitución, participando de asambleas y actos. Intentando mantener la unidad entre los sectores peronistas y no peronistas, Tosco participó en todas las iniciativas que promovió el Movimiento Sindical Combativo. En sus intervenciones, planteaba que era imperioso conformar un Frente Antifascista y Democrático que pudiera detener el avance de la reacción y la escalada represiva. El sindicato de Luz y Fuerza continuaba sufriendo ataques armados.

Amenazados por los comandos de la Triple A y luego de que la sede del gremio fuera allanada, Tosco y el resto de los miembros del Consejo Directivo del sindicato, debieron pasar a la clandestinidad. La fuerza revolucionaria iba perdiendo a muchos de sus cuadros dirigentes, que caían presos o muertos por la acción de la organización paraestatal clandestina.  En marzo de 1975 el gobierno de Isabel Perón, argumentando la existencia de un “complot subversivo contra el gobierno nacional”, lanzó el operativo “Serpiente Roja del Paraná”. En un operativo en el que las fuerzas armadas y “de seguridad” recibieron el apoyo de la Juventud Sindical Peronista, fueron allanadas y saqueadas más de un centenar de viviendas y encarcelados unos trescientos trabajadores, número que se incrementó en los días siguientes, siendo el objetivo principal la detención de la comisión directiva de la UOM local. Inmediatamente se conformó un comité de resistencia.

Frente a lo que parecía una aplastante derrota, el movimiento obrero salió una vez más a luchar en la inmensa demostración de fuerza que fueron las grandes huelgas de junio y julio de 1975. La línea del sindicalismo democrático, clasista, combativo, había llegado al cordón industrial del Gran Buenos Aires y estaba comenzando a disputar la dirección del conjunto del movimiento obrero a la burocracia sindical peronista, y obligaban al gobierno de Isabel Perón a cambiar ministros y recetas económicas.

En este contexto, desde la clandestinidad, Tosco mantenía la esperanza de que los trabajadores lograran finalmente dar el paso que les permitiera avanzar hacia una definitiva liberación nacional y social. Trabajaba incansablemente y las notas editoriales del Electrum seguían siendo redactadas por él. A pesar de que la publicación del periódico se hacía cada vez más complicada, Tosco buscó la forma de hacerlo, incluso manuscrito. También mantuvo una intensa actividad buscando coordinar la lucha que llevaban adelante, en distintos ámbitos y por diferentes medios, las organizaciones populares. Durante ese período, mantuvo contacto directo y estrecho con diversas organizaciones que procuraron protegerlo y acompañarlo. El PRT destinó para tal fin en más de una ocasión al “Turco” Habichayn, médico y militante, compañero de confianza de Tosco.

El 5 de noviembre de 1975, en la clandestinidad, Agustín Tosco falleció producto de una infección generalizada que no pudo ser tratada correctamente, dadas las condiciones en que debía vivir.

Para Tosco la muerte no era algo de temer. En 1973, ante las amenazas de la Triple A, sostuvo que “(…) de todas maneras la rueda de la historia no se detendrá. Por más atentados, secuestros o asesinatos que consumen (…) las masas laboriosas y el pueblo trabajador seguirán luchando y construyendo inexorablemente una sociedad más justa y más humana”[17]. Como había escrito a sus padres: “(…) Por más que se lo quiera negar, por más mentiras que inventen, por más represión que apliquen. Tendrán que hacer lugar a los derechos de toda la gente. La explotación y la miseria sucumbirán. Nosotros somos una partícula que puede ser destruida físicamente. Que la propia naturaleza tarde o temprano destruirá. Pero somos una partícula de esa dinámica progresiva que en general no será anulada. Un italiano como vos Papá, hace más de trescientos años dijo: ‘Epur si muove’[18].

 

Recuperar hoy la figura de Tosco forma parte de la necesidad de recuperar nuestra memoria histórica como clase, de reapropiarnos de las luchas que nos antecedieron, de re aprender de esas experiencias, pero sobre todo y fundamentalmente, de retomar ese hilo rojo, ese camino de transformación revolucionaria. Como él dijera, la historia no se detendrá. Seguimos sufriendo la opresión y la explotación capitalista que profundiza la miseria y la brutal acumulación de riqueza de unos pocos. Ante esta realidad, sigue siendo fundamental como entonces, dar la batalla ideológica contra la confusión y la conciliación de clases, contra el derrotismo, contra el institucionalismo y el mal menor, contra el reformismo y las soluciones falsas. Urge retomar el camino de la construcción de un proyecto revolucionario, por el socialismo.

país, en el que el ser humano sea la medida de todas las cosas.

[1]              En Aznárez, Carlos (producción periodística); “Dossier Tosco”; Revista Fin de Siglo, Año 1 Nº1, Buenos Aires, 1987.

[2]              Electrum; N° 17, febrero 1955, en Roldán, I.M., Sindicatos y protesta social en la Argentina (1969-1974). Un estudio de caso: el Sindicato de Luz y Fuerza de Córdoba; Amsterdam, CEDLA, 1978; p. 115.

[3]              Raimundo Ongaro; en CGT de los  Argentinos, Por una patria justa, libre y soberana, la Patria Socialista, Secretaría de Prensa de la Federación Gráfica Bonaerense, Buenos Aires, julio 2001; p. 22.

[4]              Hemos realizado una breve descripción y análisis de los hechos del Cordobazo en http://venceremos-arg.org/2019/05/06/50-anos-del-cordobazo/

[5]              Electrum, Nº 239, 17/10/1969; en Lannot, Amantea y Sguiglia; op. cit.; pp.79 a 82.

[6]              Electrum, Nº 239; en Lannot, Amantea y Sguiglia; op. cit.; pp.80 y 81.

[7]              Agustín Tosco; en Revista Cristianismo y Revolución, noviembre/diciembre de 1970; en Lannot, Amantea y Sguiglia; op cit.; p. 14.

[8]              Lannot, Amantea y Sguiglia; op. cit. p. 102 y 103, y Balve, Marín, Murmis et. al.; op. cit.; p. 24.

[9]              Agustín Tosco en la asamblea al salir de la cárcel en 1969; en Jáuregui y Funes; op. cit.; p. 21.

[10]            Entrevista a Agustín Tosco; Revista Primera Plana, 20/6/1972.

[11]            El debate completo está publicado en Lannot, Amantea y Sguiglia; op. cit; pp. 245 a  294. Todas las citas referidas a intervenciones en el debate fueron tomadas de dicha fuente. También puede encontrarse en la web.

[12]            Agustín Tosco en Revista Nuevo Hombre; en Jáuregui y Funes; op. cit.; p. 44.

[13]            Fragmentos del discurso de Agustín Tosco en el IV Plenario Nacional Intersindical, en Lannot, Amantea y Sguiglia; op. cit.; pp. 295 a 302.

[14]            Agustín Tosco en video; Sindicato de Luz y Fuerza de Córdoba, Tosco. Un mensaje de lucha.

[15]              Conferencia realizada en la Facultad de Derecho de Córdoba; en Lannot, Amantea y Sguiglia; op. cit.; p. 317.

[16]            Agustín Tosco en Revista Nuevo Hombre, Nº 58  Año IV, primera quincena de marzo de 1974.

[17]            Agustín Tosco; en Jáuregui y Funes; op. cit.; p. 60.

[18]            Carta a sus padres y hermana, 18/09/1969 desde la cárcel de Rawson; en Echave, Ortúzar y Ortúzar; op. cit.; pp. 15 y 16. “Y sin embargo, se mueve”, frase que Galileo Galilei dijo frente al tribunal de la Inquisición en 1633 cuestionado sobre su teoría del movimiento de la tierra alrededor del sol.

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