Las amenazas finalmente no tuvieron efecto. El 23 de febrero, una fracción de la derecha venezolana, sustentada en el apoyo de los EEUU, se vio frustrada en su intento por ingresar la tan anunciada “ayuda humanitaria”. La frontera se mantuvo cerrada por la decisión de un pueblo que sabía que en realidad lo que se escondía era un intento por penetrar en el territorio por la fuerza.

El fracaso de Juan Guaidó fue rotundo. No sólo porque no pudo cumplir con su promesa de derrocar a Maduro. Tampoco cumplió con lograr ingresar al país los camiones con la supuesta comida y medicinas, sino que además socavó su propia legitimidad (si es que alguna vez la tuvo) venciéndose el plazo de los 30 días que exige la Constitución al presidente encargado para llamar a nuevas elecciones. Se demostró que lo único que sostiene a este personaje, es el interés de los EEUU por apoderarse de los recursos de Venezuela.

El mes de febrero estuvo cargado de tensión. Venezuela pasó a ser el epicentro de un conflicto que asumió un carácter geopolítico. El reconocimiento del legítimo presidente Nicolás Maduro por más de 80 países, confrontó con el apoyo de alrededor de 50 al títere de la Casa Blanca Juan Guaidó. A las derrotas sufridas por los EEUU en la OEA, que no logró expulsar al representante Bolivariano, le siguió el fracaso por obtener el reconocimiento de Guaidó en la ONU. El siguiente paso por derrocar al gobierno chavista, continuó con el anuncio de realizar la entrega de “ayuda humanitaria” el 23 de febrero. ]

Las armas del imperio se pusieron en juego. Se intensificó el aislamiento mediático buscando construir en la opinión pública internacional la idea de que en Venezuela hay una dictadura. Por otro lado, se realizaron permanentes intentos por quebrar a la Fuerza Armada Nacional Bolivariana con promesas de una amnistía por parte del futuro gobierno. El desplazamiento de tropas norteamericanas a Puerto Rico, República Dominicana y la frontera Colombiana con el fin de aumentar la presión militar fueron denunciados tanto por Cuba como por Rusia.

El Chavismo se preparó para dar la pelea frente a los intentos golpistas. La misma se desarrolló en los planos diplomático, militar y político. En el primero fue clave la permanente disputa en los organismos internacionales a través del Ministro de Relaciones Exteriores, como el haber logrado permanentes manifestaciones internacionales de solidaridad llamando por la paz, el rechazo al golpe y la no intervención militar. En territorio venezolano el propio Maduro se abocó a recorrer los regimientos y participar de ejercicios militares para fortalecer los lazos en la unidad cívico militar, a través de la realización de la acción conjunta entre las FANB y las milicias, frente a una posible invasión. Pero fundamentalmente el rasgo central fue la movilización permanente de ese chavismo salvaje, que sabe que cuando se pone en juego su país, allí se alista para enfrentar lo que sea.

La táctica del Caballo de Troya
La ayuda humanitaria era un Caballo de Troya, que escondía el intento por lograr en la confrontación por el ingreso un hecho de “falso positivo” que diera la excusa para facilitar la intervención militar. Detrás de esto, lograr alguna zona liberada para darle un pedazo de tierra al presidente sin poder. Frente a esto, el pueblo bolivariano mostró un gran espíritu de lucha, de patriotismo, de dignidad y de coraje en defensa de su soberanía.

El escenario estuvo dispuesto el día 22, con la antesala de dos recitales contrapuestos a ambos lados del puente Tienditas que comunica a Colombia con Venezuela. A un lado, el Venezuela Live Aid promovido por la Casa Blanca y la derecha latinoamericana, que se contraponía con el festival convocado por el Gobierno Bolivariano denominado “Manos fuera de Venezuela”. A la música efectivamente le siguió el sábado 23 la violencia opositora nuevamente bajo la forma guarimbas, ahora trasladadas a la frontera. Su intención fue hacer pasar los camiones a cualquier costo. Sin embargo, pese a la furia desatada, no pudieron pasar. El cierre preventivo de las fronteras los días previos también fue relevante para evitar cualquier tipo de operación. El 23 y el 24 de febrero la frontera se mantuvo blindada. La unidad chavista fue puesta a prueba y resistió dando muestras de estar dispuesto a dar la pelea.

El corolario final fue el rechazo pocos días después, de una intervención militar de parte de varios países integrantes del Grupo de Lima. El vicepresidente de Brasil Hamilton Mourao dejó en claro que su país no estaba dispuesto a una aventura militar. Colombia pese al apoyo de la OTAN, tampoco puede arriesgarse sola a un conflicto de larga duración. La derrota fue contundente. Guaidó no cumplió ninguna de sus promesas, no hubo quiebre de las fuerzas armadas salvo algunas deserciones menores, quedó expatriado del lado colombiano, y por ahora, la vía militar quedó descartada. Cuál será el futuro de este alfeñique quedará por saberse. Sin embargo, la política del Grupo de Lima comandada por Mike Pence, continuará mediante la intensificación de las sanciones comerciales, profundizando las dificultades económicas. A esto se le suma el problema de la expropiación de Citgo y la apropiación de unos 30.000 millones de dólares que ahorcan la economía venezolana ya en crisis.

La lucha continúa
Una nueva fase se abre en la batalla por Venezuela. Allí se condensan las esperanzas y el futuro de los pueblos del continente. Frente al avance incesante de la derecha, allí se les pudo poner un freno. Fue una pequeña victoria, pero hay que festejarla. Un sentimiento antiimperialista vuelve a resurgir en cada país. Hay que potenciar la solidaridad y la acción internacional dando todas las luchas que se puedan contra el imperio. Hay que demostrar que Venezuela no está sola. Llevar la realidad de lo que allí sucede a cada barrio, lugar de trabajo, en los medios alternativos y redes sociales para romper el cerco mediático, y contrarrestar el arma fundamental en la guerra de 4ta generación, que es la pelea por la verdad.

La situación en Venezuela se volverá más difícil. Frente a las dificultades arrastradas por las debilidades de una economía dependiente, se le suma el bloqueo. En la medida que la presión internacional pueda llegar a distenderse, se abre nuevamente el debate acerca de cómo hacer avanzar un proceso que mantiene contradicciones, por la misma alianza policlasista que lo caracteriza. El punto al que se ha llegado en este último mes es un indicador de que las decisiones que se tomen en adelante deben asumir otro carácter. En términos económicos se impone lograr transformar de manera profunda el carácter extractivista de su economía, pero la pregunta que se abre al respecto es sobre la base de qué apoyos se logra. En términos político toma vigencia la apuesta por desarrollar la consigna última que Chavez legó: comunas o nada. Allí es donde reside el verdadero poder del pueblo, y la potencialidad para afrontar una verdadera profundización revolucionaria. Mientras tanto, habrá que mantenerse firmes, denunciando la no intervención en Venezuela y gritando con toda la voz:

¡NO AL INTERVENCIONISMO!
¡FUERA YANQUIS DE AMÉRICA LATINA!

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