es cambiar todo lo que debe ser cambiado; es igualdad y libertad plenas; es ser tratado y tratar a los demás como seres humanos; es emanciparnos por nosotros mismos y con nuestros propios esfuerzos; es desafiar poderosas fuerzas dominantes dentro y fuera del ámbito social y nacional; es defender valores en los que se cree al precio de cualquier sacrificio; es modestia, desinterés, altruismo, solidaridad y heroísmo; es luchar con audacia, inteligencia y realismo; es no mentir jamás ni violar principios éticos; es convicción profunda de que no existe fuerza en el mundo capaz de aplastar la fuerza de la verdad y las ideas. Revolución es unidad, es independencia, es luchar por nuestros sueños de justicia para Cuba y para el mundo, que es la base de nuestro patriotismo, nuestro socialismo y nuestro internacionalismo. (Fidel Castro Ruz, 1° de mayo 2000)
La larga trayectoria revolucionaria de Fidel lo lleva a poder condensar en un párrafo un concepto de revolución que no deja de trinar y hacerse acto en los tiempos que corren. Está claro, la posibilidad de síntesis va de la mano con lo experiencial. El momento de enunciación no es menor. Año 2000, comienzo de un nuevo siglo, Cuba, pasando por uno de los peores momentos de su historia, pero aún en ese escenario adverso las palabras de Fidel actualizan el sentido de la revolución. En algún punto, y más allá de que existen sujetos que tienden a ser las expresiones más lúcidas de determinados momentos históricos, lo que hay en esa frase es una fuerte carga generacional, la de una generación que protagonizó uno de los momentos más álgidos de la lucha de clases del siglo XX.
En términos amplios (Fidel sería de una generación anterior al menos) esa es también la generación de lxs 30 mil. compañerxs que tuvieron conciencia de ese momento histórico. Que abrazaron una causa, que llevaron adelante una estrategia revolucionaria con enorme convicción, que vieron muy cercana la posibilidad de ponerle fin a este sistema de hambre y explotación. De allí que los sectores del establishment más asqueroso cada tanto se atrevan a poner en discusión el número, buscando de ese modo minimizar su alcance, sepultar su lucha. Quizás en ese número se exprese también la potencia de quienes aún hacemos un constante y activo ejercicio de memoria para mantenerlxs presentes. Ese número no es una simple referencia estadística, sino que es la doble expresión del convencimiento por construir una sociedad más justa y de la barbarie del enemigo para impedirlo.
Ahora bien, si hay algo en el concepto de revolución legado por Fidel que nos interpela es porque los tiempos que corren nos ponen en tensión por encontrar ese “sentido”. O para ser más claros, el modo en que las profundas convicciones por terminar con este sistema se traducen en prácticas concretas que den respuesta a la coyuntura actual.
Si hay algo que las clases dominantes hicieron desde los 70 fue afinar su estrategia, tendiente siempre a garantizar sus mayores niveles de ganancia a costa del hambre de la mayoría del planeta. Con décadas pasadas desde entonces, podemos entender de modo más cabal el sentido de la contrarevolución, que, en nuestro continente, se expresó mediante los golpes de Estado genocidas. Parafraseando a Paolo Virno, una contrarevolución no es simplemente una restauración conservadora, sino una revolución a la inversa mediante la que se pretende generar nuevas subjetividades, modificaciones estructurales, pero sobre todo ofrecer respuestas a las mismas preguntas que los revolucionarios porque actúa sobre las mismas condiciones histórico-sociales. La expresión puntual del desarrollo capitalista en esta etapa, es conocida por todos, e incluso por momentos rebalsa los discursos progresistas: el neoliberalismo. Su punto de esplendor: la caída del muro de Berlín y lo que se catalogó como “fin de la historia o de los grandes relatos”. Desde allí, la apertura de una etapa que aún continúa y que consideramos es de acumulación de fuerzas. Ni la historia termino, ni la lucha de clases cesó, aunque, evidentemente, los modos de dominación y de reproducción del capitalismo no son exactamente los mismos que hace medio siglo atrás. La cada vez mayor precarización de la vida, conjuntamente con el control social mediante la utilización de fake news, redes sociales, etc, son su manifestación más concreta. Justamente, lxs protagonistas de esta etapa tenemos la tarea generacional de actualizar el sentido histórico que tiene el concepto de revolución ¿O acaso cuando recuperamos a Lenin, Trotsky, Rosa de Luxemburgo, Guevara o Santucho lo que destacamos no es esa capacidad de ante determinados contextos generar las respuestas pertinentes? Recuperar esa imaginación revolucionaria en su más cabal sentido, es una de las tareas centrales.
Socialismo millenial
Un presidente estadounidense afirmando que su país nunca va a ser socialista parece remitirnos directamente a los 60 o 70, en plena Guerra Fría o ante la expansión de los efectos de la Revolución Cubana. Pero no, fue de la boca del mismo Donald Trump de la que, hace solo semanas, en un acto en el Estado de Florida, salieron estas palabras. El jefe del imperialismo yanqui y los grandes medios de comunicación al igual que las derechas latinoamericanas, parecen querer sacar rédito en política interna, utilizando el conflicto con Venezuela.
Sus argumentos son mostrar que el socialismo nuevamente ha fracasado, tal como lo habían hecho los “socialismos reales”. Es una búsqueda de instalar un “final de la historia” recargado. Es por esto, entre otras causas, que toma relevancia la defensa del proceso político bolivariano (ver notas en pág 10 y 11), pero más allá de esa situación puntual lo que aparece en el horizonte son los efectos no resueltos de la crisis económica abierta en 2008, que llevan a generar una polarización contra el siempre presente “fantasma que recorre el mundo”.
En Estados Unidos, su manifestación concreta es el avance de los sectores más a la izquierda dentro del Partido Demócrata como Alexandria Ocaso Cortez, quién, producto del ascendente movimiento feminista, logró imponerse como diputada de Nueva York. En el mismo sentido, puede leerse la creciente aceptación de Bernie Sanders, quién ya lanzó su campaña presidencial de cara a 2020 o el informe que fue tapa del periódico The Economist en Inglaterra, donde se destaca que el 51% de los jóvenes entre 18 y 25 años ven con aceptación “las ideas socialistas”.
Podemos poner en cuestión cuan radicales o no son estas referencias, o el contenido en mayor profundidad de lo que se puede definir como “idea socialista”. Lo que está claro, es que hay una nueva generación, que creció al calor de la crisis mundial y con manifestaciones concretas de los desvanes de este sistema. Esa misma generación, ha visto también el ascenso de opciones progresistas, que en algún punto, ante lo inviable de su proyecto generaron condiciones propicias para el ascenso de las extremas derechas.
A esto, es necesario sumarle, que no es un fenómeno exógeno. Basta con ver el protagonismo de las pibas en la lucha por el aborto, legal, seguro y gratuito en nuestro país, las camadas de jóvenes trabajadorxs que se organizan en defensa de sus puestos de trabajo en comisiones internas antiburocráticas, lxs estudiantes secundarios que hace años toman escuelas en defensa de la educación pública y la lista podría seguir.
Lo que queda entonces, es, volviendo a Fidel poder hacer presente el sentido histórico de la revolución, para que ese terreno fértil no sea capitalizado por opciones reformistas. Quiénes construimos en esta etapa organizaciones con vocación revolucionaria, debemos tener la capacidad no retórica, sino en las decisiones políticas concretas, de retomar la búsqueda de una “creación heroica” como ha afirmado en su momento Mariategüi. Hay un terreno real sobre el podemos anclar un proyecto político de la clase trabajadora y el pueblo, en la medida en que retomemos lo más valioso de los revolucionarios que hacen a nuestro acervo estratégico: no hacer ni calco ni copia del pasado, buscar respuestas que sean contemporáneas. Ese es sin duda, el mejor homenaje que como generación podemos hacer a lxs 30 mil compañeros desaparecidxs.