El 22 de agosto debería desarrollarse el Confederal de la CGT para elegir la nueva jefatura cegetista, en reemplazo del desgastado triunvirato de conducción, que sin embargo apuesta sus fichas a lograr una sobrevida producto de la imposibilidad de encontrar un nuevo mando políticamente viable para la central de la calle Azopardo.
En el callejón sin salida de la CGT forzó la baja del Confederal resolutivo reemplazado por un Plenario de Secretarios Generales que, se supone, se reunirá el 22 de agosto para deliberar y trazar una estrategia frente al ajuste del gobierno y el FMI. De concretarse la instancia puede resultar un campo de choque de posiciones con consecuencias organizativas, ya que el moyanismo se opuso a la postergación y amenaza con armar una CGT paralela junto a sus aliados.
Con este formato, la elección de las nuevas autoridades queda postergada hasta nuevo aviso y le otorga sobrevida a un triunvirato de conducción políticamente agotado, cuya única fortaleza es ser “lo que hay” como expresión – como no podía ser de otra manera- de los sectores de la burocracia sindical más conciliadores y dialoguistas con el gobierno nacional. La contundencia del paro general del 25J le sirvió como apoyatura coyuntural para estirar una resolución que aún está madurando, y en la que resta ver aún, entre otras cosas, si Smith se mantiene en el esquema del triunvirato o pega el salto a último momento para volver al redil del moyanismo, su sector original de apoyo que lo promovió al lugar que hoy ocupa y con el que tuvo diversos cortocircuitos. Si en nuestro artículo de junio decíamos que, dada la naturaleza de los actores y los intereses corporativos en disputa, “el desenlace final de estas negociaciones es completamente impredecible”, la decisión de postergar la elección de la nueva conducción se ubica dentro de ese marco de imprevisión. Sin embargo, en términos políticos significa básicamente ganar tiempo para desarrollar los reagrupamientos necesarios para saldar la disputa de fondo, que el gobierno nacional sigue con suma atención para la viabilidad de su programa de ajuste y entrega monitoreado por el FMI.
Sumando porotos para un final abierto
En ese cuadro de durísimas internas van decantando los bloques en pugna, con la premisa cada vez más tangible de que “no hay lugar para todos” con el sentido expresado en nuestro artículo: “El nuevo esquema de alianzas para hacerse con la conducción de la CGT seguramente tendrá como contrincantes fundamentales, por un lado, a ´gordos´, el MASA e ´independientes´; y, por el otro, al moyanismo y la CFT (núcleo fundamental del espacio multisectorial 21F), con un perfil de mayor confrontación con el gobierno”.
Hace pocos días terminó de concretarse la decisión del MASA de volcarse hacia el triunvirato – luego de amagar con el otro sector-, haciéndose pública en una reunión en la sede de la Unión Ferroviaria a la que “concurrió el triunvirato acompañado por José Luis Lingeri (Obras Sanitarias), los referentes del transporte de pasajeros Mario Caligari (colectiveros, UTA), Omar Maturano (La Fraternidad), y el cervecero Carlos Frigerio (del sector conocido como ´moyanismo sin Moyano´) para reunirse con los principales líderes del MASA: Sergio Sasia (dueño de casa), Viviani y Guillermo Moser (Luz y Fuerza), entre otros” (Ámbito, 26/7/18). Más allá de su habitual juego propio, el barrionuevismo –representado por Acuña en el triunvirato- afincaría finalmente posiciones en este costado de la interna, en virtud de las apuestas políticas del gastronómico.
En el otro campo, el moyanismo y la Corriente Federal consolidaron un bloque con la UOM y el SMATA, gremios industriales que más temprano o tarde sienten con crudeza el impacto de un esquema económico basado en un voraz endeudamiento externo y la reducción drástica del consumo popular (y que siempre afrontan estas coyunturas encolumnados corporativamente bajo la dirección política de la fracción industrial de la burguesía local). Este agrupamiento viene debatiendo la posibilidad de lanzar una “CGT paralela” en el caso de no poder imponer un reemplazo más afín a sus posiciones e intereses; y cuenta como aliados por fuera de la CGT a la CTA de los Trabajadores de Hugo Yasky y el sello virtual de la CTA–Autónoma en manos de Pablo Micheli (vaciada completamente de representación sindical alguna).
Si se lo enmarca políticamente –y la interna de la CGT está siempre atada a la del peronismo y el PJ- el primer bloque buscará expresar, de cara al 2019, al PJ Federal (y “racional”) de gobernadores y senadores, junto a los restos del Frente Renovador que aún conduce Sergio Massa; en tanto el segundo espacio se apoya mayormente en el armado de Unidad Ciudadana liderado por Cristina Kirchner, para quien quedó definitivamente caduco el enfrentamiento con Hugo Moyano.
Con este cuadro, la elección de un liderazgo unificado en reemplazo del actual triunvirato se presenta como una empresa imposible. La CGT parece más cerca de partirse en dos centrales (encabezadas por Héctor Daer y Pablo Moyano, respectivamente); o, en su defecto, llegar a una nueva solución de compromiso para otra conducción colegiada (de “unidad”), salida que estaría condenada a un nuevo fracaso desde el vamos, a raíz de las pujas en curso.
Unidad en la acción, democracia sindical, protagonismo popular
En los meses próximos se desplegará lo más crudo del paquete de medidas contra el pueblo trabajador, acordado por el gobierno nacional con el FMI. La habilitación a la intervención de las FFAA en la seguridad interior, plasmada en el Decreto 683, es un claro indicador de que se trata de un ajuste brutal que sólo puede pasar con un notable incremento de la represión estatal.
Ante la interna permanente de la CGT y la fragmentación y vaciamiento de las CTA´s por responsabilidad de sus conduccio
nes, resulta imprescindible imponer desde las bases nuestra agenda de lucha, en función de nuestras necesidades e intereses como trabajadores y trabajadoras frente a los ataques de los gobiernos nacional y provinciales, en acuerdo con las patronales.
En una coyuntura que ofrece desafíos enormes y dramáticos para el conjunto de nuestra clase, urge construir desde las bases los procesos de lucha que hagan posible una resistencia real a las políticas ajustadoras del macrismo y sus cómplices y se propongan derrotarlas de manera efectiva.
Por eso planteamos la más amplia unidad de acción en la lucha como criterio fundamental de la etapa; fortaleciendo al mismo tiempo las experiencias sindicales democráticas y combativas (evitando su autoaislamiento) y promoviendo un sostenido protagonismo popular para empalmar con el conjunto de resistencias que nuestro pueblo despliega en todos los terrenos del movimiento social.
Esta batalla es ahora, no admite dilaciones ni se subordina al calendario electoral y podemos derrotarlos. Quienes propongan esperar hasta el 2019, para no dar las luchas que debemos dar ahora, están militando a favor del ajuste del macrismo y el FMI. Si en el 2018 nuestro pueblo trabajador es derrotado mediante un paquete brutal de medidas antipopulares, el año que viene sólo deparará victorias para los hacedores de la “revolución de la alegría” (de ricos y empresarios).
Nos enfrentamos a los “dueños de todo” que con el auspicio del imperialismo yanqui vienen por todos nuestros derechos y conquistas. Tenemos la posibilidad de vencerlos pero eso no está en manos de unos pocos sino que es tarea de millones de trabajadores y trabajadoras, peleando en las calles por nuestras reivindicaciones, demostrando la fuerza social y política de la clase trabajadora cuando lucha de manera independiente por sus intereses, que son los de la mayoría abrumadora de nuestro pueblo