La ejecución política de Marielle pone sobre la mesa la brutalidad de la militarización del gobierno de Temer y da cuenta de una escalada represiva que se multiplica en la región. Como en otros países – incluyendo la Argentina- la legitimación de la impunidad alcanza niveles inimaginables en Brasil, donde un joven negro muere cada 23 minutos. La intervención del ejército busca legitimarse fortaleciendo la idea de un enemigo interno a combatir: los pobres negros habitantes de las favelas.

Marielle no se distinguía del perfil de la mayoría de los asesinados por las fuerzas represivas de Brasil: joven, negra y de periferia. Tampoco escapa a la triste realidad de ser una ejecutada más en el país de América Latina que, según la Amnistía Internacional, más mata a defensores de los derechos humanos. Su asesinato es un claro mensaje a todos aquellos y aquellas que luchan y denuncian la represión policial en un país arrasado por la desigualdad, por un creciente aumento del desempleo que afecta a más de 12 millones de personas y por un importante retroceso en lo que se refiere a derechos sociales.

Marielle sintetizaba en sí distintas opresiones impuestas por el capitalismo y por el patriarcado, y luchaba contra todas en todos los espacios que ocupó en su militancia, desde los movimientos sociales, desde su partido y desde su cargo como concejala. Luchó por la vida de las mujeres y las disidencias. Luchó por la vida población de las favelas, de los y las jóvenes negras. Nos toca seguir su lucha.

 

¡LUCHEMOS POR Y COMO MARIELLE!

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