La política de liberalización del comercio exterior propiciada por el gobierno comienza a tener cierto impacto en los sectores del empresariado local que producen para el mercado interno. A pesar de que las tensiones no significan una ruptura en el alineamiento del conjunto del empresariado con el macrismo, el aumento de importaciones de latas de tomate evidenció esas fisuras a través de una disputa retórica inusitada entre el gobierno y los empresarios aglutinados en la Unión Industrial Argentina (UIA) que puso sobre la mesa algunas contradicciones del sector. Para analizarlas entrevistamos al economista Alejandro Bercovich.

A Vencer: ¿Cuáles son las causas del recrudecimiento de las tensiones entre los empresarios del campo y de la industria?

Alejandro Bercovich: Entre el campo y la industria en realidad no hay tanta tensión porque en la cúpula de la UIA hay más hectáreas de campo que en la comisión directiva de la Sociedad Rural. Así que ahí hay una integración, lo que Basualdo y su equipo llaman una oligar­quía diversificada que inhibe ese conflic­to campo – industria que había más bien acá en los 60, 70 en Argentina. Sí existe una tensión entre distintas fracciones del capital que yo dividiría entre transables y no transables (que no se pueden comer­cializar: ni importar ni exportar), porque lo que hay es una recalibración de las rentabilidades relativas entre esos secto­res. Hoy, en el nuevo modelo macrista, es mucho más rentable la energía, la cons­trucción, el “real estate” (desarrollo de in­versiones inmobiliarias) y los contratos con el estado y la banca que la industria o el agro de exportación, incluso con las ventajas impositivas que se le dieron al campo, primero por la rebaja de retencio­nes de inicial y después la gradual.

AV: ¿Hasta qué punto la tensión entre el sector industrial y el gobierno puede llegar, en tu criterio, a una ruptura de un sector del empresariado con la política macrista?

A.B.: Es evidente que empresarios industriales que al principio bancaron abiertamente a este gobierno porque lo veían como la única alternativa al popu­lismo, ahora están empezando a darse cuenta de que esa recomposición de ren­tabilidades en los sectores no transables (por ejemplo en el sector de servicios con los brutales aumentos de tarifas) los deja a ellos a veces abajo de la línea de flota­ción. Y si bien, según entiendo, todos pri­vilegian el stock de su riqueza antes que el flujo de sus beneficios empresarios o ingresos, empiezan a darse cuenta de que con su beneficio empresario jaqueado, su riqueza – que está offshore en la mayo­ría de los casos- también peligra porque no tienen fuente de ingreso local que es en definitiva el alimento de la fuga. En­tonces sí empiezan a aparecer en eventos como es este de “los llorones”1 donde em­presarios industriales le reclaman al go­bierno que deje de regalarle renta a em­presarios ligados al sector del cual viene Macri históricamente que es la construc­ción, el contrato con el estado, la energía, etc. y se las devuelva a ellos, mediante por ejemplo más devaluación.

Eso por supuesto, no necesariamente implica una ruptura del empresariado como conjunto con la política económica del macrismo. Hay un montón de tensio­nes internas que van a tener sus avances y retrocesos, pero claramente hubo algo que se rompió a mi juicio entre el sector transable de la economía y sobre todo los empresarios industriales y el gobierno con el episodio de los llorones. Hay cla­ramente un intento del gobierno de dis­ciplinar los precios mediante la importa­ción y no les importa que eso perjudique el empleo industrial porque lo que carac­terizan ellos es que el empleo industrial va a seguir destruyéndose igual por razo­nes tecnológicas, no solo económicas. Eso hace que menosprecien mucho el empleo industrial que es fuente de cerca del 10% del empleo en Argentina sino que además es una porción mucho más importante del empleo formal y bien pago. Se calcula que para compensar la destrucción de un puesto de trabajo industrial se tienen que crear 3 puestos de trabajo de baja calidad, cuentapropistas o informales en térmi­nos adquisitivos para compensar el poder adquisitivo que pierde la clase trabajado­ra o el conjunto de los consumidores con el despido de un obrero industrial formal.

AV: ¿En qué medida pesa la necesidad de llevar adelante reformas estructurales que garanticen la competitividad, como la reforma laboral, en relación con las medidas económicas que perjudican a los sectores industriales volcados al mercado interno, hoy afectado por la apertura de importaciones?

B.: La reforma laboral es un anhe­lo de todos los empresarios sin distinción de sector, pero lo que empezaron a ver los empresarios de sectores transables es que la reforma laboral no va a compensarles a ellos la pérdida de rentabilidad relativa derivada de la apertura importadora que el gobierno quiere profundizar mucho más que lo que hizo hasta ahora. La reforma la­boral se va a producir en la medida en que los sindicatos sigan dirigidos por la buro­cracia y que la burocracia siga con miedo de ir presa y siga cediendo ante la extor­sión. Pero a la vez va a depender mucho de la relación de fuerzas que se establez­ca durante el segundo mandato de Macri -que yo doy casi por hecho hoy- y también de las alianzas que se establezcan con los sectores empresarios. En ese sentido sí es una tensión la reforma laboral con la su­pervivencia del mercado interno, pero a la vez, este mercado interno argentino puede subsistir y coincidir incluso con una lati­noamericanización del mercado laboral, es decir, con un mercado laboral más precario e informal y con sueldos más bajos pero no necesariamente con un desempleo dema­siado amplio. Es decir que se mantenga el reemplazo de empleos buenos por empleos malos o peor pagos y que de esa manera se mantenga bajo el desempleo y el mercado interno siga teniendo cierta importancia, aunque menor que con sueldos buenos.

(1)El aumento de importaciones de latas de to­mate desató una disputa retórica inusitada entre el Gobierno y los empresarios aglutinados en la Unión Industrial Argentina (UIA). El vicepresiden­te Adrián Kaufmann Brea, justamente el gerente general de comunicaciones del Grupo Arcor, em­presa a la cual perjudica la medida, afirmó que “Los empresarios no lloramos, solo defendemos la competitividad de nuestra industria”, “La indus­tria está en una situación delicada y esto no re­dunda en un beneficio de consumidor. No somos llorones y lo que hacemos es defender la industria nacional, y el gobierno tiene que saber que el Es­tado se queda con el 40 % de cualquier alimento que se vende en la Argentina”, en alusión a los dichos del ministro de Producción, Francisco Ca­brera quien había sostenido que los empresarios “tienen que dejar de llorar”.

 

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