
Este 15 de mayo conmemoramos un nuevo aniversario, el 77, de la Nakba. Nuevamente podremos leer infinidad de textos sobre la memoria de un hecho atroz. Qué circunstancia es más nefasta que la pérdida de la libertad de un pueblo. Porque ese día, el 15 de mayo de 1948, el siguiente a la retirada del Imperio Británico de Palestina, podía haber sido, pero no fue, el comienzo de la liberación del pueblo palestino.
La historia fue diferente. El 29 de noviembre de 1947, la Asamblea de la Organización de las Naciones Unidas, ONU, había determinado a través de la resolución 181, arrogándose un poder que no tiene, el establecimiento de dos estados. Esta resolución, viciada de nulidad desde su origen, fue rechazada de plano por el pueblo palestino que nunca dio su consentimiento. La paradoja es que los judíos sionistas, quienes pretendían la creación el Estado Judío de Israel en tierras palestinas, tampoco estaban de acuerdo con dicha resolución, pero dieron su consentimiento para, apoyándose en la misma, desarrollar la expulsión, la eliminación, la limpieza étnica, del pueblo nativo palestino, objetivo permanente del sionismo.
La pretensión de los partidarios de la existencia del Estado Judío fue, y es, desde el inicio, desde siempre, desarrollar un colonialismo de asentamiento, es decir quedarse con la totalidad del territorio “limpio” de no judíos. Objetivo impulsado desde el imperialismo, británico primero y luego yanqui, como medida necesaria para tener una puerta de entrada al dominio del Levante, llamado también Medio Oriente. Otra paradoja. Los descendientes de los judíos perseguidos resolvieron expulsar, eliminar, al pueblo que habitaba sus legítimas tierras desde tiempos remotos, basándose en textos bíblicos, textos religiosos, que no tienen ningún valor jurídico ni histórico.
Concretamente, lo que estamos afirmando es que el estado de Israel es una entidad que no tiene sustento jurídico alguno. Pero no estamos haciendo un debate administrativo. Ese engendro legal dio carta blanca a un genocidio que se sostiene y se agrava con el tiempo.
Las masacres en Gaza se vienen repitiendo desde siempre. Las matanzas en Cisjordania nunca cesaron. La situación de los palestinos israelíes, palestinos que residen dentro de la entidad sionista del 48, es que son considerados ciudadanos de segunda, con limitaciones similares al apartheid de la Sudáfrica racista. Por eso se acusa a Israel de implementar el apartheid con el pueblo palestino. No se trata de una acusación más. Es la determinación del Estado Judío de Israel. Sólo los judíos tienen plenos derechos civiles.
Pero en Gaza, Cisjordania y los Altos del Golán, la población ha perdido, no sólo sus derechos civiles, ha perdido sus derechos humanos. Además se observa el absurdo donde los victimarios se presentan como víctimas, a la resistencia se la llama terrorismo y al terrorismo de estado se lo define como “defensa legítima”.
Es lamentable que los representantes jurídicos de los pueblos del mundo, los gobiernos burgueses y capitalistas de países occidentales y orientales, miren para otro lado. Pero no sorprende. Para la concepción de clase de la burguesía, los pueblos no deben ser libres, porque eso significaría la pérdida del derecho burgués de oprimir a los trabajadores. Apelar a la comprensión y a la responsabilidad de los gobiernos burgueses es apelar al razonamiento del lobo que no debe comerse a las ovejas.
Así como no se puede hacer razonar al lobo, a los gobiernos burgueses se los debe arrinconar, obligar a aislar al estado sionista, cortarle el abastecimiento de armas, mercaderías y medios económicos, para frenar, en esta instancia, al genocidio.
Por eso debemos trabajar para que la clase trabajadora mundial se solidarice activamente con la causa del pueblo palestino. Es necesario boicotear la salida hacia Israel y la entrada de mercaderías de ese origen; para que la medida sea realmente efectiva, los y las trabajadoras deben poner manos a la obra. Con declaraciones y marchas, las que son necesarias pero insuficientes, no vamos a parar el genocidio, no vamos a lograr aportar en la lucha por la liberación de Palestina del Río al Mar.
Este es el desafío de la hora. El opresor del pueblo palestino tiene nombre y es el mismo que nos oprime a los pueblos en todo el mundo: el imperialismo. El mismo que nos condiciona económicamente, el mismo que nos aprieta con reformas laborales y previsionales, el mismo que nos arruina la calidad de vida en todos los órdenes, es el que sostiene al colonizador genocida sionista.
El pueblo palestino está enfrentando y resistiendo el avance del imperialismo. Cada paso que logra el pueblo debilita a su enemigo. Cada avance palestino nos favorece en nuestra resistencia al avance del FMI, del imperialismo y de su personero, el gobierno burgués de turno.
La lucha de los pueblos por su liberación de la colonización y del sistema capitalista, es la lucha de todos los pueblos en su conjunto. El internacionalismo proletario se expresa en el sentir de cada lucha como la propia, más allá donde se libre. Por lo tanto sentir la resistencia palestina como parte de nuestra resistencia es el primer paso para avanzar en el desarrollo de una solidaridad internacional activa y concreta.
El camino a la liberación del Río al Mar es el mismo camino a nuestra liberación.


