Una guerra contra la esclavitud, la explotación y la barbarie. Una guerra por la libertad y la humanidad que sigue teniendo vigencia. Un grito desde Nuestramérica. Una parte de nuestras raíces y nuestra historia que necesitamos recuperar.

 “No basta con haber expulsado de nuestro país a los bárbaros que lo han ensangrentado durante dos siglos; no basta con haber puesto freno a las facciones siempre renacientes que se burlaban, unas tras otra, del fantasma de libertad que Francia colocaba ante vuestros ojos; es necesario, por medio de un acto último de autoridad nacional, asegurar para siempre el imperio de la libertad en el país que nos vio nacer; es necesario arrancar al gobierno inhumano que mantiene desde hace tanto tiempo a nuestros espíritus en el letargo más humillante, toda esperanza de dominarnos; es necesario, en fin, vivir independientes o morir.
Independencia o muerte… Que estas palabras sagradas nos vinculen, y sean señal de combates y de nuestra reunión”.
Discurso pronunciado por Jean Jacques Dessalines a continuación de la Declaración de Independencia de Haití

 

El 1ro de enero de 1804, luego de casi 14 años de guerra y más de 300 años de resistencias, revueltas y levantamientos, el pueblo de una pequeña isla del Caribe, Saint Domingue, se declaró independiente de Francia y dejó de ser una colonia. La nueva República de Haití –que recupera el nombre original indígena del territorio Ayti- fue la primera nación políticamente independiente de Nuestramérica.

Dirigida por Toussaint L’ Ouverture y Jean Jacques Dessalines, la revolución de Haití comenzó siendo una rebelión por la abolición de la esclavitud, una lucha por la libertad, y se transformó en una guerra por la independencia en la que un ejército popular de ex esclavxs derrotó al ejército de Napoleón Bonaparte, venciendo a una de las principales potencias de la época.

El derrotero posterior del país, con las permanentes ocupaciones militares yanquis y la extensión de la miseria y los conflictos de todo tipo, han contribuido al desconocimiento y ocultamiento generalizado de este proceso revolucionario que fue un antecedente fundamental de los procesos revolucionarios que se desarrollaron en todo el continente a partir de 1810.

¿Por qué los pueblos del continente desconocemos la historia de la primera república independiente de Latinoamérica? Al igual que ocurre con la rebelión de Tupac Amaru, la historiografía eurocéntrica y racista centra su mirada en los criollos y la naciente burguesía local para explicar los motivos que impulsaron aquellas luchas anticoloniales, minimizando o directamente negando el protagonismo de las grandes masas de indígenas y personas afrodescendientes esclavizadas que impulsaron, participaron e incluso –como en el caso de Haití- dirigieron los ejércitos revolucionarios y procesos de liberación.

Pero, además, la historia de Haití evidencia de la manera más brutal cómo la usurpación violenta de las tierras, el genocidio, la esclavización de millones de seres humanos, fueron la base de un sistema de explotación que permitió el enriquecimiento y la acumulación de las clases dominantes europeas. La violencia, el sistema esclavista y el sometimiento colonial fueron bases fundamentales para el desarrollo del capitalismo y la revolución industrial. La revolución de Haití muestra también los límites de la burguesía como clase y de las revoluciones burguesas europeas como horizonte de emancipación.

Desde fines del siglo XVII, Francia fue tomando posesión de Martinica, Guadalupe y Santa Lucía y envió sus buques a conquistar la rica isla de Santo Domingo. De esta forma, ayudados por los bucaneros, los franceses se instalaron definitivamente en las costas norte y sur de la antigua “Hispaniola”. A fuerza de cañonazos, en 1697, la debilitada corona española se vio obligada a firmar con los franceses el Tratado de Ryswick, cediendo oficialmente a esta nación la parte occidental de la isla. Los españoles dominarían durante un siglo más la región oriental, que seguirían llamando Santo Domingo. Los colonialistas franceses llamaron “Saint-Domingue” al territorio conquistado y fundaron en el norte la ciudad de Le Cap Français, que se transformó en el principal puerto y capital de la colonia, en la que utilizarían fundamentalmente personas esclavizadas como mano de obra para las plantaciones.

Bien temprano, desde la primera conquista española se había comenzado con la esclavización. Hacia 1540 se contabilizaban ya 30 mil personas esclavizadas en plantaciones de azúcar. Con la firma del Tratado de Utrecht en 1730, Inglaterra consiguió el derecho casi exclusivo de abastecer a las colonias españolas de personas esclavizadas provenientes de África. Inglaterra suministraba a la América española un promedio de 4.800 esclavxs por año. Este tráfico les permitía además a los ingleses ocultar el contrabando que les generó una cuantiosa acumulación de riquezas.  Se calcula que más de 11 millones de personas fueron capturadas en sus tierras en África y trasladadas hacinadas en barcos “negreros” a través del Atlántico. En 1730, los comerciantes del puerto de Liverpool, por ejemplo, dedicaban 15 barcos a la trata de esclavos. Para 1792 el número de barcos había ascendido a 132. Entre 1784 y 1791, fueron vendidos en Saint Domingue un promedio de 30 mil personas esclavizadas por año, casi la mitad de todas los vendidos en el Caribe.

La colonia francesa de Saint Domingue llegó a ser la principal productora mundial de café, ron, algodón e índigo. Hacia 1754 había 599 plantaciones de azúcar y 3.379 de índigo. En 1767 la colonia exportó 32.700 toneladas de azúcar en bruto y 23.200 toneladas de azúcar refinado, 454 toneladas de índigo, 900 de algodón y grandes cantidades de cuero, melaza, coco y ron.  Hacia 1776, esta colonia generaba más beneficios a Francia que los trece estados norteamericanos en su conjunto a Inglaterra. A lo largo del siglo XVIII, los plantadores franceses lograron superar la producción total de azúcar de todas las colonias británicas de las Antillas, compitiendo con los ingleses por el mercado europeo. La colonia francesa producía el 75% del azúcar mundial a fines de ese siglo. El gobierno francés, al igual que el español, impuso el sistema exclusivista a sus colonias. Todo lo producido en Saint Domingue debía ser vendido exclusivamente a Francia y debía ser trasladado en barcos franceses. Todo producto manufacturado que se necesitara en Saint Domingue debía ser comprado sólo a Francia. El total del azúcar en bruto debía refinarse exclusivamente en Francia. Se calcula que en 1789 Francia exportaba a las islas alrededor de 78 millones de libras de harina, carnes saladas, vinos y mercancías varias. Las colonias enviaban a Francia 218 millones de libras de azúcar, de los cuales sólo 71 eran consumidos allí. El resto era exportado una vez elaborado. Para ese año, Saint Domingue recibía 1587 navíos en sus puertos, un número superior al de Marsella.

Todo este sistema de brutal esclavización, explotación y muerte generaba cuantiosas riquezas para la burguesía europea y norteamericana, que lo justificaba desarrollando una ideología racista a contramano de los principios de libertad, igualdad y fraternidad que proclamaba. Así, por ejemplo, el famoso y reivindicado fundador del sistema “republicano” autor de “El espíritu de las leyes”, el barón de Montesquieu, decía: «El azúcar sería demasiado caro si no trabajaran los esclavos en su producción. Dichos esclavos son negros desde los pies hasta la cabeza y tienen la nariz tan aplastada que es casi imposible tenerles lástima. Resulta impensable que Dios, que es un ser muy sabio, haya puesto un alma, y sobre todo un alma buena, en un cuerpo enteramente negro».

Iniciada la revolución francesa en 1789, rápidamente en la colonia de Saint Domingue distintos grupos de mulatos y esclavxs comenzaron a reclamar para sí la libertad y la igualdad, iniciando una enorme lucha popular que terminaría convirtiéndose en una guerra contra la dominación colonial y por la plena emancipación. En esas guerras, fue fundamental el protagonismo popular y que evidenció la potencialidad de la lucha revolucionaria: un ejército popular de ex esclavxs, luego de años de sufrimiento y vejaciones, derrotó al ejército profesional que Napoleón Bonaparte había enviado a la isla.

Frente a la historia eurocéntrica y racista, es necesario recuperar la historia de lucha de la población esclavizada, su capacidad de organización, de resistencia y de combate.  Conocer los acontecimientos de “la revolución negra” es indispensable para recuperar nuestra memoria histórica, el hilo de las luchas por la emancipación de nuestro pueblo americano y reconstruir nuestra identidad diversa, afrodescendiente e indígena. Es recuperar también el proyecto de unidad continental que forjaban aquellos dirigentes haitianos que una vez lograda su independencia pusieron a disposición armas y soldados al servicio de Bolívar para las batallas que se aprestaban a librar, al igual que San Martín.

Recuperar esta experiencia nos permite confirmar que, frente a la explotación y la opresión, frente al saqueo y el genocidio perpetrado por los grandes imperios, a lo largo de toda nuestra historia se alzaron los pueblos con resistencias, revueltas y rebeliones que hacia fines del siglo XIX se desarrollaron como procesos revolucionarios. Desde abajo, la población indígena, las personas esclavizadas, las familias campesinas expropiadas, lxs trabajadorxs pobres, dieron batalla para construir otro futuro y lograron vencer aún frente a un enemigo que parecía inexpugnable.

La revolución haitiana constituye uno de los ejemplos de que un pueblo decidido a pelear por su emancipación es capaz de derrotar a cualquier imperio.

 

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor, ingresá tu comentario
Por favor, ingresá tu nombre aquí