
Los dos últimos vetos, uno a la ley de jubilaciones (festejado por Black Rock que espera pacientemente que vuelvan las AFJP) y el otro a la ley de financiamiento universitario, mostraron nuevamente que en el congreso están todos de acuerdo con el plan económico de Milei y que sólo se trata de qué se negocia a cambio. Todo un arco político constituido por macristas, peronistas, radicales y otros bloques más pequeños le brindaron su apoyo. Los votos decisivos los obtuvo de negociaciones a último momento con los gobernadores de Tucumán, Osvaldo Jaldo, y de Catamarca, Raúl Jalil, que le ofrecieron a Milei el apoyo que necesitaba, ya sea explícito o con ausencias y abstenciones. Lo mismo hizo el gobernador peronista de extracción sindical de Santa Cruz, Vidal. No es casualidad que se trata de provincias mineras y petroleras, foco de la apuesta extractivista de Milei y el imperialismo. También la burocracia demostró saber entregar las luchas una a una, promoviendo acciones testimoniales, marchas sin continuidad y apostando a convencer a algún que otro diputado o senador. La reaparición de Cristina Kirchner, quien anunció acuerdos con la reforma laboral y la necesidad de hacer ajustes, movió algunas alianzas en la CGT que empiezan a desligarse oportunamente. Todo un circo de alianzas y rearmados en vistas de las elecciones del 2025 que serán un nuevo escenario de reparto de cargos y cajas. Nada puede esperarse de ninguno de ellos, sino un nuevo engaño a lxs trabajadores. La izquierda no debe depositar tantas expectativas en el parlamento, con más diputados en este escenario de descomposición y radicalización. Hay que apostar a la unidad de las luchas de nuestra clase.
Cómo pelea la clase obrera
La pronta respuesta ante el intento de cerrar el hospital Bonaparte es una muestra de cuáles son los métodos de la clase trabajadora: asamblea, organización por abajo y democrática, y sobrepasando a la burocracia. Aunque ATE quiso adjudicarse el breve triunfo, es claro que fueron lxs trabajadorxs que no esperaron y ocuparon el hospital dispuestxs a resistir. Su mensaje fue más amplio que el sostenimiento de sus puestos de trabajo o su sueldo: pelearon por la salud pública frente al individualismo lacerante de Milei y la “casta” financiera. Lo mismo estamos viendo en la nacionalización del conflicto estudiantil que crece por la organización desde debajo de lxs propixs estudiantes en contra de las burocracias estudiantiles y sindicales que posaron para la foto durante la marcha el pasado miércoles 2 de octubre. Hay universidades tomadas en todo el país, llegando a 27 establecimientos; y se espera la continuidad durante las próximas semanas. Esta lucha incorpora a jóvenes de todo el país a la lucha, en un conflicto político de envergadura contra el gobierno.
No la tienen fácil
El gobierno, tiene varios frentes abiertos. El frente económico no cierra: aún no tiene las reservas necesarias, y aunque gane Trump, sólo aletargará la agonía de una economía dependiente que ya no tiene ni para responder a las más básicas necesidades de la población. Mientras tanto, la timba financiera que Caputo vino a hacer goza de absoluta salud, chocando con los intereses del campo que sigue exigiendo, al igual que el FMI, una devaluación. Internamente, la ruptura con Villaruel es cada vez más evidente. Villaruel viene de familia militar. Su padre participó del Operativo “Independencia”, primera acción de la represión genocida contra lxs compañerxs en Tucumán y que anticipó las atrocidades que los milicos iban a hacer contra toda la población a partir de ese momento. También participó de la guerra de Malvinas. Ese nacionalismo burgués la alinea a su vez a personajes del peronismo como Guillermo Moreno, Berni y otros que no esconden su macartismo y odio de clase. El incumplimiento de Milei de liberar a los genocidas, principal preocupación de Villaruel, la aleja cada vez ms y ya comienza a armarse una especie de recambio, quizá también con Macri, que se preocupa por distanciarse aún acompañando su política económica y de achique del Estado.
A su vez, el frente más importante que creía que tenía dominado es el social. El supuesto logro del 3,5% de inflación se desvanece cuando vemos al interior del índice que la inflación de vivienda, agua, electricidad, gas y otros combustibles casi la duplica con un 7,3%, siendo estos rubros los que se llevan el ingreso de la clase trabajadora. Entonces, la bronca se va acumulando y los reclamos salariales comienzan a tener tintes políticos. Ya no se trata de defender un puesto de trabajo o que los salarios le ganen a la inflación. Se trata de un modelo de país, de un pueblo que no acepta que los jubilados se mueran de hambre y que cierren las universidades y hospitales, todo para beneficiar al sector financiero. Un pueblo que lucha y resiste, como lxs aeronáuticos, lxs docentes, lxs estudiantes, entre otros, y que va a ir encontrando los caminos para salirse del corset de la burocracia conciliadora. En estos últimos días, luego del “triunfo” del veto al financiamiento a las universidades, vemos reaparecer los escraches. La acción directa contra exponentes del gobierno y sus aliados. Los “cyber – fachos” corren a esconderse detrás de la policía cuando la confrontación no se da en redes sino en las calles. No tienen que poder salir a la vereda.
Es urgente que a partir de estas luchas que ya se están dando, el movimiento revolucionario discuta la verdadera salida de los y las trabajadoras, revolucionaria y socialista. Nada de eso se dará apostando a sostener la institucionalidad de un régimen en descomposición. Basta de maquillajes a un sistema y un estado que sólo nos trae desgracias. Para ello, tenemos el desafío de aportar organización en diversos niveles. La construcción de un partido revolucionario con quienes podamos coincidir en esa perspectiva y en la práctica. La construcción de un frente también revolucionario, anticapitalista, antiimperialista feminista, socialista con quienes abrevan en diversas tradiciones y trayectorias. Organizarnos para enfrentar la guerra de clase que nos ha planteado el enemigo.