Este 16 de septiembre se cumple otro nuevo aniversario del suceso conocido como la Noche de los Lápices. En el año 1976, un grupo de 10 estudiantes secundarios, dirigentes de la Unión de Estudiantes Secundarios ligados a las organizaciones guerrilleras Montoneros, JP y PRT, fueron cobardemente secuestrados desde sus casas en La Plata y llevados a centros clandestinos de detención en el marco de la contrarrevolución iniciada a principios de la década del 70. El movimiento estudiantil luchaba por ese entonces por el boleto gratuito, pero el reclamo significaba mucho más, era el objetivo que permitía movilizar al estudiantado que crecía en organización y conciencia. A 47 años de éste hecho tan presente en nuestra memoria colectiva, nos preguntamos cuáles de aquellos juveniles anhelos tienen vigencia entre lxs estudiantxs secundarixs de hoy y cuáles son los puentes que debemos construir para darle continuidad.
La llamada Noche de los Lápices tuvo lugar 6 meses después de iniciado el golpe cívico-eclesiástico militar del 76, aunque el Terrorismo de Estado ya había comenzado durante el gobierno de Perón-Perón, unos años antes. El objetivo de las fuerzas contrarevolucionarias dirigidas por la clase dominante era instalar el terror en el marco del ascenso que experimentaba la lucha de clases, un proceso que venía ganando radicalidad, particularmente en los sectores más jóvenes, forjada en la unidad obrero-estudiantil que tanto temía la burguesía. Los “azos” que se multiplicaban en distintas partes del país a partir del 69, encontraban a estudiantes enfrentando la dictadura de Onganía, codo a codo junto a lxs trabajadorxs. En los años posteriores hasta el golpe del 76, la lucha de los secundarios se organizó fuertemente en relación al apoyo dirigido al movimiento obrero, participando de las acciones callejeras y de los Comités de Solidaridad con las huelgas de lxs trabajadorxs. Especial importancia tuvo en ello el proceso abierto por el “Cordobazo”, que luego tuvo expresiones en otras ciudades y sectores, como el “Rosariazo”, y la huelga de los obreros del Chocón en Neuquén.
Este movimiento también supo agruparse, ganar presencia y obtener conquistas históricas en relación a las demandas propias, como el boleto estudiantil y el ingreso irrestricto a las universidades. Es así como desde finales del 60, el movimiento estudiantil de secundarios protagonizó importantes manifestaciones y medidas de acción directa contra las políticas educativas autoritarias. A través de huelgas y tomas de escuelas, se enfrentaban a reformas inconsultas y cambios regresivos en los planes de estudio, exigían la eliminación de los exámenes de ingreso a la universidad, y resistían la expulsión de estudiantes y autoridades involucradxs en las luchas.
En la actualidad los espacios de estudio siguen siendo una trinchera de lucha para lxs jóvenes que, cada vez encuentran menos canales genuinos donde expresar su bronca y comienzan a explorar y retomar pequeñas experiencias organizativas. El pérfido escenario electoral y la acelerada crisis económica, política y social no les son ajenos. Los debates sobre las condiciones de vida y enseñanza tienen lugar en las aulas y pasillos, y se hace cada vez más necesario organizarse a través de cuerpos de delegadxs, asambleas y centros de estudiantes. La Ley Nacional 26.877 creada en 2013, por iniciativa del gobierno kirchnerista, les otorgó estatus institucional a estas organizaciones y desde entonces las autoridades y funcionarios de educación promueven su funcionamiento encorsetado en los canales formales, a la vez que intentan quitarle al movimiento estudiantil su carácter rebelde y autónomo.
Las reformas educativas impulsadas por los gobiernos, que vacían de sentido crítico y transformador a las escuelas, pretenden avanzar sin consulta ni participación del estudiantado, familias y trabajadores de la educación. Por eso los sectores dominantes siempre se han encargado de cooptar esta organización y aislar las luchas de estudiantes de la de la de lxs trabajadores. Pero la historia ha demostrado que el camino de la unidad y la lucha de trabajadores/as y estudiantes tienen un gran potencial para impulsar las transformaciones que necesitamos y encontrar los canales de expresión de la bronca frente a todas las injusticias.
Reivindicar y retomar la experiencias de organización del movimiento estudiantil de los años 60 y 70 resulta imprescindible para recuperar herramientas que nos permitan dar batalla contra los sectores reaccionarios que envalentonados por los resultados electorales, impulsan una campaña negacionista que justifica los instrumentos represivos del Estado bajo la Teoría de los Dos Demonios, pero también para batallar contra la política de la historia oficial, que ubica aquella joven generación de luchadoras y luchadores como víctimas de la irracionalidad y la violencia, negando su identidad política y sus anhelos. Jóvenes que abrazaron con entusiasmo y compromiso la lucha por protagonizar la historia, al calor de un proyecto revolucionario que se abría paso a su camino. Reivindicamos el legado de esa juventud organizada en el movimiento estudiantil que postulaba la necesidad de avanzar en un proceso de organización que sea el puntapié para la construcción de un proyecto de país socialista y antimperialista.
Claudio de Acha
María Clara Ciocchini
María Claudia Falcone
Francisco Lopez Muntaner
Daniel Racero
Horacio Ungaro
¡Presentes!