Cuando la indignación por la barbarie se consideró una provocación

Un ciudadano colombiano fue detenido, el domingo 21, por la policía de la Provincia de Buenos Aires, por enarbolar una bandera palestina, durante el partido que se jugó en el estadio de la ciudad de La Plata por el campeonato de futbol Sub 20, en el que Colombia venció al equipo israelí. Esa expresión no fue otra cosa que una muestra de solidaridad con el pueblo que viene sufriendo desde hace más de 75 años la limpieza étnica. Tan sólo 12 días antes fueron masacrados en Gaza 33 palestinos, entre ellos varias niñas, niños y mujeres. Al hincha colombiano se lo acusó de provocador. Es inaudito permitir que se castigue la solidaridad y se la catalogue de provocación.

En primer lugar no debería haberse jugado el campeonato Sub 20 en la Argentina. El país designado era Indonesia. Sin embargo, este país se rebeló ante los asesinatos recurrentes de palestinos a manos de las fuerzas armadas de Israel y decidió impedir que el equipo israelí participara de la competencia.

La FIFA, ente cuyo centro de gravedad es Europa, con una mirada absolutamente eurocéntrica, en lugar de suspender a Israel del campeonato por sus ataques permanentes contra el pueblo palestino, determinó cambiar de sede en lugar de reconocer la justa decisión del gobierno de Indonesia.

Así se llega a definir la sede en nuestro país. Es lamentable, aunque no sorprende, la actitud de los dirigentes de AFA, cuya única preocupación es la recaudación, no el deporte, y mucho menos los derechos humanos.

Pero llamamos la atención de la posición del gobierno nacional, que sigue haciendo oídos sordos a la situación en Palestina. Y no se trata sólo del campeonato Sub 20. Lo viene demostrando en los diferentes acuerdos económicos con empresas (como Mekorot) que son parte ejecutora de la política de apartheid con el pueblo palestino.

Un comunicado lavado de la cancillería argentina no responde a la gravedad que sufrió el pueblo de Gaza por parte de la aviación israelí. Es imperioso que el gobierno nacional actúe de acuerdo a la legislación internacional de derechos humanos. No sólo debe condenar con contundencia la limpieza étnica. Debe romper relaciones con un Estado que desarrolla un genocidio desde hace más de 75 años.

Es imperioso que nuestro pueblo tome la iniciativa. Debemos desarrollar una solidaridad activa con el pueblo palestino y presionar para torcer la política gubernamental ya que no se percibe voluntad política de asumir una posición categórica de defensa de los derechos humanos.

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