El 1 de enero de 1959, el Ejército Rebelde toma el poder en Cuba. Batista, dictador títere de los yanquis que había ocupado el gobierno de la isla durante cerca de 7 años, huía con sus esbirros y pistoleros ante la avanzada del pueblo en armas. Aquella Cuba donde el pueblo pobre estaba condenado al analfabetismo, esa isla que era el casino y prostíbulo norteamericano, se terminaba con un proceso revolucionario que ponía a cientos de miles en las calles y los campos para tomar en sus manos los destinos de su patria. Tras más de 3 años de lucha continua en las sierras pero también en el llano de las ciudades, los rebeldes, encabezados por el Movimiento 26 de julio llegaban al poder por la vía armada. Continuadores del proceso de independencia liderado por Martí a finales del 1800 y precedido por décadas de lucha en ese siglo, los revolucionarios cubanos aunaron las tareas de independencia y la construcción del socialismo.

La Revolución Cubana logró, de la mano de Fidel Castro, Camilo Cienfuegos y Ernesto “Che” Guevara, entre otrxs, colocar al pueblo en el poder para edificar la primera experiencia socialista de nuestro continente. A escasos minutos de las costas del imperio norteamericano, Cuba realizó la reforma agraria, expropió a los latifundistas y monopolios, socializó los medios de producción y creó órganos de poder popular donde las masas se organizaron para definir los destinos de su nación y para defender sus conquistas del imperialismo yanqui, que no dejó de atacarlos nunca. Cuba Socialista logró derrotar una invasión de mercenarios organizada por EE.UU., como en Playa Girón, en 1961. Pero también enfrentó, desde aquella época, y sin doblegarse, un feroz bloqueo económico impuesto por las potencias capitalistas encabezadas por los norteamericanos.

Capeando el temporal, superando restricciones impuestas y afrontando errores y limitaciones propios, Cuba cumple este 1 de enero 64 años de revolución.

Los pueblos de América y del mundo tenemos el deber de tomar como ejemplo su lucha; no para intentar calcar un proceso que –por intervención del imperialismo- no podrá repetirse de igual manera. Pero sí para construir, como ese pueblo y como tantos pueblos del mundo, un destino de revolución. Para terminar de una vez por todas con este sistema de muerte llamado capitalismo; para edificar un futuro socialista.

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