En un panorama donde la inflación no da respiro, los gobiernos nacional y provinciales aplican aumentos salariales insuficientes en clave electoralista. En una campaña dominada por las acusaciones y carpetazos cruzados, la oposición de derecha sigue apostando al aperturismo en plena pandemia. El oficialismo apela a un discurso de justicia social, pero a duras penas aplica un reparto de migajas.

En un escenario donde ninguna de las fuerzas mayoritarias plantea ni desconocer la impagable y usuraria deuda con el FMI, ni poner freno al extractivismo que enriquece a un puñado de magnates y a la par destruye nuestro suelo y envenena aire y ríos, lxs trabajadorxs tenemos la necesidad de unificar las luchas en la perspectiva de superar este sistema de muerte que es el capitalismo.  

 

Mientras “el campo” se la lleva en pala, sigue creciendo la pobreza

En nuestro país, rico en producción agropecuaria y alimenticia, aumenta día a día la cantidad de familias con dificultades para subsistir dignamente y hasta para comer. La pobreza por ingresos se ubica por encima del 42%. Estos datos pertenecen a mediciones del propio INDEC de finales de 2020. Se estima que la actualización de estos parámetros arrojará entre agosto y septiembre un número mayor aún, cercano o superior a un 50%. Se trata de personas que no acceden a la Canasta Básica Total, que para una familia tipo de 4 personas se ubicó en julio en los $67.557, siempre según mediciones oficiales. Recordemos que el Salario Mínimo que pactó el peronismo con las burocracias sindicales de la CGT y la CTA de Yasky se ubica en agosto en los $28.080 y recibirá en septiembre un aumento de unos $1.000 más. Un acuerdo totalmente insuficiente, que apenas si se acerca a la canasta de indigencia, situada en julio en los $29.003.

Si se toma el aumento interanual de estas canastas, su incremento acumula más de un 50%, algo que está por encima de las paritarias “reabiertas” que el gobierno presenta como un triunfo contra la inflación. Si se miran en detalle estos acuerdos, en particular con docentes y las propuestas análogas para estatales, estas reaperturas no implican recomponer realmente los salarios, depreciados por años ante la inflación. El ejemplo de la paritaria docente nacional, que el ministro Trotta firmó recientemente con las cúpulas de CTERA, SADOP, UDA y AMET, se presenta ante los medios como un 45% anual de aumento… lo que esconde esa cifra es que así y todo, ese incremento dejará a la docencia nacional en $40.000 de salario al finalizar 2021. Es decir, $27.500 debajo de lo que en agosto ya es la Canasta de pobreza.

Pero no todxs pierden cuando gira la perinola: “el campo”, gran jugador (y evasor) en nuestra economía productora de materias primas y derivados con exiguo valor agregado, viene batiendo récords de ventas en dólares. Sin contar las toneladas de granos no liquidados o contrabandeados, lleva rendidos más de 20.100 millones de dólares en lo que va del año, en concepto de exportaciones. Es decir, un 73% más que en 2020 medido interanualmente (ver Ámbito, 2/8). Se trata de ganancias extraordinarias cuyo aporte en impuestos pero también en creación de empleo es sumamente escaso.

 

La deuda sigue siendo con los pueblos, no con el FMI

El presente se trata de un año impar y, por ende, marcado por la agenda electoral. La discusión política se presenta como algo menos ajeno en muchos sectores de la sociedad. Sin embargo, asistimos a un escenario donde el debate es sumamente pobre, incluso para los estrechos marcos del parlamentarismo burgués. Las campañas se centran en la exacerbación de imágenes de candidatxs, fórmulas genéricas y eslóganes. Vuelan carpetazos cruzados y operaciones mediáticas para ver qué políticx organizó la fiesta de cumpleaños más obscena en plena pandemia. La oposición de Juntos por el Cambio presiona por una creciente apertura, negando los contagios de covid, y el gobierno toma dicha agenda, manteniendo matices en su aplicación, pero coincidiendo en la eliminación de una enorme cantidad de medidas de cuidado para trabajadorxs y estudiantes.

En esta arena política devaluada, hay ejes de discusión ausentes casi por completo. Por ejemplo, ¿qué perspectiva tienen lxs principales candidatxs sobre el creciente deterioro medioambiental y la depredación de los bienes comunes? Oficialismo y oposición de derecha coinciden en la agenda megaminera y extractivista. Además de la dependencia de la soja transgénica (y el uso a mansalva del glifosato) o la promoción de la megaminería (el oficialismo lanzó el año pasado en plena pandemia y con represión en Chubut el Plan Estratégico para el Desarrollo Minero Argentina para los próximos 30 años) es oportuno señalar el proyecto de ley de hidrocarburos que elabora el gobierno. El mismo contempla promover de manera creciente la explotación convencional y también la no convencional en Argentina. Se incluyen para el sector nuevas exenciones impositivas y permisos de mayores giros de utilidades (y de no liquidación de divisas) a cambio de inversiones (ver Ámbito, 19/8; Letra P, 20/8). Recordemos que en nuestro país, este sector energético sumamente rentable está subsidiado por el estado en cifras multimillonarias, y además viene generando cuantiosos daños ambientales.

Otro elemento que suele estar ausente en el debate político, o mencionado de manera superficial por el peronismo gobernante, es el de la deuda externa. El acuerdo de refinanciación con el FMI no termina de consumarse, pero lo seguro es que se basa en el reconocimiento de la deuda que, se denuncia, contrajo ilegítimamente el macrismo… pero que se promete pagar sin remordimientos. Los pagos por vencimiento de deuda en 2021 se acercan a los u$s 3.800 millones. Una cifra que supera varias áreas públicas del presupuesto en curso.

Si bien en este momento hay una importante cantidad de liquidación de divisas (las reservas del BCRA se hallan por encima de los u$s 42.000 millones, cifra solo superada interanualmente por igual mes de 2020) se estima que para fines de agosto se reduzca el flujo de liquidación de exportaciones agrarias. La disminución de reservas por el pago de vencimientos programados y por la venta de dólares en el mercado local implican una presión sobre el tipo de cambio. A esto se suma el trabajo deliberado de sectores que empujan a una nueva devaluación del peso, lo que augura nuevas turbulencias para el bolsillo de lxs asalariadxs. Además, hay que agregar que, hasta ahora y de no ser refinanciados, existen vencimientos de deuda por cerca de u$s 18.000 millones para 2022, y de u$s 19.000 millones para 2023.

Esta deuda, basada principalmente en los negocios especulativos de banqueros y empresarios amigos del poder, es ilegítima, pero además es ciertamente impagable. No hay ninguna posibilidad de cumplir con los compromisos rapaces que imponen organismos como el FMI sin condenar a una mayor miseria a nuestro pueblo.

Como trabajadorxs, tenemos que preguntarnos: ¿qué sobrevendrá luego de la campaña y las elecciones? ¿Cuál será el impacto de la crisis económica en la elaboración del presupuesto 2022 que el oficialismo elaborará en septiembre? ¿Qué marca dejarán sobre el descontento popular las propuestas muchas veces tímidas de la izquierda parlamentaria, en un escenario donde una parte de la disconformidad social es captada por opciones de derecha recalcitrante y ultraliberales?

Para que no se perpetúe el actual saqueo, y para que las expresiones que se ubican a la derecha del actual gobierno no avancen en las urnas, la izquierda y el pueblo debemos avanzar en las calles. La agenda de lucha debe sobreponerse a las disputas intestinas entre corrientes de izquierda que siguen teniendo diferentes expresiones electorales. El rol de la unidad en la lucha de sectores ocupados y desocupados, de estudiantes, de comunidades originarias, asambleas socio-ambientales avanzando en pliegos reivindicativos comunes, es una perspectiva. La ruptura con el FMI y la defensa de nuestros bienes comunes ante la depredación capitalista es una necesidad urgente.

En estas elecciones, votaremos de manera crítica las listas del FIT-U. Valoramos su plataforma anticapitalista y reconocemos a lxs luchadorxs que integran sus listas. Pero no podemos dejar de señalar que la sobreestimación de la pelea institucional atraviesa a los partidos que lo conforman.

Los pueblos de Nuestramérica que se rebelan y ganan las calles, nos muestran un camino. La unidad deberá ser allí, en la lucha. Y deberá marcar sus continuidades en otros planos, incluyendo el electoral, pero nunca subordinando la acción de la izquierda a los vaivenes de dicha dimensión.

Esta es nuestra apuesta, en esa construcción nos encontramos junto a distintxs luchadorxs y destacamentos. 

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