Se cumple un nuevo aniversario del asalto al Cuartel Moncada el 26 de julio de 1953 por parte de un centenar de revolucionarios y revolucionarias cubanas que, con su decisión de vencer y su entrega abrieron una nueva etapa para Nuestramérica y para los pueblos oprimidos de todo el planeta. La respuesta de la dictadura de Fulgencio Batista a esa acción fue sangrienta. Revolucionarixs jóvenes, fueron asesinados en la tortura, muertos luego de ser tomadxs prisionerxs. Algunxs pocxs lograron sobrevivir. Perseguido, y finalmente apresado, Fidel Castro realizaría en su defensa la defensa de la acción exponiendo un programa antidictatorial y de transformaciones profundas. La derrota militar se convirtió en victoria política. Y ese 26 de julio se transformó en la bandera que llevó al triunfo a la primera revolución socialista de América Latina.

Cuba se convirtió en el faro que mostró cómo se podían enfrentar las adversidades con tenacidad de pueblo; cómo la revolución socialista permitía conquistar una soberanía siempre pisoteada por marines y magnates; cómo el pueblo movilizado resolvía el problema de la tierra, de la alfabetización, de la producción; cómo el pueblo en armas derrotaba al imperio una y otra vez. Y cómo una dirección forjada y probada sabía enfrentar los huracanes de la lucha.

La figura de Fidel como dirigente revolucionario es inigualable. Pero no estuvo solo. Muchos y muchas estuvieron en los distintos puestos de combate de esta larga lucha por conquistar la humanización de la vida.

Por estos días el capitalismo global muestra, una vez más, su cara sangrienta. Una masacre pandémica que no es producto de la naturaleza, sino del despotismo del mercado y de la propiedad privada que destruye los bosques y selvas. Una masacre que se profundiza al enfrentar la pandemia con los parámetros de la ganancia: las restricciones a la circulación se levantan por reclamo del empresariado, las masas empobrecidas son obligadas a salir a ganarse al pan ante la falta de sostenes colectivos, las vacunas son mercancías que se desarrollan en competencia y no en cooperación, los países poderosos acumulan vacunas negando al resto del mundo el acceso a la inmunidad, y promoviendo así la continuación y profundización de la pandemia.

Frente a eso, ahí está Cuba desarrollando vacunas para todxs, en forma soberana, sin subordinarse a los monopolios farmacéuticos. Logrando aún en estas semanas de disparada de una nueva ola, cifras que deberían avergonzar a los que defenestran a la revolución: Cuba posee 3 veces y media menos muertos por millón de habitantes que Canadá, 10 veces menos que EE.UU, 11 veces menos que Italia. Ahí está Cuba, en donde ningún niñx muere de hambre ni vive en las calles, como lo hacen cientos de miles en el resto de Nuestramérica. Ahí está Cuba, donde no han muerto en los pasillos de los hospitales enfermxs que no tienen atención porque se ha privatizado y vaciado todo el sistema de salud, como ocurre en las supuestas “democracias” europeas que hablan en nombre de los derechos humanos mientras arrasan con todo a su paso, como han hecho en África, Asia, Medio Oriente.

Por estos mismos días, pueblos de América Latina se levantan contra condiciones de vida que se han agravado terriblemente en estos meses, pero que tienen raíces estructurales de larga data.  En Colombia, en Chile, en Haití, donde la ofensiva del capital durante décadas ha pisoteado los más elementales derechos del pueblo, surgen las primeras líneas que como en aquel 26 de julio convocan a jóvenes que están dispuestxs a dar la vida por un cambio. El imperialismo yanqui y sus aliados responden una vez más con genocidio. Mutilaciones, violaciones, torturas, asesinatos son las repuestas de regímenes que, en crisis, se vuelven más feroces.

Las rebeliones abren una nueva etapa de lucha y a través de ellas, los pueblos buscan no sólo resistir los embates sino empezar a buscar un camino de un nuevo mundo. Y allí está Cuba, bloqueada, asediada, calumniada por los poderosos que no salen de su asombro de la capacidad de resistencia de ese pueblo martiano. Esperaban que la revolución no triunfara, y lo hizo. Militaban que quedara a mitad de camino, y avanzó al socialismo. Se convencieron de que no resistiría a la caída de la URSS, y se mantuvo en pie. Decretaron que con Fidel moriría la revolución, y a pesar de que el recambio de la dirección histórica no deja de plantear desafíos, hoy se ve que aquella frase “Yo soy Fidel” era una consigna, una idea – fuerza.

Por estos mismos días, el imperio muestra su podredumbre en cada paso, supurando racismo y desprecio de clase, sosteniendo y promoviendo invasiones, desarrollando una siniestra gran industria de muerte, vendiendo “franquicias” de cómo reprimir a los pueblos para sostener el “mundo de la libre empresa” y la “sociedad abierta” de los multimillonarios. No es casual ni sorprendente que sea éste el momento en que el imperialismo yanqui intenta, una vez más, restaurar el capitalismo en Cuba. Cuba sigue siendo un faro de todo lo que se puede lograr, aún con todas las dificultades, saliendo de la lógica de la ganancia como ordenador social.

En esta ocasión, recurrió a movilizaciones en la isla y a una orquestada acción en medios y redes. El propósito, crear una escena de “caos” para justificar una “intervención humanitaria”, es decir, una invasión. Recordemos en qué consistió y consiste la supuesta ayuda humanitaria a otro país caribeño, Haití luego del terremoto de 2010. Introducción de cólera, violaciones, asesinatos, pobreza, corrupción, paramilitarismo, ONG’s manejando más recursos que el país, un presidente títere que masacró al pueblo movilizado con el silencio cómplice de la “comunidad internacional”, hasta que el imperio decidió asesinarlo con mercenarios yanquis y colombianos.

Adicionalmente, esas movilizaciones en Cuba sirven para una acción de propaganda a gran escala. El imperialismo busca asimilar esas manifestaciones a las rebeliones de Nuestramérica y pretende identificar al gobierno revolucionario de Cuba con los gobernantes repudiados por sus pueblos (y sostenido por los poderosos locales y los yanquis). Que entre les movilizadxs había heterogeneidad y que no todos eran mercenarios y gusanos en esas mismas movilizaciones, es algo que planteó el propio Díaz Canel. Lo que sí es claro es en qué campo se ubican esas movilizaciones y quién ejerce la dirección política e ideológica de las mismas, más allá de lo que digan algunos o algunas. Es el campo de la contrarrevolución, de la restauración capitalista que busca escarmentar el desafío revolucionario que resiste contra viento y marea, a pesar de todo. Lxs revolucionarixs cubanxs serán quienes determinen el curso de su revolución; quienes realicen las rectificaciones necesarias en su proceso como han sabido hacer más de una vez. No será de la mano de recetarios impregnados de posiciones liberales, de reclamos de “reconciliación” o de la “realización de una república democrática” de corte burgués que eso ocurra.

Por eso, este 26 de julio estaremos en las calles apoyando a Cuba, diciendo abajo el bloqueo y no a la injerencia. Cuba sí, yanquis no. Lo haremos desde nuestra más absoluta solidaridad de clase, con todo el respeto y admiración hacia el pueblo cubano y su revolución, y desde nuestra más firme independencia del gobierno argentino: nuestra defensa de Cuba no es la reivindicación superficial que hace el progresismo. Al defender a Cuba, defendemos nuestro propio derecho a la revolución y al socialismo.

Venceremos – Partido de Trabajadorxs

Este 26 de julio de 2021, movilizamos en apoyo a Cuba y su revolución.

En CABA, concentramos en Virrey del Pino y Av. Cabildo. 15.30hs. para marchar a la Embajada de Cuba.

En Córdoba, concentración en Colón y Gral. Paz. 15.30hs. Marcha y caravana.

 

 

 

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor, ingresá tu comentario
Por favor, ingresá tu nombre aquí