El 18 de marzo de 1871 se produce el levantamiento del pueblo parisino y obliga al gobierno a replegarse en Versalles, donde rige la Asamblea Nacional (un órgano de composición aristócrata y burguesa). París se organiza bajo administración directa de trabajadores y clases oprimidas y se concreta la primera experiencia de un gobierno obrero y popular a través de “La Comuna de París”.

La guerra con Prusia (Alemania) y las penurias de su economía, la rendición humillante del gobierno francés, la desocupación creciente, la usura, la composición reaccionaria de la Asamblea Nacional, todo ello y varios otros motivos fundamentan el descontento del pueblo.

A un siglo y medio de esta embrionaria y trascendental experiencia, la recuperamos.

 

El 19 de abril de 1871, en su declaración al pueblo francés, la Comuna se propone dar cuenta y clarificar a “la opinión pública” de sus intereses y reclamos. Entre el desarrollo de su proclama, unas líneas sintetizan con claridad y alcance histórico, las definiciones estratégicas de la revolución y su carácter de clase, y trazan tajante la diferencia irreconciliable con la minoría dominante.

“La unidad, tal y como nos ha sido impuesta hasta el día de hoy por el Imperio, la monarquía y el parlamentarismo, no es más que la centralización despótica, falta de inteligencia, arbitraria y onerosa.

La unidad política, tal como la quiere París, es la asociación voluntaria de todas las iniciativas locales, el concurso espontáneo y libre de todas las energías individuales hacia un objetivo común, el bienestar y la seguridad de todos.

La Revolución comunal, iniciada por la iniciativa popular del 18 de marzo, inaugura una era de política experimental, positiva, científica.

Es el fin del viejo mundo gubernamental y clerical, del militarismo, del funcionarismo, de la explotación, de la especulación, de los monopolios, de los privilegios a los que el proletariado debe su servidumbre y la Patria sus desgracias y sus desastres.”[1]

Poco menos de 100 años habían pasado entre la revolución francesa de 1789, también protagonizada por campesinos, artesanos, pequeños comerciantes, y pueblo pobre pero dirigida y capitalizada por la burguesía, y la revolución concretada por la Comuna en 1871. París se alza en rebelión el 18 de marzo, provocando la huida del gobierno y enfrentando abiertamente la ola de imposición capitalista que recorre Europa desde mediados de siglo XIX. Serán los últimos decenios de dominación monárquica y la consolidación a su vez del capitalismo como nuevo vector de las relaciones sociales.

En ese escenario histórico entre la debacle de lo viejo que no termina de morir y lo nuevo que no termina de nacer, signado por guerras territoriales y avances imperialistas de las nuevas potencias en desarrollo, reestructurándose política y geopolíticamente los nuevos Estados montados sobre el viejo aparato de dominación heredado del absolutismo y el régimen feudal, y sobre su burocracia y administración, la Comuna surge como expresión inequívoca de una nueva sociedad que representa no solo ya la lucha contra la monarquía, sino contra toda explotación a las mayorías populares. Allí se representa verdaderamente la Libertad, Igualdad y Fraternidad que la revolución francesa consignara como metas. Allí se organiza verdaderamente el pueblo que entregara su fuerza y su sangre para tomar la Bastilla un siglo antes. Allí se encuentra verdaderamente toda la acción creadora de la clase cuando toma en sus manos la resolución definitiva de sus penurias.

La insurrección popular de París se originó en un contexto de miseria y explotación de la clase obrera, además del descontento que generó la derrota de Francia en la guerra con Prusia. Como todo, La Comuna no surge al margen del desarrollo de las sociedades y la lucha de clases. Por el contrario, sobre esa base, decenas y cientos de revolucionarixs venían analizando ese nuevo orden social erigido a la medida de la burguesía. Desde la Conspiración de los Iguales de 1795, pasando por la resistencia a la Restauración monárquica y clerical, y fundamentalmente la Revolución de 1848, la clase trabajadora, hambreada, hacinada, perseguida, superexplotada, había ido forjando sus armas. Desde 1864 contaba ya con la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT), y tanto el socialismo como el anarquismo se desarrollaban teórica y prácticamente. Así es que les revolucionarixs de distintas corrientes y la AIT pelean también en las calles de París.

La Comuna, a pesar de ello, apenas logrará mantenerse poco más de dos meses, asediada por esos contendientes (Francia y Prusia) que ven ahora un enemigo común en el pueblo pobre. Pero su ejemplo constituye ya parte indisoluble de la lucha de los pueblos por construir su propia historia.

 

Las primeras medidas de la Comuna marcan una línea inequívoca. Y por eso es tan odiada por lxs poderosxs:

– El Ejército y la Policía fueron reemplazados por la Guardia Nacional, integrada por ciudadanxs comunes, como artesanxs, jornalerxs y otras profesiones.

– Se estableció la separación entre la Iglesia y el Estado y dejaron de impartirse clases de religión en los colegios.

– Los cargos públicos eran sometidos a elección popular y se regirían por el principio de revocatoria de mandato, es decir, estableció la Democracia Directa

– Las fábricas abandonadas fueron ocupadas por lxs trabajadorxs.

– París se dividió en quartiers, localidades con cierta autonomía que cooperaban con la organización central. Lxs funcionarixs recibían un sueldo igual al de los obrerxs.

– El precio de los alquileres fue controlado por la Comuna.

– Las viudas y huérfanxs de la Guardia Nacional fueron reivindicados con pensiones.

– Se estableció la Igualdad de derechos, velando por la equiparación de las mujeres que desarrollaron sus propias organizaciones y lucharon en las mismas condiciones (ver anexo)

 

Se alza la Comuna y ya ninguna derrota podrá opacar su significado y legado histórico. Les revolucionaries de todo el mundo toman nota de la experiencia. Les bolcheviques rusos aprenderán de sus hermanes franceses e interpretarán sus enseñanzas para su situación concreta. El propio Marx, integrante de la dirección de la AIT, incorporará al Manifiesto Comunista la única corrección que tiene el texto original en base a las conclusiones de su análisis: “La comuna ha demostrado, principalmente, que la clase obrera no puede limitarse a tomar posesión de la máquina del Estado en bloque, poniéndola en marcha para sus propios fines”.

Es la forma finalmente encontrada por la lucha de clases de cómo se da la “toma del poder”, dinamitando toda la maquinaria burocrática del poder burgués.

 

Porque la Comuna concretó por primera vez un gobierno de trabajadorxs para trabajadorxs, dictó las medidas necesarias para comenzar un proceso de transformación radical y puso en práctica una estrategia revolucionaria con independencia de clase, orientada a barrer con siglos de dominación y explotación a manos de una minoría.

Por ello es que -como en todo intento de subvertir el orden impuesto- fue sofocada con saña y violencia extrema y “ejemplar”, puesto que “la Comuna era una amenaza mortal para el viejo mundo, basado en la opresión y la explotación. Esa era la razón de que la sociedad burguesa no pudiera dormir tranquila mientras en el ayuntamiento de París ondeara la bandera roja del proletariado. Y cuando la fuerza organizada del gobierno pudo, por fin, dominar a la fuerza mal organizada de la revolución, los generales bonapartistas, esos generales batidos por los alemanes y valientes ante sus compatriotas vencidos (…), hicieron una matanza como París jamás había visto. Cerca de 30.000 parisienses fueron muertos por la soldadesca desenfrenada; unos 45.000 fueron detenidos y muchos de ellos ejecutados posteriormente; miles fueron los desterrados o condenados a trabajar forzados. En total, París perdió cerca de 100.000 de sus hijos, entre ellos a los mejores obreros de todos los oficios” [2].

Por ello es que las clases dominantes continúan reivindicando la revolución francesa de 1789 por sobre esta revolución plebeya que, para colmo, ondeaba su bandera roja como símbolo distintivo.

Por ello es que nosotrxs la integramos como parte de nuestra historia y la recordamos como experiencia histórica de nuestra clase. Y por ello no podemos permitirnos confundirnos acerca de las posibilidades reales y concretas para nuestra emancipación definitiva.

 

Viva la Comuna de París.

Viva el Socialismo. Viva el Comunismo

Hasta la Victoria. Siempre

 

Anexo:

https://www.marxists.org/espanol/tematica/comuna/1871/mayo/6_v.htm

 

[1]              Proclama citada en:  https://www.marxists.org/espanol/tematica/comuna/1871/abril/19_iv.htm

[2]              Lenin, V. I. , “En memoria de La Comuna”

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