Un día como hoy, hace 150 años, en Zamość, Polonia, nacía Rosa Luxemburgo. Rosa fue y sigue siendo una de las más grandes revolucionarias que ha conocido la historia de la lucha de clases hasta el momento. A un siglo y medio de distancia de su nacimiento y a más de un siglo de su asesinato en Berlín por parte de fuerzas de choque de un gobierno conducido por “socialistas”, la actualidad de su pensamiento y de su acción están plenamente vigentes. Mejor dicho, son imprescindibles para encontrar una salida revolucionaria a esta charca de barbarie capitalista que ella caracterizó con tanta precisión.
Mujer, de origen judío, polaca (nación secularmente invadida y despreciada en Europa), Rosa fue marxista desde los 16 años. Militante revolucionaria, amante de la vida, fue enemiga declarada del poder y de todas las formas de adaptación a lo existente. Conquistó su derecho a la libertad y a la militancia política combatiendo en todos los terrenos contra la imposición de esas cadenas que el patriarcado teje y que tanto favor le hacen al capital. Se doctoró con una tesis sobre el desarrollo del capitalismo en Polonia. Pero lejos de cualquier búsqueda de un cómodo rincón en el mundo académico (ya entonces existía ese oxímoron que es el “marxismo académico”), ordenó su militancia y su vida en función de la revolución. Una revolución que no era un “más allá”, sino una tarea diaria.
Perseguida en Polonia, se escapó a Alemania. Se integró al Partido Socialdemócrata Alemán que para la época era el puntal de la II Internacional y referencia para todos los partidos socialistas que se iban conformando. Como buena revolucionaria, intervino en los debates más espinosos de su propio partido, en los que se jugaba nada menos que la orientación estratégica de la clase trabajadora. A meses de arribar, en 1899, elaboró una obra maestra del pensamiento marxista: ¿Reforma o revolución? Desde entonces, hasta su asesinato en enero de 1919, intervino en hechos centrales de la lucha de clases y tomó partido en todos los grandes problemas del movimiento revolucionario. Estuvo presa en más de una ocasión.
Rosa fue una dirigente, una pensadora, una conferencista, una escritora, una compañera, una amante plena. Su amor por la revolución era un profundo amor por la vida en todas sus formas (gran admiradora y conocedora de la naturaleza), y un gran odio y desprecio por los opresores de todos los tiempos y lugares. Mientras el oportunismo desfiguraba al marxismo al transformarlo en un positivismo eurocéntrico y evolucionista que justificaba la opresión colonial, Rosa denunció las atrocidades cometidas en nombre de la civilización del capital. En el mismo sentido, la organización que intentaría encabezar la insurrección en Berlín se llamó “Liga Espartaquista” retomando al tracio que armó un ejército de esclavxs que tuvo en jaque al Imperio Romano.
A poco de ser asesinada, esta defensora de que el marxismo no era una cuestión de cuchillo y tenedor, sino una concepción del mundo y de la vida, escribió:
«»¡El orden reina en Berlín!», ¡esbirros estúpidos! Vuestro orden está edificado sobre arena. La revolución, mañana ya «se elevará de nuevo con estruendo hacia lo alto» y proclamará, para terror vuestro, entre sonido de trompetas:
«¡Fui, soy y seré!»[1]
Su muerte a manos de los “Freikorps” (bandas derechistas) por orden del gobierno de Friedrich Ebert[2], Philipp Schleidemann y Gustav Noske, integrantes del Partido Socialdemócrata Alemán a cargo del gobierno, es una verdadera imagen de qué lugar eligió Rosa y qué lugar eligieron otres. Ella, en la barricada, en las calles, en la clandestinidad. Otres, el lugar del Estado, del orden y de la contrarrevolución. Rosa lo había visto desde temprano. Lejos del homenaje formal, la advertencia que ella lanzara antes de que terminara el siglo XIX es la misma que nos desvela a muches ahora: REFORMA O REVOLUCIÓN.
Reproducimos la introducción de ese texto, para traer su voz y sus ideas al presente. Y para invitar a encontrarse o reencontrarse con ella.
Prólogo de la autora a ¿Reforma o revolución?[3]
A primera vista, el título de esta obra puede resultar sorprendente: Reforma o revolución. ¿Puede la socialdemocracia estar en contra de las reformas? ¿Puede considerar como opuestos la revolución social, la transformación del orden establecido, su fin último, y las reformas sociales? Por supuesto que no. Para la socialdemocracia, la lucha cotidiana para conseguir instituciones democráticas y reformas sociales que mejoren, aun dentro del orden existente, la situación de los trabajadores constituye el único camino para orientar la lucha de clases proletaria y para trabajar por el fin último: la con-quista del poder político y la abolición del sistema de trabajo asalariado. Para la socialdemocracia, existe un vínculo indisoluble entre reforma y revolución: la lucha por las reformas sociales es el medio, mientras que la lucha por la revolución social es el fin.
Eduard Bernstein fue el primero en contraponer estos dos aspectos del movimiento obrero, en sus artículos Problemas del socialismo, en Neue Zeit (1897-98), y especialmente en su libro Las premisas del socialismo y las tareas de la socialdemocracia. Toda su teoría se reduce, en la práctica, al consejo de abandonar la revolución social, el fin último de la socialdemocracia, y convertir las reformas sociales, de medio de la lucha de clases en fin de la mis-ma. El propio Bernstein ha formulado del modo más exacto e incisivo sus opiniones al escribir: “El objetivo último, sea cual sea, no es nada; el movimiento lo es todo”.
Pero el fin último socialista es el único aspecto decisivo que diferencia al movimiento socialdemócrata de la democracia burguesa y del radicalismo burgués, es lo único que transforma el movimiento obrero, de chapuza inútil para salvar el orden capitalista en lucha de clases contra ese orden y para conseguir su abolición; de este modo, la cuestión reforma o revolución en el sentido bernsteiniano se convierte, para la socialdemocracia, en una cuestión de ser o no ser. Es preciso que todo el mundo en el partido vea con claridad que el debate con Bernstein y sus partidarios no es sobre una u otra forma de lucha, o sobre una u otra táctica, sino que está en juego la existencia misma del movimiento socialdemócrata.
En una consideración superficial de la teoría de Bernstein, esto puede parecer una exageración. ¿Acaso no habla Bernstein a cada paso de la socialdemocracia y de sus objetivos? ¿Acaso no repite de continuo y explícitamente que también él lucha, aunque de otra forma, por el objetivo último del socialismo? ¿Acaso no señala con insistencia que acepta casi en su totalidad la actual práctica de la socialdemocracia? Todo esto es cierto, desde luego. Pero también lo es que, desde siempre, todo nuevo movimiento se basa, para elaborar su teoría y su política, en el movimiento precedente, aun-que la esencia del nuevo esté en contradicción directa con la del antiguo. Todo nuevo movimiento comienza adaptándose a las formas que ha encontrado de antemano y habla el lenguaje que se hablaba antes de él. Solamente con el paso del tiempo el nuevo germen sale de la vieja cáscara, y la nueva corriente encuentra su forma y lenguaje propios.
Esperar de una oposición al socialismo científico, que exprese claramente, desde los primeros momentos y hasta las últimas con-secuencias, su esencia rechazando abierta y tajantemente los fundamentos teóricos de la socialdemocracia equivale a minusvalorar el poder del socialismo científico. Quien quiera pasar hoy por socialista y al mismo tiempo busque declarar la guerra a la doctrina marxista, el más genial producto del espíritu humano en este siglo, debe comenzar con un homenaje inconsciente al propio marxismo: confesándose discípulo de la doctrina, para buscar en ella puntos de apoyo para atacarla, al tiempo que presenta sus ataques como un nuevo desarrollo del marxismo. Por este motivo, es una necesidad urgente que amplias capas del proletariado industrial de nuestro partido identifiquen la esencia de la teoría de Bernstein, sin dejarse engañar por las formas exteriores.
No hay insulto más grosero o calumnia más infame contra la clase obrera que la afirmación de que las controversias teóricas son sólo una cuestión para “académicos”. Ya Lassalle dijo que únicamente cuando la ciencia y los trabajadores, esos polos opuestos de la sociedad, lleguen a ser uno destruirán entre sus potentes brazos todos los obstáculos a la cultura. Toda la fuerza del movimiento obrero moderno descansa sobre el conocimiento teórico.] Este conocimiento teórico es doblemente importante para los obreros en el caso que nos ocupa porque precisamente se trata de ellos mismos y de su influencia en el movimiento; es su cabeza a la que se pone precio en esta ocasión. La corriente oportunista en el partido, formulada teóricamente por Bernstein, no es otra cosa que un intento inconsciente de garantizar la preponderancia de los elementos pequeñoburgueses que se han unido al partido, esto es, amoldar la política y los objetivos del partido al espíritu pequeño-burgués. La cuestión de reforma o revolución, del movimiento o el objetivo último, es básicamente la cuestión del carácter pequeño-burgués o proletario del movimiento obrero.
Por este motivo, es de interés para la base proletaria del partido ocuparse, con la mayor dedicación y profundidad, de la controversia teórica actual con el oportunismo. Mientras el conocimiento teórico siga siendo el privilegio de un puñado de “académicos”, el partido correrá el riesgo de extraviarse. Únicamente cuando las amplias masas trabajadoras empuñen el arma afilada y eficaz del socialismo científico habrán naufragado todas las inclinaciones pequeñoburguesas, todas las corrientes oportunistas. Entonces será cuando el movimiento se asiente sobre bases firmes. “La cantidad lo conseguirá”.
Rosa Luxemburgo.
Berlín, 18 de abril de 1899
[1] Rosa Luxemburgo, El orden reina en Berlín, 14 de enero de 1919. Disponible en https://www.marxists.org/espanol/luxem/01_19.htm
[2] La socialdemocracia tiene una fundación que lleva su nombre. La Fundación Ebert ha financiado investigaciones, formación de dirigentes, no pocos supuestamente “marxistas”.
[3] Este extracto y el texto están disponibles completos en https://www.fundacionfedericoengels.net/images/PDF/Reforma_o_revolucion.pdf