A los 78 años falleció Felipe Quispe. Miembro del Movimiento Indio Tupak Katari, uno de los fundadores del Ejército Guerrillero Túpak Katari y líder histórico de la Central Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia, “El Mallku” tuvo la capacidad de sintetizar en una frase las causas profundas de la lucha de los pueblos indios en Bolivia (y en Nuestra América). En 1992 el EGTK fue desbaratado por la represión. Sus integrantes enfrentarían largos años de prisión en la cárcel de máxima seguridad de Chonchocoro. Consciente de ese destino, dispuesto a aceptarlo como parte de los costos que tiene la lucha revolucionaria, Quispe mascaba coca y respondía con firmeza y claridad cada una de las preguntas de una conferencia de prensa. Ante la pregunta de por qué la lucha, o mejor dicho, por qué el uso de la violencia popular por parte de una periodista, El Mallku miró fijamente a la periodista Amalia Pando y disparó: «A mí no me gusta que mi hija sea su empleada de usted», frase luego recordada como, «Para que mi hija no sea su sirvienta».

 El racismo nacido por la invasión colonial europea y continuado por la república “criolla” está lejos de ser una rémora del pasado en proceso de desaparición. El golpe de estado de noviembre de 2018 demostró cómo el desprecio y el odio al indio, a la whipala, a la mujer de pollera, son una parte constitutiva de la realidad actual. Y que, en contextos de crisis, se radicaliza.

Frente a eso, el katarismo supo articular un proyecto de autonomía política, de alianza entre el campesinado indígena y les trabajadores urbanxs, de transformación de radical del orden social. Frente a siglos de negación y de “epistemicidio” (la negación de la capacidad de creación y recreación del conocimiento por parte de las comunidades originarias), el katarismo apoyándose en la gran rebelión de Tupak Katari y Bartolina Sisa, recuperó la larga experiencia de resistencia y lucha y logró convertirla en identidad y programa. La recuperación de las formas comunales vigentes como forma alternativa a la sociedad capitalista estructurada por el mercado, cuestionada por “arcaica” o hasta “reaccionaria” por ciertos sectores dogmáticos, mostró que de allí proviene la fuerza de la autonomía y de la autodefensa. Ese proyecto denunciaba en las palabras y en los hechos el mito de que el “desarrollo” (capitalista) o que la “modernidad” (capitalista y colonialista) resolvería las opresiones raciales, patriarcales y clasistas.

El golpe de 2018 y la reconstrucción del movimiento popular en 2019, proceso en el que Quispe volvió a tener un rol preponderante, corroboraron la necesidad estratégica de superar los límites estrechos del orden capitalista vigente a partir del protagonismo y la organización popular.

Muchas y muchos sabrán recoger el legado. Y con paciencia y tenacidad revolucionaria tejerán ese futuro en el que les hijes del pueblo puedan desarrollarse plenamente, sin opresión ni explotación; sin ser sirvientes de nadie.

¡Hasta la victoria, siempre!

¡Jallalla Mallku Felipe Quispe!

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